Luke

Luke nº 102 - Enero 2009
ISSN: 1578-8644
José Morella

Bestiario

El último libro de Julian Barnes, Nothing to be frightened of, es un falso libro de memorias, un falso ensayo, un falso diario y una falsa novela, pero al mismo tiempo es un muy-verdadero-todas-esas-cosas. Si además es un libro sobre el propio miedo a morir que consigue divertirnos a la vez que lidiamos con la idea de que nosotros también vamos a criar malvas, el logro es admirable: un triple salto mortal. ¡Pero qué fácil escribe Barnes lo difícil! No intenta construir ningún texto posmoderno con piezas de fábrica posmoderna: le sale así de natural. No se ven costuras. No se ven ingredientes ni intenciones. El texto es una máquina-Barnes de narrar. Barnes es escritor como un girasol es amarillo. No hace nada, o parece que no haga nada. Fluye y fluye como un pez o un ciclista cuesta abajo por las páginas de un libro cuya idea original disuadiría del proyecto a la mayoría de escritores que conozco. Para relatar su relación con la muerte se ramifica en decenas de temas y subtemas: nos cuenta muertes literarias y reales, maneras de ver la muerte y de vivirla, anécdotas de músicos, escritores y pintores... Y cosas de su propia vida, como la relación (extraña: muy franca y precisamente por eso siniestra) que tiene su hermano. Y cómo no, la que mantuvo con sus padres. La más importante, sin embargo, la tiene con su admirado Jules Renard, el Virgilio de su particular catábasis: “La escritura –dijo Renard– es una ocupación en la que tienes que demostrar sin cesar tu talento a gente que no tiene ninguno”. Justamente es la escritura el tema-espejo del libro, la otra cara de la muerte. La escritura es el modo de caminar del escritor hacia la muerte. Escritura y muerte: dos piernas. A Barnes no le sale hablar de una sin hablar de la otra. El discurso es a veces irónico, a veces turbulento, a veces inspirador. Siempre fluido y lúcido como pocos. Es envidiable esa forma de escribir como quien piensa y de pensar como quien riega una planta o pela una mandarina. Suave. Un ejemplo: explica cómo, en contacto con la muerte, todo se da a conocer más. Todo se nos desnuda y podemos verlo y sentirlo más directamente. Cuando murió su padre y la madre quedó viuda y sola, Barnes sintió el impulso, tal vez por mala conciencia, de pasar más tiempo con ella del que solía hacerlo. Lo intenta y la visita un poco más que antes, pero jamás consigue pasar varios días en su casa, ni siquiera quedarse a dormir. No podía aguantar su compañía. No podía, dice, “encarar mis propias manifestaciones físicas de aburrimiento, la sensación de que mis espíritus vitales estaban escurriéndoseme a través del agujero de su incansable solipsismo, y sintiendo que el tiempo estaba siendo chupado de mi vida, tiempo que nunca recuperaría, ni antes ni después de la muerte”. Aguzar la comprensión de uno mismo y de los otros; saber reconocer en otra persona un “incansable solipsismo” que antes no podías expresar tan claramente; ese paso nos lo da la cercanía con la muerte. Nada de lo que asustarse.
Nothing to be frightened of