Luke nº98 Julio - Agosto 2008

Entrevista a Federico Fernández Giordano

1–Federico Fernández Giordano es de origen uruguayo aunque reside en Barcelona desde niño. Su novela “El libro de Nobac” fue galardonada con el V Premio Minotauro de Ciencia Ficción y Literatura Fantástica. Su anterior novela publicada, “Los justos”, fue asimismo ganadora del I Premio de Novela El Andén Express 2007. Ambas novelas incurren a su modo en el terreno de lo fantástico. ¿Cómo se formó el escritor y, más concretamente, cómo llegó a convertirse en autor de literatura fantástica?

Recuerdo que empecé escribiendo cuentos fantásticos de forma natural, previa lectura y entusiasmo por los maestros del género, pero lo cierto es que siempre me ha resultado peliagudo hacer distinciones certeras entre realidad y fantasía. Por más que las voces cientificistas se empeñen en querer explicar la vida de un modo racional, lo fantástico (lo inexplicable) forma parte de la realidad. A día de hoy, la realidad es un escenario de fenómenos y representaciones físicas más o menos incomprensibles, con todos los descubrimientos y casos que la ciencia nos muestra y para los que carecemos de respuesta. Hace tiempo que la realidad se ha convertido en un aspecto de la literatura fantástica. Las teorías atomistas, la física cuántica, los fenómenos del cosmos, por no hablar del absurdo, de la confusión ideológica, política y social que rige sobre las relaciones humanas… todo ello conforma un cuadro poco menos que extraordinario, y en ocasiones, la realidad cotidiana es algo tan difícil de constatar o comprender como podría serlo un hecho milagroso. Por todo ello, encontraría absurdo definirme a mí mismo como autor de géneros. Ante todo, un escritor se escribe a sí mismo.

2- En tu novela se aúnan diferentes géneros literarios como el género policiaco, la novela de misterio, el fantástico… ¿Cómo la definirías? ¿Cuáles fueron tus referentes o influencias?

Por un lado, cabría preguntarse por las influencias que dan alas a una novela de este tipo, que incurre deliberadamente en una cierta mixtura de géneros, y por otro, habría que considerar las influencias generales como escritor más allá de “El libro de Nobac”. La novela policiaca racionalista no me interesa; antes bien, concibo que el género policiaco también puede ser un género estupendo a la hora de plantear “problemas sin solución”, un poco como ya hacían los autores del noveau roman, dándole la vuelta a las convenciones, con su manera de concebir estructuras laberínticas, en las que se pierden o se difuminan las coordenadas clásicas de la narrativa policiaca o de misterio. El planteamiento de una mente ordenadora, cuyas facultades deductivas lo conducen a dilucidar sin reservas el misterio de quién mató al jardinero, es sólo un mero pasatiempos o ejercicio de habilidad, no hay en ello profundidad ni posible reconocimiento, porque no es eso lo que nos ocurre a las personas. De ahí que optara por entremezclar el género fantástico con el poiliciaco: la razón enfrentada a su negación, la horma de su zapato, enfrentada así a su propia inefectividad en lo que concierne a explicar las verdaderas pulsiones que gobiernan y determinan al ser humano. Con el auge de la novela realista francesa del siglo XIX, el género fantástico sufrió un claro descenso en la opinión pública. Desde entonces, a pesar de que ha habido grandísimos cultores de este género, es como si el género realista fuese la única manera de acceder a la crítica especializada, a la “inteligentsia”. Pero esto es un error de apreciación; el género fantástico es el género más antiguo del mundo, ya existía en las antiguas civilizaciones, y de un modo u otro ha pervivido a lo largo de la historia. La literatura fantástica es la literatura más pura, la más fiel a la realidad, por paradójico que pueda parecer, porque en ella cristaliza la esencia soñadora e irracional que define al hombre de todos los tiempos.

3- En tu ficha se lee que has sido crítico literario. Cuéntanos cómo se lleva el estar al otro lado.

Vargas Llosa escribió que una buena crítica ha de incluir documentación, contextualización y opinión a partes iguales. Yo he intentado siempre ceñirme a esta premisa, aunque en alguna ocasión haya podido ser un poco duro con alguien. Sin embargo, hay un último aspecto que puede resultar beneficioso para un crítico, y es la cualidad de ser a la vez un creador. Un crítico literario que además sea escritor ya no es sólo un teórico, sino que conoce en su propia carne, por la vía de la práctica, los procesos técnicos de los que habla. No sé si eso es mejor o peor para ser crítico, pero al menos, de este modo, el crítico también se moja, no se limita a contemplar y analizar desde la inmunidad de su palco, sino que baja a la arena y se expone a que lo devoren los leones.

4- Se ha hablado mucho de las referencias y homenajes a autores como Poe, Borges, Bioy Casares... ¿Qué hay de ello en esta novela?

La verdad es que el tema de los “homenajes” se ha salido de madre. Poe es un escritor muy poco “moderno”, destila un tufo decimonónico por los cuatro costados, de manera que cuando leo que en esta novela he fusilado el estilo del autor de “El cuervo”, no puedo sino esbozar una sonrisa amarga. Y los temas que podrían tildarse de “borgianos” son en verdad temas universales. Introducir esos guiños-homenajes era mi manera de contribuir a la recuperación de un tipo de literatura fantástica que tiende a pasar inadvertido frente a toda la armada de Harry Potters, libros de dragones y mazmorras sin ningún valor literario y toda esa “literatura de entretenimiento”, ladrillazos interminables de palabrería hueca que atiborran las librerías y embotan la sensibilidad de los lectores. Por otra parte, el hecho de incluir referencias literarias, musicales, culturales, etc, es una forma de literatura autorreferente, por aquello de “libros que hablan de libros”, “cine que habla de cine”, etc. En definitiva, la cultura, como expresión inequívoca del alma y el pensamiento humanos, sólo puede hacer referencia a sí misma, sólo puede hablar de sí misma desde el momento en que el pensamiento es un sistema “cerrado”, que siempre regresa sobre sí mismo y al que no le es lícito postularse más allá de sus límites. Por aquello de “los límites de mi pensamiento son los límites de mi mundo” que decía Wittgenstein.

5- La novela aborda el mito del homúnculo, la criatura o personaje que cobra conciencia de sí mismo y va en busca de su creador…

Siempre me ha atraído la idea del personaje que no sabe que es un personaje, el fantasma que no sabe que es un fantasma, y que por ende se cree real. A los humanos nos ocurre esto mismo. Creemos ser un algo, un yo, una identidad, como forma de dar orden y sujeción a todo ese magma disperso, oscilante e inestable que habita en nuestro interior, pero en verdad no hay un yo, no hay una identidad, el hombre nunca es el mismo, nadie se comporta siempre y en todo momento de la misma manera, de forma que la integridad (el ser) es una ilusión. Como le ocurre a Frankenstein, a los hombres se nos niega la posibilidad de buscar a nuestro creador e interrogarlo sobre tales o cuales cuestiones, de manera que unos se inventan padres espirituales, otros ídolos racionales… Y, como en Fausto, finalmente todas esas quimeras intelectuales nos llevarán a un final anunciado, que no es otro que el de cobrar conciencia de nuestra propia insignificancia, de nuestro papel en un orden de cosas que a menudo queda fuera de nuestro control.

6- ¿Cuáles serían los temas centrales de la novela?

La verdad es que han sido muchos los aspectos o intereses personales que he tratado de volcar en esta historia, pero podríamos citar la ambigüedad de la identidad, así como las relaciones de amor/odio o dependencia enfermiza entre las personas, la búsqueda del creador, el fenómeno del libro que es un reflejo literal de la vida… Pero también la recomposición a través de la memoria, la reconstrucción de la realidad, los procesos inconscientes que determinan lo consciente, la búsqueda de algo que desconocemos pero que sin embargo se halla estrechamente relacionado con nosotros… Y por supuesto la relación triangular entre escritor, ficción y realidad.

7–En el blog Saturnalia www.saturnalia-cultura.blogspot.com donde colaboras, seleccionaste una cita de Eugène Viollet le Duc que reza: “Debemos encontrar esa creatividad a través de un conocimiento preciso de las obras de nuestros antecesores. No es que tal conocimiento deba llevarnos a imitarles ciegamente, sino más bien a revelarnos y a poner a nuestra disposición todas las técnicas secretas de nuestros predecesores.” ¿Es un epígrafe perfecto para El libro de Nobac?

Ignoro si mi novela cumple al pie de la letra este epígrafe de Viollet le Duc, pero es cierto que me parece un buen consejo para cualquier creador. A menudo se tiende a pensar que todo está hecho, que no es posible hacer nada nuevo… Sin embargo no encuentro constructivo adoptar esa clase de actitud, como tampoco lo es obsesionarse con la originalidad. Desde el momento en que se comprende que formamos parte de un cuerpo multiforme y complejo como es la cultura, profundamente arraigado en siglos de tradición y contra-tradición a nuestras espaldas, y que ese cuerpo ha encontrado siempre las vías por las que condensarse o abrirse paso, es entonces cuando la creación se libera de toda inhibición y evoluciona positivamente.

8–Importantes escritores uruguayos –Horacio Quiroga, Felisberto Hernández, Mario Levrero– han cultivado, de una manera u otra, el género fantástico. ¿Reconoces algún tipo de influencia de sus libros en lo que escribes?

La influencia de Quiroga es insoslayable pues forma parte de mis héroes literarios, desde que tuve acceso a sus relatos siendo niño (por qué un niño de pocos años tenía libre acceso a las obras de Quiroga es algo que queda en el abismo de las incógnitas ontológicas de la biblioteca de mi padre). De Felisberto y Levrero, destacaría la cualidad de ser ambos “inclasificables”. Es posible que la verdadera literatura sea un ser impreciso, un animal multiforme de cuya auténtica naturaleza no estamos seguros.

9- Sabemos que has escrito guiones cinematográficos en colaboración con Manuel Carballo, ¿cómo han sido esos trabajos?

Mi colaboración en el film “El último justo”, producido por Filmax, Lemmon-Films y Ensueño Films y que se estrenó el pasado mes de febrero en España tras su presentación en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges 07’, se reduce a la de argumentista. Digamos que tuve participación en la idea original y en algunas versiones iniciales del guión, aunque posteriormente el proyecto se desvincularía por completo de mis manos.

10- Además de escritor eres músico. ¿Cómo te ha influenciado esta doble vía creativa?

La música es indisoluble de la literatura, como mínimo en su aspecto rítmico. Es lo que los norteamericanos llaman rhythmn, y de hecho un aspecto que me interesa es el de la fluidez del ritmo narrativo, aunque no por ello carente de arreglos armónicos, de “fraseos” musicales… (incluso las estructuras de la novela son a menudo equiparables a las de una sinfonía). Un buen escritor debe estar dotado para el ritmo y la melodía en la misma medida que un músico debe estar dotado para la prosa y la lírica.

11- ¿Cuáles son tus proyectos de cara al futuro?

Me hallo trabajando en una novela “semi-histórica”, pues transcurre en 1946, en la India, y es una novela aparentemente realista. Digo aparentemente porque el tema de fondo de la novela es precisamente el cuestionamiento de la realidad histórica o de aquello que tenemos por realidad, tema que también se toca tangencialmente en alguna parte de “El libro de Nobac”. Aparte de esto tengo preparados muchos relatos, dos novelas empezadas que combinan el género fantástico con el policiaco y la novela de intriga al estilo de “El libro de Nobac”, así como un ensayo.

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Federico Fernández Giordano

Siempre me ha atraído la idea del personaje que no sabe que es un personaje, el fantasma que no sabe que es un fantasma, y que por ende se cree real. A los humanos nos ocurre esto mismo. Creemos ser un algo, un yo, una identidad, como forma de dar orden y sujeción a todo ese magma disperso, oscilante e inestable que habita en nuestro interior, pero en verdad no hay un yo, no hay una identidad, el hombre nunca es el mismo, nadie se comporta siempre y en todo momento de la misma manera, de forma que la integridad (el ser) es una ilusión (...)