Luke

Luke nº 112 - Diciembre 2009
ISSN: 1578-8644
Enrique Gutiérrez Ordorika

Parábolas

Augurio
Llorarás, llorarás, como esas olas muertas que humedecen la costa al anochecer y los siglos anotan cuando hacen balance de los pedazos que le faltan al arrecife.

La ubre de la vaca
Aquel falso optimismo, aquella confianza en la premonición, aquella soledad, aquella amargura… Si ordeñas las ubres del instante también darás tragos al desconsuelo, también te alimentarás con la mala leche de la vaca, también culparás al que sembró el sabor de la hierba, también provocarás la coz; y, a pesar de todo ese furor, regresarás al establo a llenar el cántaro, hirviéndolo para alimentar con él a la prole, llorando en soledad, porque también así se sobrevive.

El penúltimo consejo
Si pierdes tu sombra y no alumbra el sol de mediodía, busca al grabador de lápidas. Pídele que recite en voz alta tu epitafio. Y, si es breve y te contiene, da gracias porque es superflua tu pérdida y has encontrado refugio en el corazón de los amigos.

Combustión e interrogantes
¿Cuántas palabras encienden el motor del pájaro? ¿Cuántas el insomnio que corroe su sangre? ¿Cuántas el guiño que intuye su desgracia? ¿Cuántas el santuario y la profunda mentira que sepultan las letras de su primer nombre? ¿Cuántas palabras..., cuántas puedo borrar sin herirle? ¿Cuáles resultan superficiales? ¿Contiene un idioma en su silbido? ¿Aprenderé a volar? ¿Será mi silencio silencioso?

Autor giro
El girasol que mira a la luna anuncia soledad. El sol de la mañana retratará su muerte. Sentirá en la espalda la larga sombra de sus hermanos.

Las Memorias del Chamán

I
Si la pulmonía no hubiera matado al hijo de Cochise, habrían sido menos los seguidores de Gerónimo. Si hubiéramos nacido inmortales, habríamos soportado el sufrimiento. Al perdedor no le asusta la derrota. La victoria es el único habitante de lo desconocido.
II
Contad los supervivientes y la generosidad de la prudencia, y de rodillas sobre la frialdad de la lápida, orad por los inocentes que quedaron tendidos en Wounded Knee. Un velo cubre el rostro del gran espíritu... Es la vergüenza. Los guerreros que cabalgaban con Caballo Loco no hacen reverencias a los dioses. Como los marineros que doblan el Cabo de Hornos llevan su propio sol anudado al lóbulo de sus orejas.
Si aún vives... Llegará la noche y seguirá alumbrando la luna. A la muerte ¿qué le importa la calma? La verdadera existencia es salvaje como el alarido.
III
El lamento del anciano moribundo sobre la nieve y el rifle sin balas en las manos del sordo, hermanados con el búfalo en la hora de la matanza, aguardando a que el cuchillo del desollador se cobre el pellejo en el que agoniza el orgullo. Al lado las aguas del arroyo sin poder caminar por la rodilla rota. Y el árbol sagrado secándose, dándole la espalda a la pradera.