Luke nº 123 - Diciembre 2010 (ISSN: 1578-8644)

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Tango
... una vez arriba, no sé por cuál de las puertas decidirme, el hedor a mala suerte ronda en todas ellas ...

José Manuel Botana

Voy a hacer saltar la rutina por los aires, lo tengo decidido, hoy me convertiré en ladrón, es por este tango que no deja de machacarme impidiéndome dormir. “Cualquiera es un ladrón”, manifiesta la cantante, y estoy por darle la razón. Tengo veintisiete años, trabajo en una gasolinera y mañana tengo turno de tarde, el horario es desde las dos de la tarde hasta las dos de la mañana, eso sí, las horas extras no me las pagan. “Cualquiera es un ladrón”, y vence el tango, enciendo la lámpara, comienzo a vestirme a esbozos sintiendo latir mis sienes por la decisión que acabo de tomar y casi sin querer me encuentro en la calle mordiéndome los labios, rumbo al centro, conduciendo la moto recién comprada a plazos.

La moto se desplaza despacio por los barrios caros, palpo entre las piernas la barra de uña en el interior de la bolsa de deporte; pienso en mi jefa, que aparece por la gasolinera a eso de las doce de la noche para manosearme, dentro del casco escucho risas al pensar “Que no se me olvide cambiarme el calzoncillo”, y voy tan distraído que casi me empotro contra un Mercedes. Aparco en el boulevard y pongo el candado a la moto, no me la vayan a robar. Sin quitarme el casco, balbuceo algo para darme fuerzas y aterrizo en el número setenta y uno, que tiene jardín asfaltado y dos árboles en el medio que agonizan sin remedio. Resulta tan fácil forzar la puerta de acceso que me entran ganas de rezar para arrogarme de valor, pero como no recuerdo ninguna plegaria tarareo el tango que me ha traído hasta aquí: “Cualquiera puede ser un ladrón” y, mientras tanto, busco alguna alarma en la verdosa fachada. Aplico la fuerza de la barra de uña a la puerta de entrada y esta cede con facilidad; el salón es impresionante, avanzo por él con cuidado, camino como si pisara arenas movedizas, por todas partes veo cosas para llevarme pero son demasiado grandes para meterlas en la bolsa de deporte, me paro un segundo a reflexionar, en algún sitio tiene que haber una fabulosa caja de caudales aunque no creo que la barra sirviera en este caso; al final del inmenso salón, entre sombras plateadas, una barandilla incita a subir y no me privo de la tentación de hacerlo. Una vez arriba, no sé por cuál de las puertas decidirme, el hedor a mala suerte ronda en todas ellas, me parece escuchar unos ronquidos y franqueo esa puerta, sobre la cama brilla un edredón azul fosforescente, los ronquidos no dejan de sonar pero no hay nadie bajo el edredón; al lado de la cama, un hombre de unos treinta años duerme en una silla de ruedas sujetando algo entre las manos, deseo escapar de la habitación pero corro hacia él y le arrebato lo que tiene en la mano, un teléfono móvil. En ese momento se despierta, no muestra ningún temor, ni siquiera al verme con el casco.

–¿Quién eres?

–¿Quién eres tú? –respondo.

–Tú eres quien ha entrado en mi casa.

–¿Y crees que eso te da derecho a saber quién soy?

–Me has despertado.

–Pues vuelve a dormirte, joder.

–¿Vas a robarme?

–No, hoy estoy entrenando.

tango

Obra: Tango
Artista: Malena de Botana
Técnica: Técnica: composición fotográfica
www.lineas.org
www.malenadebotana.com