Luke

Luke nº 102 - Enero 2009
ISSN: 1578-8644
Lalo Borja

La mirada profunda de Fernell Franco

El 2 de enero de 2006, a la edad de 63 años, el fotógrafo colombiano Fernell Franco murió de un paro cardiaco, justo cuando su arte empezaba a recibir reconocimiento internacional. El año anterior su obra había sido admirada en Buenos Aires y Madrid.

En Cali, su ciudad adoptiva, media docena de sitios repartidos entre galerías, museos y universidades habían celebrado su talento con una gran exposición múltiple. Con anterioridad y de manera esporádica, Berlín, México y La Habana habían sido ya testigos de su talante visionario.

Muchos llegaron a pensar que su trabajo, en el que invirtió la mayor parte de cuarenta años de continua labor, dispersa entre fotografía callejera, periodismo y publicidad, habría de quedar en el olvido como quedan muchas de las realizaciones de artistas soñadores en el trópico. Afortunadamente no ha sido así.

La Universidad de Harvard, a través de la Fundación David Rockefeller, ha adquirido la obra fotográfica de Fernell Franco en su totalidad. Son cerca de cuarenta y cinco mil negativos que están siendo digitalizados para luego ser expuestos al público internacional a través de exhibiciones, publicaciones y divulgación cultural por todo lo alto. Su trayectoria es una constante en ascenso; desde sus inicios en la humilde profesión de mensajero de laboratorio, a fotógrafo público, a reportero gráfico y a fotógrafo de publicidad –donde su genio está apenas siendo reconocido– llegaremos finalmente a la esencia de su trabajo artístico.

Es allí donde brilla la mirada profunda de este hombre que en vida buscó la sobriedad de su visión en un cuarto oscuro a solas con sus negativos. De estos se puede deducir que aquello que impulsaba su obra no era más que la casi imposible tarea de preservar los cambios sociales, culturales y arquitectónicos de una ciudad en un flujo vertiginoso de expansión.

La obra de este fotógrafo nos muestra aspectos ignorados de un país ya desconocido para muchos, a partir del examen de una ciudad en su taxonomía de una arquitectura tradicional en vías de extinción; en el registro de la transición de su folclore urbano adormilado hacia una modernidad mal entendida. Allí vemos retratados los rituales de barrio en la serie “Galladas”, su estudio de bandas de adolescentes en polvorientas esquinas que empezaban a ser sacudidas por el terremoto del narcotráfico y la alucinación del dinero fácil. No menos importante es su serie silenciosa, profundamente influenciada por la violencia de un país convulsionado, titulada “Amarrados”, donde la carga simbólica está representada por grandes bultos atados con sogas en los mercados de pueblos y ciudades en Colombia.

Fue la crítica de arte y curadora María Iovino quien mejor la definió en el catálogo de su obra: “En las imágenes de Franco se desentrañan la relación férrea y desconfiada que se tiene con lo poco o con lo mucho que se posee en los países en conflicto; la dramática inestabilidad con respecto al lugar en que se habita; el misterio, la sobreposición de apañamientos y de soluciones de urgencia que ocultan lo que ha registrado la memoria; y el sentido lúgubre que imparte aún a las manifestaciones de la celebración una historia marcada por el avasallamiento del más débil y por la diferencia extrema”.

Fernell Franco
Foto de Fernell Franco, Cali 1997 © Lalo Borja

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