Luke nº94 Marzo 2008

David Lynch

Catching the big Fish.
Meditation, Consciousness, and Creativity
Jeremy P. Tarcher / Penguin, New York, 2007

Swedenborg decía que al absoluto puede llegarse desde dos senderos, idénticamente plausibles: el que lleva a las alturas de lo sublime, o el descenso a los infiernos. David Lynch escribe este inclasificable libro sobre su búsqueda de absoluto sin decir por cuál de ellos ha optado, pero a la luz de las películas podemos imaginar que su método de meditación trascendental le ha llevado, seguramente, por el segundo.

“Trascendencia” es una palabra muy grandilocuente, y que mueve siempre algunas sonrisas, pero que se resiste a desaparecer. De ello hablo en mi próximo ensayo, Pasadizos, siempre desde una concepción inmanente, esto es: viendo diversas formas en que artistas y escritores han intentado trascender, llegar a alguna forma de absoluto en su obra, sin citar, mirar, o apelar a lo divino o a motivos o dimensiones religiosas. Hay esta voluntad en autores tan distintos como Leopardi o Chillida, Tàpies o Wallace Stevens, Mallarmé o Gaudí. Como digo, hay más inquietudes por este camino de las que se piensa, y leyendo este ensayo-testimonio autobiográfico de Lynch, me ha sorprendido que los directores de Hollywood –por más que Lynch no sea, precisamente, un autor convencional– utilicen también el término trascendencia. El director de Mulholland Drive lo hace desde una perspectiva por completo inmanente, invitando a trascenderse desde un punto de partida puramente interno, mediante la meditación trascendental, que lleva 33 años practicando y a la que debe –según sus palabras– sus mejores ideas e intuciones, esos “grandes peces” a los que el título hace referencia. Lynch explica el modo en que pesca el “gran pez” que duerme en las profundidades de la conciencia, en ese “pure bliss” o puro éxtasis de la inmersión total en las capas inferiores, en lo que desde Jung se llama inconsciente. Su método alcanza esas profundidades pelágicas de la conciencia, a la cuales por lo común sólo accedemos en los sueños o estados de coma, mediante el abandono meditativo. Explicar esa experiencia y ese proceso es el punto de partida de este libro –si fuera el de llegada, no lo estaríamos recomendando, desde luego–, que luego gana enteros al pasar el director a explicar su proceso creativo, su forma de idear cine, y algunas otras joyas que nos hacen presenciar el taller mental de las películas de Lynch. También tiene algunas sugestivas opiniones finales sobre la revolución del vídeo digital: "We live in a digital world, now, and I love it -I`m never going back to film" (p. 179), asegura terminante.

No debemos buscar aquí pistas para entender sus a veces herméticas historias (algo que, como el propio autor aclara, sólo puede hacerse por intuición), sino más bien opiniones libres sobre el modo de entender el cine de uno de sus más interesantes y libérrimos el cine de uno de sus más interesantes y libérrimos cultivadores actuales. Y lo es no sólo por su excelente tratamiento estético de la imagen, por su valiosa dirección de actores, la ambientación musical, puesta en escena y ritmo de secuencias de sus cintas, sino porque es capaz de hacer una obra fílmica que tiene cientos de miles o millones de seguidores en todo el mundo, sin dejar de ser un autor experimental: “to me, every film, every project, is an experiment” (p. 29), escribe. Las personas que, inconcebiblemente, dicen que está todo escrito, todo rodado y todo compuesto, no deben ir a las películas de Lynch (ni a las de Greenaway, ni a las de Solonz, ni a las de Wong Kar Wai, ni a las de Cronenberg, ni a tantas otras); cada obra de Lynch dice algo nuevo, algo que no habíamos visto, y la experiencia de su contemplación, como él mismo dice, es algo que no estaba ahí antes de rodarse. Estas cosas son obvias y las repite uno mucho, pero quizá hacen falta citas de autoridad como las de Lynch para convencer a ciertas personas de lo obvio. De la singularidad del autor de Terciopelo azul es buena muestra este libro; un volumen aparentemente menor pero en el que su autor, con una prosa inocente, corta, carente por completo de ambiciones, consigue llevarnos a lugares desde los cuales contemplamos precipicios. Lynch es lo inquietante. Consigue ponernos, en su cine y también a veces en Catching the big Fish, al borde de nosotros mismos. Algo sólo al alcance de muy pocos, y Lynch entre ellos.

Literatura

Vicente Luis Mora

Portada Catching the big Fish

Su método alcanza esas profundidades pelágicas de la conciencia, a la cuales por lo común sólo accedemos en los sueños o estados de coma, mediante el abandono meditativo. Explicar esa experiencia y ese proceso es el punto de partida de este libro (...)