Luke nº 116 - Abril 2010 (ISSN: 1578-8644)

Búsqueda personalizada
Busca los autores o artículos de LUKE desde Enero de 2000.
Bestiario
... Ellul no sólo habla de la tecnología reciente, sino que además relaciona un tipo de tecnología estrictamente occidental con la usurpación de lo sagrado desde hace siglos. Los europeos conquistan América por su superioridad tecnológica ...

José Morella

La causa del mayor número de reclamaciones de los consumidores, según he escuchado en la radio hace poco, son los servicios de telefonía e Internet. Me parece que la rabia y el descontento que hay detrás de esas reclamaciones no tienen tanto que ver con el mal o buen funcionamiento de las cosas como con la sensación de soledad de la gente, que se siente indefensa y desatendida. También se puede intuir el otro lado, el del silencio. Personas que tras ser burladas se cansan y se rinden al malestar, se conforman, consienten amargamente el engaño. Esto nos recuerda a Jacques Ellul, el teólogo anarquista al que tanto admiraba Aldous Huxley. Él supo explicar de una forma muy clara, comprensible para todos, qué relaciones hay entre civilización tecnológica y libertad. Ellul dice que el elemento tecnológico se fragmenta en partes, y ninguna de esas partes es responsable de lo que produce el conjunto. Nuestro consumidor enfadado llama a la compañía telefónica, que le dice que ese asunto no es suyo, sino de la empresa que presta el servicio de Internet, que a su vez desvía la responsabilidad al servicio técnico online, el cual ofrece otro teléfono, el del técnico a domicilio, que no contesta... El círculo vuelve a comenzar hasta que uno se agota, varado entre llamadas que son callejones sin salida. El timo se asienta y se convierte en negocio, y la publicidad es el discurso sin pausa que lo alimenta, lo justifica y lo mantiene: lo invisibiliza como timo. Ellul no sólo habla de la tecnología reciente, sino que además relaciona un tipo de tecnología estrictamente occidental con la usurpación de lo sagrado desde hace siglos. Los europeos conquistan América por su superioridad tecnológica, y con ella viene la destrucción de multitud de cosas sagradas hasta ese momento. La cosmovisión de los pueblos nativos fue arrasada y sustituida por la civilización tecnológica, el arado en la tierra, la extracción mecánica del oro, la producción de bienes... La tierra, que era la madre sagrada que todo lo daba, pasa a ser la prostituta que el proxeneta explota, la vaca de la que se ordeña sin pausa, el caballo montado por un jinete loco que muere de puro cansancio. La naturaleza es desacralizada. Un ejemplo es la planta de coca, elemento conformador de importantes y muy desarrolladas sociedades. Los españoles la usarán para que los esclavizados nativos rindan más comiendo menos. Más tarde, los europeos harán con ella cocaína, un producto típico de una sociedad adicta a la eficiencia. Curiosidad: Freud parió sus mejores ideas hasta arriba de cocaína. Otro ejemplo es la planta de tabaco, esencial en las formas religiosas y las costumbres de ciertas comunidades del norte de América. En Europa pasó a ser un elemento más de nuestra personalidad neurótica y obsesiva. Curiosidad: Freud murió por un cáncer de lengua causado por el tabaco. Todo lo pasamos por el cedazo de la tecnología y la producción masiva, lo alejamos de la naturaleza. Por no hablar del respeto debido a la vida de los animales, del sufrimiento que la cruel religión tecnológica de la eficiencia les provoca para que la gente tenga puntualmente su filete en el plato. En este punto recomiendo que visiten alguna página web y vean algún vídeo, como los que aparecen en Igualdad Animal, por ejemplo.

Los tecnófilos se defienden a menudo con tono de superioridad. Lo suyo, dicen, es progreso y bienestar. Nos hace libres. Los tecnófilos, al ser criticados, suelen ver al crítico como a alguien reaccionario y supersticioso, una figura moderna del paleto. Pero es muy curioso que digan que la tecnología libera cuando cada vez hay más gente haciendo las mismas cosas y tomando las mismas decisiones. Comprando los mismos productos, escuchando la misma música, leyendo los mismos libros, pensando lo mismo que otros. Ellul creía que hemos sustituido la reflexión por el acto reflejo. Si me preguntas lo que pienso del aborto, por ejemplo, enseguida puedo darte mi “pensamiento reflejo”, una idea dada que cogí de algún sitio. No necesito tomarme ni un minuto para pensar en ello de verdad. Es igual si me preguntas por el nacionalismo, el racismo, la religión o cualquier otra cosa. Tengo argumentos que usan millones de personas, que me unen a grandes grupos de consumidores. Tengo mi sutil etiqueta de grupo, mi carné mental. ¿No debería, la libertad, ser otra cosa? ¿No debería hacernos seres más únicos y, por tanto, menos parecidos entre nosotros?

ethernet