Luke nº95 Abril 2008

El aullido acallado

Preparaos malditos, el horno arde ya en calores propicios al exterminio de las escorias que somos. El infierno es un Miami placentero con palmeras de plástico que no dan sombra. El bronceado en la piel de sus pobladores es tan ficticio como el fantasma tragicómico en un thriller de serie B. Urgen lobotomías. Urgen camisas de fuerza a cuadros escoceses. Urgen fanales agitados por lluvias de sanguijuelas. Lodos de sangre y princesas marchitas. Gólgotas con cruces de diseño. Ya no quedan cobradores con carteras alargadas llamando a puertas de morosos, porque se ha perdido el temor a las hipotecas. Los automóviles tienen cada vez menos pedales y el paisaje tenebroso y el aullido que nos contaba Ginsberg se ha perdido en una nueva generación beat que nació descafeinada. Burroughs y sus acólitos harían hoy el ridículo más espantoso. Se lleva el plagio, se lleva la mierda sintética que ni siquiera apesta. Priva lo ininteligible, lo falso y facilón. Una vez vi un eclipse y algunos me contaron la verdad de lo que sucedía en sus sombras momentáneas. No podría repetirlo sin sonrojo; sin que me tomaran por loco. Los pechos de las estarlettes no son sino grandes gominolas semicuradas, producto de quirófanos en penumbra. Plagiemos, hermanos. Busquemos verdades en las mentiras de los ingenuos que siguen predicando con el ejemplo, gurús para oídos sordos que desfilan por alamedas despobladas. Los desfiles terminaron hace siglos y es imposible recuperar las marciales hileras de hambrientos con fusiles. ¿A quién disparar si los blancos se mueven? Tendrías que verme ahora, soñando un sueño absurdo arrebujado en mi manta azul con flecos. Creando arengas irreverentes que confundan a los legionarios de la verdad caótica. Yo podría conseguirlo si este sueño durase unos minutos más. Pero eso es imposible. Ya amanece y la suciedad del alba asoma ya por entre los barrotes de mi celda sin paredes. Decía la canción: ¿quién vaciará mis bolsillos? Yo añadiría: ¡Idiotas! No es ahí, no perdáis el tiempo en inútiles afanes. La cafetera silba como la locomotora de un tren enloquecido en una vía muerta. Atrévete a despertar. Aún queda tiempo, hijo mío. Un último favor, antes de regresar a la realidad: Deja que yo disfrute de la nostalgia y entone antiguos himnos surrealistas:

Cuando estas junto a mí,
esta habitación no tiene paredes,
sino árboles, árboles infinitos.
Cuando tú estás cerca
y el cielo tiembla sobre nosotros
que permanecemos aquí,
abandonados,
cómo si no hubiese nada más en el mundo...

Opinión

Paco Piquer

fantasma

Plagiemos, hermanos. Busquemos verdades en las mentiras de los ingenuos que siguen predicando con el ejemplo, gurús para oídos sordos que desfilan por alamedas despobladas. Los desfiles terminaron hace siglos y es imposible recuperar las marciales hileras de hambrientos con fusiles (...)