Luke

Luke nº 105 - Abril 2009
ISSN: 1578-8644
Pedro Tellería

André-Marcel Adamek

Leer a André-Marcel Adamek es un placer para los sentidos y para la inteligencia. Las novelas de este belga de Gourdine nacido en 1946 son un festín para el lector exigente. Imaginación, esmero estilístico, fabulación y humanidad se dan cita en obras como El señor de los jardines negros o La fiesta prohibida.

Ambienta algunas novelas en el mundo rural, lo que supone ir casi contracorriente de la tendencia general hoy día. Además, vive en un pequeño pueblo de las Ardenas belgas. ¿Qué supone para usted este ambiente rural a diferencia del urbano?

André-Marcel Adamek: Ante todo, el carácter intemporal de los entornos naturales; no me gusta que una novela esté fechada, como es habitual. Además, la convivencia del hombre con los animales, siempre muy presentes en mis relatos, así como un medio marcado con fuerza por las estaciones, que permite aportar matices, colores, ritmos particulares. En el entorno urbano, los únicos aspectos realmente distintos son el día y la noche.

Tras leer en castellano sus novelas traducidas, el lector de André-Marcel Adamek vislumbra ciertos rasgos de su narrativa. En primer lugar, ¿por qué esa tendencia a incrustar elementos mágicos, fantásticos o legendarios en la realidad, tal como sucede, por ejemplo, con la mujer pantera o la Bichelle?

Las leyendas forman parte de las fuentes de nuestra cultura. La de la Bichelle (la unión carnal de una mujer con un ciervo) se remonta a la época de los celtas y simboliza la fecundidad universal. Además, integrar una parte de lo fantástico en una trama narrativa más bien realista permite obtener unos instantes de poesía, lo que para mí resulta muy importante.

¿Y qué me dice de su estilo? Aunque da la sensación de ser clásico en, por ejemplo, la construcción de la frase, a la vez resulta muy moderno cuando oculta información o construye la historia utilizando dos puntos de vista.

Creo que la modernidad no debe afectar a la escritura despojando a la lengua de sus elementos más preciados. En este sentido, me mantengo muy alejado de las experiencias contemporáneas que simplifican de manera ultrajante el vocabulario y la sintaxis, esa famosa «escritura blanca» que tanto gusta a las novelistas parisinas. Me he decantado por una escritura clásica, lo más precisa y limpia posible, al tiempo que intento innovar en cuanto a construcción, cortes, metáforas y ritmo sonoro.

El punto de partida de La fiesta prohibida es la frustración que siente todo un pueblo cuando descubre que ese año no se celebrarán las fiestas locales. ¿Qué importancia tiene, a su juicio, la fiesta para los hombres?

Me parece primordial, sobre todo en nuestra época, donde la actividad lúdica se expresa cada vez más en solitario, ya sea frente a un videojuego o en consagraciones abstractas. El hecho de que la gente se reúna para disfrutar, beber o intercambiar sus emociones o alegrías de manera distendida es esencial para la solidaridad, la amistad y los valores compartidos.

Esta novela, además, es pródiga en malentendidos y casualidades. Además de constituir recursos clásicos de la novela de acción, ¿qué peso tienen en nuestras vidas? ¿Qué conclusión podemos sacar de ellos?

Creo que el azar, fuera de nuestras determinaciones personales, desempeña un papel muy importante en nuestro destino. ¿Qué habría pasado con las novelas de Raymond Radiguet si éste no hubiera conocido, por casualidad, a Jean Cocteau?

Sus novelas suelen concluir con finales que invitan a la esperanza. Por ejemplo, la pobrecilla Yolande de El señor de los jardines negros pronuncia su primera palabra en la última escena. ¿Qué opinión le merece, en su obra y en su vida, el hombre a Adamek?

Si Yolande consigue pronunciar esa primera palabra, sin duda es porque encuentra a su perro desaparecido. Esta desaparición la había enclaustrado en el silencio, y el reencuentro crea en ella una emoción positiva que la libera. Pero esta emoción se debe a Simon, el señor de los jardines negros, que para liberar al perro se sacrifica a sí mismo. Existe, por tanto, una noción de redención, sin connotaciones religiosas, que abre las puertas a una fraternidad universal basada en el perdón.

Tras desempeñar muchos oficios diversos, actualmente escribe y publica poesía. ¿Qué poetas actuales le llaman la atención? ¿Cuáles incluye, o le gustaría incluir, en el catálogo de su editorial?

Por razones de salud, tuve que dejar la editorial en noviembre de 2007. Actualmente, el sello, que sigue las mismas directrices, está a cargo de una empresa situada en Ortheuville, en las Ardenas belgas. Entre 1997 y 2007 publiqué cerca de cien libros, entre los que se encuentran poetas como Michel Ducobu, Georges Thinès, Isabelle Bielecki, Jacques Mercier o Jean Botquin.

Finalmente, ¿cómo está el mundo de las letras por Bélgica? Esta cuestión necesitaría varias páginas, ya que la producción en nuestro país está muy diversificada. La primera observación importante es que los francófonos en Bélgica (de Valonia y Bruselas) sólo representan el 43% de la población, ya que el 57% restante (de Flandes) se expresa en flamenco. Las estadísticas revelan que los escritores belgas de expresión francesa publican más del doble, en obras de ficción, que sus homólogos flamencos, quizá debido a la convivencia cultural con Francia. Para saber más, sugiero visitar la página web de los escritores belgas en lengua francesa, donde puede encontrarse un repertorio bastante completo: http://www.ecrivainsbelges.be/repertoire.php

André-Marcel Adamek
André-Marcel Adamek