Luke nº99 Septiembre 2008

Escrituras II: Triunfo y decadencia de la novela.

La actual preponderancia de la novela que determina el cuadro escritor/a=novelista y lector/a= consumidor/a de novelas se consolidó en el siglo XIX de la mano de autores como Stendhal o Balzac. Anteriormente la novela había sido considerada un género inclinado hacia la fantasía, enhebrado con hilos más o menos greco-romanos, pero recubierto del sentido finalista de la tradición judeo-cristiana. Cuando triunfó como forma narrativa, se vio en ella una actualización de la gran tragedia griega (Bourneuf, R. – Ouellet, R. “La novela” Ed. Ariel, Barcelona, 1983).

El triunfo de la novela se debió, al parecer, a dos circunstancias históricas concurrentes. Por un lado a la conquista del poder político por la burguesía en la mayoría de los estados occidentales. Y, por otro lado, a la aparición de nuevas condiciones históricas - como la extensión de la alfabetización, la publicación de periódicos o la expansión de las imprentas - que democratizaron la lectura. La novela surgió así como la forma narrativa por excelencia de la burguesía triunfante y su realismo no fue sino una plasmación del crudo realismo de que dicha burguesía hacía gala alejando de sí cualquier veleidad artística aristocratizante. El subgénero que más se desarrolló fue el de la “novela de formación”, que desde Las penas del joven Werther de Goethe, Vida de Henri Brulard de Stendhal, La educación sentimental de Flaubert, o Las tribulaciones del estudiante Törless de Musil no ha cesado de intentar explicar a sus coetáneos cómo cualquier joven termina por aburguesarse a pesar de que se resista a ello en los primeros años de su vida.

Entre los cambios que acompañaron a las circunstancias apuntadas no se puede dejar de mencionar el que afectó a los propios escritores que de ser sostenidos por el mecenazgo de la aristocracia pasaron a ser , como muy bien ha indicado Pierre Bourdieu (“Las reglas del arte -Génesis y estructura del campo literario”. Ed. Anagrama, Madrid, 1995), unos trabajadores - ahora diríamos autónomos- que debían vender sus productos, las novelas, en el nuevo mercado de la literatura.

La crisis del poder burgués, manifiesta tanto en la Primera Guerra Mundial como en la Revolución Rusa de 1917 fue percibida pronto por los pensadores occidentales, pero también por los escritores. Se desató entonces un movimiento anti-burgués que propugnó más o menos conscientemente la abolición del mundo simbólico de la burguesía atacando uno de sus dispositivos discursivos, es decir, la novela. Comenzaron así a editarse anti- novelas, como En busca del tiempo perdido (1919) de Proust o el Ulysses ( 1922) de Joyce, que intentaban deshacer el linealismo triunfante de la novela burguesa e impedir la calmante reconciliación que proponía. Los años treinta no supusieron una tregua y, tras la Segunda Guerra Mundial, la ideología burguesa sobrevivió gracias a su postulación como alternativa a los excesos del fascismo, pero su mundo simbólico continuó en crisis y buena prueba de ello fue, por ejemplo, el “nouveau roman” francés que con autores como Alain Robbe-Grillet o Claude Simon insistieron, aunque de manera más moderada, en la ruptura con el modelo de novela realista del siglo XIX.

Sin embargo, la caída del icono mayor anti-burgués, la Unión Soviética, y el aburguesamiento progresivo de la República Popular China han impuesto nuevas y mejores condiciones para el reasentamiento de la burguesía tanto como poder político-ideológico como para la reimplantación de su mundo simbólico. Así, la novela, como forma mayor de auto-narración de la burguesía, campa a su anchas y lo hace ahora bajo una forma nueva de “educación sentimental” colectiva que es la denominada sin rubor “novela histórica”. Pues la llamada “novela histórica” no parece ser sino una huida hacia atrás en la que, como ya nadie puede creer en el futuro de la burguesía como el mejor futuro posible- tan sólo irremediable, pero ¿pudo alguna vez ser de otra manera?- , sólo queda mirar hacia un pasado torpemente inventado, y consolarse pensando que frente a aquello que sumariamente nos describe vino todo esto que nos rodea y que, al cabo, no es tan despreciable.

Hay quien, no obstante, se resiste a esta añagaza escribiendo una narrativa no novelística, pero ni los vientos políticos predominantes ni el mercado – hoy en manos de mega-editoriales y mega-tiendas- le permiten mucha cancha.

Literatura

Vicente Huici

Anciana leyendo de Gerard Dou

La crisis del poder burgués, manifiesta tanto en la Primera Guerra Mundial como en la Revolución Rusa de 1917 fue percibida pronto por los pensadores occidentales, pero también por los escritores. Se desató entonces un movimiento anti-burgués que propugnó más o menos conscientemente la abolición del mundo simbólico de la burguesía atacando uno de sus dispositivos discursivos, es decir, la novela (...)