Luke nº 119 - Julio/Agosto 2010 (ISSN: 1578-8644)

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Entrevista a Pia Tafdrup (I)
... El libro describe la pérdida de dos maneras: por una parte, la mala memoria creciente de mi padre y, por la otra, su pérdida de habilidades diarias ...

K.E. Semmel

Pia Tafdrup es una de las poetas danesas mas importantes de la actualidad, y su trabajo ha sido traducido a más de treinta idiomas. Autora de más de veinte libros, varios de los cuales han sido traducidos al inglés, ha recibido numerosos premios, incluido el prestigioso Premio de Literatura Nórdica en 1999 por Dronningeporten (La puerta de la reina). Bloodaxe ha publicado una nueva antología en inglés, Los caballos de Tarkovsky y otros poemas, traducido por David Mcduff. Por su parte, K.E. Semmel ha traducido varios ensayos de Tafdrup al inglés.

K.E. Semmel: En enero de 2010, Bloodaxe se ha centrado en otra antología de su poesía, concretamente en Ballenas en París y Los caballos de Tarkovsky en un solo volumen. ¿Puede decirnos un poco más sobre cada libro?

Pia Tafdrup: Veo Ballenas en París como un choque entre la sociedad y la naturaleza. París es la quintaesencia de ciudad cultural en Europa, es una magnífica ciudad, así como la ballena es un gran mamífero. La filosofía francesa es una ballena. La lengua francesa y su literatura han tenido la mismo espléndida condición. Las ballenas, grandes fuerzas de la naturaleza están presentes en nuestras vidas, en nuestra cultura, en nuestro mundo moderno. Los poemas en este libro abarcan desde la concepción hasta después de la muerte, y la vida puede ser vista como una confrontación con lo que está más allá de uno mismo: amor, deseo y muerte, fuerzas primarias que entran en juego incluso en la civilización moderna. Ballenas…tiene como tema más importante el deseo y la muerte, pero también el sufrimiento infligido en otros, la pérdida, la desesperación y el dolor, esclarecidos por motivos desde la infancia, nuestra relación con nuestros padres, nuestros ancestros y figuras míticas de la Biblia.

Los caballos de Tarkovsky trata de los últimos años de la vida de mi padre, con demencia, así como de su muerte. El libro describe la pérdida de dos maneras: por una parte, la mala memoria creciente de mi padre y, por la otra, su pérdida de habilidades diarias. Los caballos… sigue atentamente el curso que toma la enfermedad –un mal para el cual la ciencia tiene aún pocas palabras– desde que mi padre es diagnosticado, pasando por su obligado traslado a una residencia, hasta el momento que muere. La implacable decostrucción de la identidad es reforzada en cada fase del libro con la mitología de Orfeo y Eurídice.

Estos poemas sobre el olvido están situados en una extraña zona fronteriza, lo que también convoca a ciertos elementos cómicos y grotescos. En cualquier caso, los poemas narran el drama de ser humano. Ciertamente no es un libro que sueñas escribir acerca de tu padre moribundo, no cuando ha sido alguien tan increíble. Pero el libro requería ser escrito. En la cúspide de su vida, mi padre me preguntó si yo hablaría en el día de su funeral. Aparté de mi esa idea durante muchos años, pero cuando murió, sabía que debía escribir ese discurso para él. En cambio, no sabía que iba a ser el comienzo de algo mucho mayor. El discurso se convirtió en Los caballos…, en su mayor parte escrito en Berlín inmediatamente después de su muerte.

K.E. Semmel: Los versos “con todo mi poder / intento encontrar / un puente entre mis Pensamientos”, del poema “El río que fluye”, son conmovedores y honestos y representan exactamente el comienzo que usted describe. ¿Sirve el acto de escribir como puerta de comprensión a esa experiencia? Cuando sus poemas sobre la demencia de su padre estuvieron acabados, ¿pudo relajarse y decir: “Ah, ahora veo por lo que hemos pasado y lo que he aprendido”?

Pia Tafdrup: En el poema “El río que fluye”, antes y después de convertirse en realidad, mi padre no entendía nada en absoluto. Podía explicar fácilmente, al teléfono, cómo era su habitación de hotel (la residencia), pero no recordaba las veces que lo visitaba. Siempre que estaba allí intentaba leer sus pensamientos, pero a menudo sentía que sólo veía a una persona destrozada. Como se conocía muy bien –como la noche conoce las estrellas– fue especialmente importante ver las conexiones, tender un puente para que pudiéramos andar juntos, salvo a través de la corriente sin límites que corría bajo nosotros, así fue como lo sentí. Con la muerte de mi padre quedó mucho sin resolver, porque todo pasó tan rápido que actué casi por instinto. Ningún médico ni enfermera me aconsejó sobre el curso de su enfermedad. Yo no sabía nada de la demencia y tuve que basarme en mi propia imaginación: ¿qué es lo mejor para mi padre? Cuando empecé a escribir, comprendiendo progresivamente, lentamente, por lo menos alcancé un cierto entendimiento.

Los poemas no son sólo una descripción de lo que pasó, son un mapa de un universo independiente, en el cual se produjeron muchas sorpresas durante el proceso de escritura. Cuando escribí el elogio a mi padre me di cuenta de que había mucho más que necesitaba decir.

Tres semanas después me encontré escribiendo en un apartamento de Berlín, siguiendo un plan para más o menos un año. Preparé otro manuscrito, pero rápidamente decidí seguir la dirección que más me atraía. Así es, escribí y escribí de lo que vino a ser por sí mismo, estos poemas acerca de mi padre, quien había desaparecido del mundo.

Nada más abrir el maletín y sentarme en mi escritorio de Emmanuelkirchstrasse, los poemas salieron atropelladamente. O mejor: con el primer borrador, que eran los primeros poemas y que supusieron alrededor de tres cuartos del libro, no tenía ni idea de qué debía hacer. Podía centrarme en los escasos años de la vida de mi padre cuando estaba muriendo o, por el contrario, cuando había sido un padre maravilloso, sabio, fuerte, lleno de vida. No obstante, los poemas emergieron uno tras otro. La enfermedad había sido tan apremiante, que no pude escribir sobre otra cosa. No había escrito nada durante más de un año. Los poemas fluyeron sin quererlo, pero después de alrededor de siete poemas abandoné y me permití escribir sin pensar en lo que se convertirían o en la reacción de los demás. Fue lo único que me absorbió, así que dejé fluir al proceso.

(...) Continua en el próximo número

Pia Tafdrup