Luke nº97 Junio 2008

Un fragmento a modo de epílogo

- No hay escapatoria -dice el contador de cuentos-. La realidad le da una nueva vuelta al reloj de arena e impone  siempre el presente. Pero, aunque hayas dejado de ser niño, nunca se termina de aprender a vivir. El libro siempre se encuentra abierto por la mitad independientemente de que las páginas anteriores hayan sido arrancadas y las siguientes estén por escribir.

Este es un fragmento breve e incorpora dos imágenes ajenas: una representa el occidente, y la otra el oriente de una elección.

En el occidente dice el americano Walt Whitman:

"No vaciles, pues oh Libro. Cumple tu destino.
No te limites a rememorar la tierra.
Vamos, hazte a la mar y canta; lleva por el azul ilimitado a todo el mar

Esta canción dedicada a todos los marineros y todos los navíos"

En el oriente dice el japonés Ki no Tsurayuki:
"Las nubes
parecen olas.
¡Quiero ver a un pescador
para preguntarle y saber
dónde está el mar!"

Tú, querido lector o querida lectora, recuerda que estás con el libro de tu vida abierto en la mitad que te toca, buscando el mar sobre un barco que abandonó el mar y ahora se halla varado en la cima de una verde colina.

-¿Te imaginas -dice el contador de cuentos- que llegara un día en que alguien narre un cuento en el que aparece un barco y al terminar, la gente de Santurtzi preguntase para qué sirven los barcos?

Este no es más que un fragmento a modo de epílogo para terminar un baldío intento por recomponer un puzzle de la memoria que comenzó en el ombligo.

Es sin duda significativo que los griegos empleasen la palabra omphalos para designar a la vez el ombligo y la piedra que indicaba el centro del mundo.

Para saber quiénes somos necesitamos tener un lugar de donde venir; la pérdida de la memoria conduce a que nos veamos atrapados en una existencia ilusoria que acarrea el vacío sentimental más absoluto. Eso no implica que tengamos que regodearnos en la nostalgia, ni reivindicar un pasado que no volverá.

Como dice el premio nóbel irlandés Seamus Heaney: Ya no somos inocentes, ya no somos simples parroquianos de lo local. Aprovechamos la Pascua para viajar a París, somos ciudadanos de un mundo cada vez más globalizado. Pero cuando intentamos descubrir la historia de nuestra sensibilidad, debemos buscar la continuidad en el elemento estable de la tierra en la que reside nuestra propia memoria.

El contador de cuentos se despide, se va con su mochila repleta de historias hacia el sur. Hacia ese sur por el que las caravanas de beduinos acampan junto a los oasis en los que se abastecen del agua que les permite cruzar los desiertos. Edith está sentada en la mecedora leyendo el cuaderno de pastas de hule y sueña con ser la bendita vencedora del pasado, pero sabe que su poesía nunca será más que un leve susurro. Y yo, simplemente, apago el ordenador y me asomo a la ventana para contemplar las calles de Santurtzi y ver si se oye en la lejanía el relincho de unos caballos que pastan en prados islandeses.

Opinión

Enrique Gutiérrez Ordorika

Tenerife

Desvelar lo oculto es ver más allá de lo que se ve, es admitir que para vivir hay que dejar espacios en los que uno lanza la piedra a la oscuridad del pozo y en su imaginación resuena la zambullida de la piedra en el agua aunque la cueva nunca llegara al mar. Tampoco el cielo es en realidad azul y nos trasmite alegría cuando lo vemos azul al mirar por la ventana (...)

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