Luke

Luke nº 105 - Abril 2009
ISSN: 1578-8644
Ricardo Triviño Sánchez

COMIC: Lo que nos falta y lo que nos llena

Esta no es una reseña sobre un autor de cómic, sino sobre un humorista gráfico: cabe distinguir que el primero utiliza secuencias de viñetas para narrar una historia y el segundo utiliza una única ilustración, con texto o sin él, para mover a risa o reflexión. Bueno, en realidad, no es exactamente una reseña sobre un humorista gráfico, sino sobre un estudio crítico de la obra de un humorista gráfico. Aunque, bien pensado, tampoco es eso. Más bien es un intento de reflexionar sobre algo que debería estar y, sin embargo, no está. O… en fin, mejor será empezar.

La editorial CTO publicó en 2008 el estudio Llorar es sonreír despacio: El impacto de las viñetas de El Roto, de Iván Carabaño, médico, ensayista y poeta. En sus páginas, trescientos chistes del humorista del diario El País son diseccionados en un intento de conocer los medios que utiliza para despertar la risa y la conciencia de sus lectores, así como sus posibles fuentes e influencias. Carabaño procura abarcar por igual el apartado gráfico y el textual con un preciso inventario de sus elementos. Desgraciadamente, pese a su rigurosa investigación, palpita en el cuerpo del texto una certeza ante la que la gran mayoría de los nuevos críticos de cómic, generalmente venidos de terrenos literarios, acabamos capitulando.

El actual éxito de la viñeta ha llevado a que mucha gente, con mayor o menor afición por los tebeos pero sin una especialización concreta en el llamado “arte secuencial”, se interese y vea en la crítica una posible vía profesional o, sencillamente, un hobby. Se comprueba así cómo, a la hora de reseñar una historieta, los análisis suelen ahondar en la narración y en las posibles fuentes, pero dejan de lado cualquier comentario sobre los recursos gráficos utilizados. Obviamente, no todo el mundo va a poder trabajar en The Comics Journal ni ser Antoni Guiral o Scott McCloud. Nadie va aquí a imponer ahora ningún nivel de exigencia, cosa que sí que es probable que suceda (si no está sucediendo ya) con la institucionalización del cómic. No obstante, esto no exime a los reseñadores y reseñadoras de cómic que han surgido con la fiebre viñetil que suframos de esta carencia que hace cojear nuestras reseñas.

Las palabras de Carabaño sucumben ante dicho agujero negro. Su examen gráfico resulta superficial al limitarse a biografiar a los artistas que podrían relacionarse con El Roto o listar los elementos recurrentes de sus viñetas, sin entrar en el estudio del trazo ni de los materiales o las técnicas de las que se sirve. Asimismo, adolece de falta de claridad en el uso de algunos términos, o en su ausencia, para poder describir el objeto (si es que los hay, ya que acaso estén en proceso de creación). Estos traspiés no desmerecen, sin embargo, todo el trabajo que Iván Carabaño ha abordado al intentar analizar a El Roto, ese autor magnífico y complejo que constantemente nos recuerda, justamente, nuestras faltas.

Llorar es sonreír despacio es un libro con el que los iniciados al estudio del humor gráfico y al cómic no pueden quedar insatisfechos: causa adicción y rebosa de sugerencias y referencias a libros, artículos y páginas de Internet donde seguir saciando la curiosidad y sed de descubrimiento. Tampoco se sentirán defraudados aquellos que buscan perfeccionar su crítica del medio. Por suerte, el discurso del cómic se está creando y todavía podemos dirigir nuestro camino lejos de la entronización hacia una cooperación mutua que nos permita rellenar todos esos socavones donde aún “torpezamos”. ¡Ups!

Llorar es sonreír despacio