Luke

Luke nº 102 - Enero 2009
ISSN: 1578-8644
Enrique Gutiérrez Ordorika

El duelo

Mientras fui un fracasado acumulé experiencia, cultura y
conocimiento de la vida, fui formando mi gusto y mis concepciones
artísticas. Y después, cuando llegué a ser realizador, empecé a distribuir
todo aquello, a darlo, y prácticamente, no volvía acumular nada.

Mijail Romm

Hay instantes en que el universo parece que se detiene y juega sus dados. Joseph Conrad anotó, al menos, tres apreciables y uno invisible: nacimiento, vida, muerte e imaginación. Los testigos del desafío, ofertantes de los oficios, resumimos en dos nuestra inquebrantable simpleza: noche y día, muerte y misericordia. La defensa del honor o la razón no es más que una estratagema para atrapar la verdad: en el origen no hubo motivo. El agujero, el vientre o la mujer tan sólo fueron una puerta.

Duelo en Strasbourg, 1805, sol de junio y luna nueva. El teniente de húsares Gabriel Fedaud hiere con certera y rápida estocada de florete al teniente de húsares Armand D’Hubert. El inicio de la Tercera Guerra de Coalición obliga a suspender las investigaciones encaminadas a esclarecer la gravedad de la ofensa.

Duelo en Lübeck, 1807, sol de marzo y luna creciente. Los capitanes de caballería Gabriel Fedaud y Armand D’Hubert terminan malheridos tras un combate inconcluso con espadas, detenido solamente por la extrema extenuación de ambos contendientes. Aumenta la curiosidad por el enigmático agravio al que, el convencimiento general y los primeros análisis científicos, atribuyen una causa sobre la que es conveniente guardar silencio.

Duelo en Kovno, 1812, sol de diciembre y luna llena. El coronel Armand D’Hubert hiere gravemente en la cabeza con su sable al coronel Gabriel Fedaud en un combate a caballo. Nosotros nos olvidamos de los desconocidos precedentes que acaban de confirmar su gravedad y comenzamos a preocuparnos por sus consecuencias.

Duelo en Reims, 1815, sol de septiembre y luna menguante. Al general de campo Armand D’Hubert le queda una bala en la pistola que apunta al pecho del general Gabriel Fedaud que, a dos metros de distancia, espera desarmado. Su vida le pertenece.

Entonces es cuando un recién llegado pregunta por la ofensa, y los padrinos nos miramos silenciosos. La imagen evoca la gravedad, la gravedad sombría del drama... Habitamos este planeta y compartimos atracción con nuestro satélite. Juntos viajamos dando vueltas y vueltas al sol, pretendiendo descubrir el porqué del origen. ¿Y si no existiera? Al menos, ahora sabemos que, al igual que a la luna, la luz no nos pertenece.

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