Luke nº 113 - Enero 2010 (ISSN: 1578-8644)

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Escrituras XIII: La paciencia creativa
... no queda otro remedio que detenerse y dedicarse por un tiempo a otros quehaceres, hasta encontrar el momento oportuno para retomar la escritura. Sin embargo, y para ello, es preciso introducir entre las condiciones del proceso de escritura, una consideración positiva de la paciencia ...

Vicente Huici

La creación narrativa, como cualquier otra forma de creación, no sólo precisa de un proyecto inicial y de la autorregulación que implica una dedicación disciplinada, sino que también tiene que hacer frente a situaciones en las que las condiciones anteriores no resultan suficientes para la realización efectiva de una obra.

La situación más problemática que se suele presentar en los procesos creativos es la conocida como “el bloqueo”. En dicha situación, el escritor o la escritora se siente incapaces de continuar la escritura iniciada a pesar de tengan muy claro hacia dónde ha de ir su decurso o que insistan una y otra vez en su activación. En ocasiones, la vivencia de esta situación –que algunos han descrito como un agarrotamiento físico o un cortocircuito mental: el terror ante la página en blanco– viene acompañada de dudas no sólo acerca de la obra que se está escribiendo, sino también sobre la valía de quien escribe, desatándose un proceso un tanto delirante de tintes sado-masoquistas.

En tales situaciones, como muy bien ha explicado Victoria Nelson (Sobre el bloqueo del escritor, Península, Barcelona, 1997), no queda otro remedio que detenerse y dedicarse por un tiempo a otros quehaceres, hasta encontrar el momento oportuno para retomar la escritura. Sin embargo, y para ello, es preciso introducir entre las condiciones del proceso de escritura, una consideración positiva de la paciencia.

Una paciencia consciente de que el apartamiento, el abandono, es una renuncia temporal y necesaria, pues en modo alguno se trata de una dimisión absoluta –aunque puede llegar a serlo si el proyecto no era muy deseado–, sino de una parada táctica que va a poder permitir observar lo ya realizado con la objetividad de cierta exterioridad, como si la parte de la obra ya escrita fuera, hasta cierto punto, ajena y distante.

La experiencia de muchos escritores y escritoras confirma, por otro lado, que el bloqueo tiene un final y que, sin que se haya llegado a saber muy bien debido a qué procesos internos, en un momento determinado –que se asemejaría mucho al del kairós de la cultura griega o al del retorno del mundo oriental– el agarrotamiento desaparece y se puede continuar con la escritura en el punto donde se había dejado.

No obstante, además de esta situación mayor que implica en su resolución la habilidad de la paciencia, también se requieren pequeñas dosis de ella en otros episodios creativos cotidianos, vividos con más sorpresa que irritación. Tal es el caso, por ejemplo, muy habitual en los procesos de escritura narrativa, de una cierta autonomización de los personajes que comienzan a hacer o a decir algo no previsto en la planificación del proyecto según una particular lógica narrativa y que lo dirigen hacia derivas que quizá no son muy del agrado del autor.

Este caso, mínimo e íntimo, que sólo han experimentado quienes se dedican a la escritura narrativa y que es tomado como una manifestación de esnobismo por quien no conoce los recónditos resortes de la escritura, puede llegar a ser experimentado por los escritores como una pequeña tragedia, toda vez que pone en tela de juicio su red de relaciones con el mundo que les ha tocado vivir, relaciones que, de hecho, el escritor formaliza singularmente por medio de su escritura. Ni qué decir tiene que la respuesta a un problema como este requiere de nuevo, como se ha apuntado, una nueva dosis de paciencia, de una paciencia, si se quiere, más matizada.