Luke

Luke nº 100 - Noviembre 2008
ISSN: 1578-8644
Luis Amézaga

Botella a la deriva

un adiós inesperado...

Si el tiempo es cíclico ya me llevas una vuelta de ventaja y antes irás a parar al abrevadero de una nueva biografía. Mi ignorancia basada en el olvido es tal, que sólo conozco si la cara me suena. Y la tuya me será extraña, incluso desagradable si coincidimos ante alguna ventanilla, que es donde ahora divago estas palabras. Dicen que la química funciona, que el duende, que la media naranja, que el reconocimiento de dos almas gemelas. Pero queda la duda como regla inviolable. No quiero recuerdos que sirvan para mantenerte embalsamada en una postal amarilla. He de buscarte en el ahora, pero no sé por dónde empezar. Si tu muerte es sinónimo de adiós definitivo, entonces estoy muerto definitivamente, y todo esto es un juego en manos de un hacedor de piruetas virtuales. Hago como si fuera realidad, por si acaso. No me interesan los espíritus que mueven el cenicero de sitio. No quiero voces mientras duermo. No me sirven las maravillosas coincidencias ni los escalofríos por la columna vertebral. Tendremos que buscar otro código, otro lenguaje que despeje la incógnita que acompaña a las palabras. Te hablo a la nuca que tengo delante y no me respondes. Habremos de acordar la forma que nos sirva a ambos sin quebrar el anodino desgaste de los días. Habremos de buscar leyes físicas que se amolden a tu presencia intangible. No pretendo poner en contacto dos mundos irreconciliables, sólo quiero ponerme en contacto contigo, que nunca debimos separarnos de aquella manera. Las cosas del amor son mejorables. Tú puedes acceder con cierta facilidad a mi sinapsis, pero a mí me cuesta resumir. Un espacio común es posible para los átomos errantes. Te espero cuando acabas de partir. Me llamas cuando acabo de salir. He recibido un mensaje desde tu correo electrónico. Era un virus. Lo seguiré intentando. Nos lo merecemos.

Cara