Luke

Luke nº 104 - Marzo 2009
ISSN: 1578-8644
Vicente Huici

Escrituras VIII: Las Ciencias Sociales como ficción oculta

En principio, las Ciencias Sociales –y fundamentalmente la Sociología– reunían dos condiciones que podían permitirles definirse con claridad frente a la ficción narrativa. Así, por una parte, no aceptaban el esquema explicativo-narrativo de ciencias como la Química o la Física, que configuraban leyes sobre fenómenos más o menos previsibles, proponiendo alternativamente (al menos desde Max Weber) un método comprensivo en relación con cuestiones donde la acción humana volvía los acontecimientos un tanto imprevisibles. Por otra parte (en este caso se podría decir desde Georges Gurvitch), tampoco asumían una base comprensiva de carácter cronológico, sucesivo y cualitativamente progresivo, ya que admitían que existían sociedades con un grado de movilidad social muy limitado (sociedades no prometeicas), a las que no era atribuible un tiempo propiamente histórico.

Sin embargo, el propio desarrollo de las Ciencias Sociales como discurso científico y su circulación en el seno de las sociedades modernas han permitido observar algunas dimensiones decisivas a la hora de matizar los aspectos anteriores.

En primer lugar, y a pesar de todas las precauciones tomadas, las Ciencias Sociales no han podido o no han sabido, por lo general, renunciar a un léxico que remite una y otra vez a sus orígenes filosóficos y, por consiguiente, a sus profundas significaciones proto-narrativas. Tal es el caso de expresiones como “sujeto (social)”, “objeto (social)”, “movilidad (social)” o “acción (social)”. Además, y por mucho que se hayan desarrollado esquemas de carácter estructural o estructuralista, en los que el factor temporal estaba muy condicionado, no han podido o no han querido renunciar a hacer incluso de lo comprensivo un relato (con apoyaturas empíricas, por supuesto), llegando a proponer, como ocurrió en el caso de Max Weber y su teoría de los “tipos ideales”, series comprensivas finalmente muy semejantes a las explicativas. Se podría añadir, por curiosidad, que las reticencias del propio Weber a “escribir bien” para no ser confundido con los “literatos” no le impidieron acabar escribiendo demasiado bien desde un punto de vista literario.

Sin embargo, y además, el propio discurso elaborado por las Ciencias Sociales se ha manifestado en una pragmática –es decir, en una proyección/implicación sicosocial– que recuerda mucho a la de la ficción narrativa. En efecto, por un lado, dicho discurso ha tenido en numerosas ocasiones una vocación explícitamente sustitutoria de los relatos mítico-religiosos, como vino a ocurrir en el caso de Émile Durkheim, o, más tarde, de Karl Mannheim, que pretendieron implantar una modalidad de religión civil, siguiendo la estela de Augusto Comte. Por otro lado, la figura del sociólogo se ha revestido, desde sus primeras apariciones públicas, con todos los atributos que anteriormente monopolizaban los filósofos y de los que siempre han disfrutado los sacerdotes, aspecto claramente comprobable en la actualidad en cualquier programa de televisión en el que aparezca un sociólogo profesional.

Las proximidades, por tanto, entre las Ciencias Sociales y la ficción narrativa pueden acabar siendo muy relevantes no sólo desde el punto de vista del dispositivo estructural y lingüístico sino también como discurso socializado.

Y es deducible pensar que, si las Ciencias Sociales quieren apartarse definitivamente de sus orígenes discursivos mítico-religiosos o filosóficos y no continuar siendo “formas de escritura metonímica, como la filosofía o la retórica”, según dice Northrop Frye (El gran código, Gedisa, Barcelona, 1988), deberían presentarse según otro dispositivo discursivo y desde otra posición social. De lo contrario no dejarán de ser ficciones ocultas que continuarán operando como tales más o menos inconscientemente.