Luke nº96 Mayo 2008

Apariciones

Acaba de ocurrir otra vez. La ventana más alta de la casa se ha vuelto a iluminar.

Hasta ayer, eso jamás había sucedido. Reconozco que había mirado tantas veces su fachada e imaginado la presencia de luz en alguna de sus ventanas, que casi lo tomé por algo natural. Una interpretación que rápidamente deseché por otra mucho más racional y verosímil: la terrible resaca con la que había amanecido era síntoma inequívoco de que todavía no se habían evaporado los vapores del alcohol trasegado la noche anterior.

Verla brillando de nuevo esta mañana mientras desayunaba, no me ha sentado demasiado bien. Ha sido en el momento en que empezaba a untar el quesito en la tostada, cuando he visto que volvía a iluminarse la ventana del último piso (debe ser el desván de la casa). Una luz amarilla, brillante, ocupaba el lugar de la esperada (y deseable) oscuridad. Y esta vez no había malestares alcohólicos que enturbiasen mi mente. Como sé que no estoy loco, he optado por dejar de mirarla y me he largado corriendo a la oficina.

Hace unos minutos he vuelto del trabajo y todo ha vuelto a empezar. Tenía sed y he ido a la cocina a buscar una cerveza. Al abrir la nevera, he recordado el extraño fenómeno ocurrido durante el desayuno. Y entonces he visto, de nuevo, cómo se iluminaba la ventana del último piso del edificio que aparece dibujado en la tapa de los quesitos El Caserío.

Lo que más me inquieta no es haber visto esa luz en la ventana por tercera vez (e intuir que no va a ser la última), sino la irrefrenable tentación que he empezado a sentir de asomarme y mirar en su interior.

Creación

David Roas

Interior