Luke

Luke nº 105 - Octubre 2009
ISSN: 1578-8644
María Luisa Balda

El lector del futuro (y III)

El lector interesado, como nos decía Luis García Montero, escapa del reduccionismo, de ese modo simple de explicar las cosas que tanto se utiliza.

Si esto es así, si el lector consciente no se conforma con la versión corta y manipulada de los hechos que tan a menudo se nos ofrece, si no se deja engullir por la corriente única de pensamiento, este lector no interesa.

Y este lector no interesa porque las empresas (sean políticas, económicas, religiosas o de comunicación) quieren vender sus productos, y prefieren tener frente a sí a una población uniforme, a la que sea fácil dirigir campañas y colocar sus mercancías –sean éstas objetos, creencias o esquemas de pensamiento–.

Además, los libros –como cualquier otro producto de consumo– están sujetos a leyes de mercado y a intereses empresariales.

Por estos motivos, lo que ahora se promociona son los libros de usar y tirar; textos que enganchan por los sucesos que relatan y que provocan en el lector, como máxima emoción, un interés expectante, casi ansioso cuando quiere conocer el desenlace y llegar rápidamente al final de la trama.

Este tipo de literatura no suele distinguirse por dar valor a las palabras ni a las ideas; y cuando su contenido intenta acercarse a lo que entendemos por poesía o pretende aportar reflexiones, generalmente las palabras carecen de limpieza y las ideas caen en lugares comunes.

Sin embargo, dentro de la lógica capitalista, sería una contradicción promocionar otro tipo de literatura, de esa por la que se interesa el lector parsimonioso, que se implica en lo que lee.

Porque ese tipo de lector sigue alimentándose de palabras, ideas o emociones, y si es un adolescente –como nos señalaba tan acertadamente Luis García Montero– se asombra al descubrir la cantidad de cosas que contiene un libro, da igual que sea electrónico, editado en piel o en rústica.

Esta clase de lector, a través de la palabra escrita, se detiene sobre sí mismo y se conoce mejor; pero también se acerca al autor, que a veces se asoma por detrás de los renglones y le guiña un ojo.

Y disfruta de encuentros aunque estén a kilómetros y años o siglos de distancia.

Y siente emociones que quizá no pueda compartir con ningún otro ser físicamente cercano.

Por eso, porque la comunicación a través de lo escrito ha saltado siglos y ha sobrevolado épocas de mayor ignorancia que la actual.

Porque los humanos hemos mejorado al utilizar el conocimiento, la memoria y el modo de comunicación que nos ha regalado la palabra escrita.

Porque la lectura nos ha llevado a comprendernos mejor a nosotros mismos (como individuos y como especie) y a quienes nos rodean.

Por todo ello, y en contra de lo que nos cuentan la lógica capitalista y la deficiente comprensión lectora de una parte de la población, el lector interesado, consciente de sí mismo y de lo que le rodea, se mantiene y crece.

Aunque no lo parezca. Aunque no interese.

libros