Luke

Luke nº 102 - Enero 2009
ISSN: 1578-8644
Juankar Landa

Gabriel Abril (On the road, la conexión asturcatalana)
Primera parte

Para los que todavía pensamos que la televisión o la radiofórmula siguen siendo planetas que no están empadronados en la cotidianeidad de la cultura. Para los que existe un paréntesis exterior, el que marca el placer de hacer canciones con letra y música. Para que nuestros hijos tengan una referencia real del mundo sin ahogarse en los huracanes mercadirigidos. Para que no olvidemos que el rock necesitó demasiado tiempo para homologar sus dos acordes en un país como éste, donde seguimos necesitando a gente como Gabriel Abril. Desde Asturias recaló en Barna, y allí cumplirá una troica de grabaciones, El hechizo de la costumbre, 5 minutos para el fin del mundo o Un león en el garage. Demasiadas buenas canciones para echarlas al olvido. Seguro que la canción de autor/canción de amor es un símbolo para nuevas generaciones. Gabriel reflexiona desde el cielo al infierno. Necesitamos gente de esta categoría.

–¿Por qué en el mundo de la canción hay gente que siempre quiere empezar de cero (incluso en negativo, desde los números rojos), y hay otros que gozan de una plusvalía que no se han ganado?

–Supongo que la prisa es un factor determinante en todo eso. Teniendo en cuenta que lo mucha gente que quiere es la popularidad, la fama, y cuanta antes mejor, el punto de partida siempre son los números rojos de la precipitación. Se pierde esa idea romántica, que tenemos los que ya peinamos algunas canas, de que lo importante son las canciones, los textos, esa belleza que hay en dos acordes bien colocados. Con respecto a los otros, los que ya gozan de una cierta posición artística, creo que hay de todo, pero si no se conserva una cierta inquietud por seguir buscando ese acorde perdido, ese color en la paleta con el que hacer el cuadro perfecto que nunca llega, la cosa deja de ser interesante. Para el que lo hace y para el público. Lo bonito es seguir en el camino, no llegar nunca a la meta, porque entonces lo único que puedes hacer es sentarte a descansar y, como alguien dijo, ya descansaré bastante cuando me muera...

–Construir un edificio ahora, con los tiempos que corren, parece que no es un idílico quehacer. Pero ¿construir una canción –letra y música– puede resultar más nutritivo en tiempos de crisis?

–Nutritivo no lo sé, pocos son los que comen de este oficio. No obstante, sí alimenta el espíritu, el estado de ánimo. Y lo digo sin ningún tipo de connotación religiosa, por supuesto. Volvemos al tema de antes, las canciones son los pilares sobre el que uno construye sus propios cimientos, un poco salvavidas de la realidad, de esas crisis que algunos parece que han descubierto ahora. Desde hace veinte años se lleva diciendo que hay crisis en el mundo de la música cuando lo que se quiere decir realmente es que hay crisis en el negocio. Se agotó la gallina de los huevos de oro, pero la música, la gente que hace canciones, ha estado siempre y seguirá estando. Otra cosa es que los vendedores no lo hayan entendido aún, y que ahora un disco no tenga ningún valor. Pero se lo han cargado ellos mismos. Supongo que por eso prefiero grabar y editar mis propios álbumes con toda la calma del mundo.

–Tus textos rebuscan entre generaciones, y la gran pelea sigue armando una barricada (de desamor, de incomunicación, de rebeldía, de canallismo...). ¿Hemos aprendido algo de las revoluciones (incluso culturales)?

–Creo que sí. Hemos aprendido a no callarnos, a decir las cosas buscando el camino para llegar a la gente. En mi caso, el tema del desamor –o del amor, que viene a ser lo mismo– es un tema recurrente en el que confluyen esas cosas que dices, la incomunicación, la rebeldía (cuando alguien te rechaza), y por supuesto eso lo entiende cualquiera, sea de la generación que sea. También he intentado escribir otro tipo de canciones, más políticas, por llamarlas de alguna manera, pero reconozco mi fracaso en ese sentido. Nunca me he quedado satisfecho con el resultado y las he desechado. Supongo que me enamorado, me han dejado o he dejado más veces de las que me he enfrentado con asuntos sociales (risas).

(...Continuará en el próximo número)

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