Luke

Luke nº 112 - Diciembre 2009
ISSN: 1578-8644
Vicente Huici

Mirando hacia otra parte: Islands: Onorabile Sicilia

En la parte baja de Racalmuto, en contraste con la luminosa y altiva Fondazione Leonardo Sciascia, hay una vieja y oscura librería donde todavía puede adquirirse un opúsculo que defiende la idea de que la camorra, variante isleña de la mafia, es la honorable institución que ha permitido que los sicilianos hayan sobrevivido a todas sus diferencias.

Esta afirmación puede sorprender al viajero, porque tras la amabilidad generalizada de los sicilianos, que no se suelen saltar ni un stop, hay una presencia latente y aceptada de la onorabile societá que se manifiesta puntualmente en muertes sospechosas y accidentes extraños.

Pero efectivamente, como se puede comprobar al dar los primeros pasos por la isla, Sicilia es muchas Sicilias, la mayor parte de ellas reconstruidas tras el terremoto de 1693, y amontonadas unas sobre otras en clave griega y romana, árabe y normanda, y, por fin, española e italiana.

En cualquier caso, más allá del barroco Palermo, de la islámica Ragusa o de la siempre rica en obras Catania, una buena muestra de esta pluralidad siciliana puede ser la visita a Heraclea, en los alfoces de Agrigento.

Hay allí una Heraclea Minoa, yacimiento griego cuyos restos, todavía en proceso de excavación, configuran una pequeña ciudad con un teatro de bolsillo, murallas y algunas, pocas, casas. Heraclea Minoa está situada sobre un alto acantilado desde donde se divisa toda la costa y al que llega una brisa continua que suaviza el calor y el frío, convirtiendo el paseo entre sus ruinas, salpicadas de pinos y olivos salvajes, en un placer difícilmente descriptible.

Sin embargo, Heraclea Minoa tiene su réplica en una Cattolica Eraclea situada a sus pies, réplica a su vez probablemente inconsciente, del santuario del monte Pellegrino de Palermo dedicado a Santa Rosalía que, rodeado de los exvotos más tenebrosos, puede poner los pelos de punta al más aguerrido.

Tanto Giuseppe Tomasi di Lampedusa como, más recientemente, Leonardo Sciascia o Andrea Camilleri han intentado captar esta pluralidad siciliana, y sus libros sirven sin duda de una gran ayuda para no despistarse entre tantas identidades, o, si se quiere, para aceptarlas todas en un ejercicio que no gustará a algunos, siempre proclives a un dios, a una patria y a una bandera.

Pero para comenzar a apreciar tanta diversidad, y mientras se observa detenidamente el paisaje y el paisanaje, se puede degustar en cualquier café de la isla una granitá al limmone con un brioche caliente. Resulta una breve y contundente introducción gastronómica a todo su sincretismo cultural.

Heraclea Minoa