Luke nº95 Abril 2008

Teatro-museo Dalí de Figueres

Intuyo que Dalí debe revolverse en su tumba cada vez que sobre ella cae, traído por el viento, un folleto de su museo. El único nombre que él hubiera aceptado es el de Teatro Museo Gala-Dalí. Y es que el museo es representativo de su extravagante pero polifacética, creativa, surrealista e histriónica forma de ser como persona y artista. A pesar de los ataques que sufrió en sus últimos años de vida, acusado de encargar él mismo la falsificación de sus obras, de no ser el verdadero pintor de sus cuadros – con su misteriosa manía de pintarlos por duplicado-, de su obsesiva persecución del dinero – André Bretón le apodó “Ávida Dollars”, transposición anagrámica de su nombre- y de la abusiva reproducción comercial de sus pinturas, su obra ha quedado como uno de los referentes artísticos del siglo XX. Y si no se le da la trascendencia que tiene es, fundamentalmente, porque los círculos más intelectuales no pudieron soportar su megalomanía, una vanidad que le impelía a reconocerse superior a todos quienes le rodeaban, sin el más mínimo recato. Su “El surrealismo soy yo”, gritado desnudo sobre la mesa, mientras los “gurús” parisinos del movimiento discutían sobre el manifiesto que definiría al mismo, fueron una de las muchas provocaciones que el joven Dalí fue confrontando con aquellos surrealistas de élite, sin duda más conceptuales que prácticos, más recatados que provocadores. El que un impotente tuviera, además, la desvergüenza de quitarle la mujer a uno de los puntales del movimiento, Paul Eluard – “hay otros mundos pero están en éste”-, tampoco les hizo ninguna gracia.

Museo Dalí

Pese a las intrigas de sus enemigos y detractores, Dalí acabó amasando una gran fortuna, a la vez que realizó uno de sus sueños: La construcción del Museo- Teatro, monumental máquina de recaudar dinero gracias a la cual su ciudad natal se rindió a sus pies para siempre. Es sorprendente la cantidad de gente que aún lo visita, muestra evidente de que los menosprecios y bufas académicas no han hecho mella en el pueblo, que sigue gustando de la obra de aquel genial lunático.

Museo Dalí

Paseando por el museo, uno puede hacerse una idea bastante aproximada del universo del Dalí pintor, escultor y megalómano, y contemplar sus iconos más personales. Comenzando por la siempre presente y adorada Gala, a quien veneró casi de forma mística y en cuya relación muchos quisieron ver un simple contrato profesional. Cuesta mucho aceptar esa opinión viendo la omnipresencia de su musa en casi todas las obras expuestas, su infantil dependencia de Gala. Recorriendo las distintas salas del museo, la contemplaremos muchas veces como figura central de las obras, como en “Galarina” o en la “Metamorfosis paranoica del rostro de Gala”, en “Leda atómica”, en “Gala desnuda mirando el mar”y en “Galatea de las esferas”. En numerosos cuadros, Dalí firmaba como Gala-Dalí. Las dos últimas pinturas citadas son, además, una buena muestra de otra característica de su obra: la búsqueda y encuentro de los efectos ópticos. Hoy, de tan reproducidas, tan imitadas y tan fácilmente emulables gracias a la informática, parecen un juego sencillo, pero en su momento tuvieron un gran impacto en sus coetáneos.

Otra de las facetas del versátil Dalí que podemos contemplar en el museo es su admiración y reconocimiento a los maestros clásicos, especialmente a Velázquez, como en “Dalí de espaldas pintando a Gala de espaldas eternizada por seis córneas virtuales provisionalmente reflejadas en seis verdaderos espejos”, un claro homenaje a la obra “Las meninas”. Y, cómo no, las muletas, símbolo de su impotencia, nos salen al paso en todos los rincones del teatro, siendo su representación expuesta más conocida, la del “Autorretrato blanco con bacón frito”. El techo del “Palacio del viento”, así como la instalación del “Rostro de Mae West utilizado como apartamento” nos permiten intuir al Dalí vanidoso y excéntrico. Aquí y allá nos asaltan elefantes de piernas flacas e infinitas, y todo el Museo, en sí, es una gigantesca obra de arte, tan recargada y barroca como el propio genio desorbitado, rebosando en su fachada los excrementos que tanto le obsesionaban, los huevos, los rinocerontes, las estatuas sin entrañas y las ruedas de tractor acopladas como soportes de sus paranoico-críticas creaciones escultóricas.

Corazón

Especial comentario merece la exposición de sus joyas, excesivas, como toda su personalidad pública, pero hermosas y originalísimas, brillantes en su creación y con tiernos detalles como el corazón-joya palpitante; la joya soñada por un amante que ha perdido la mesura de la razón. Es un museo que merece la pena visitar sin prisa, y si alguien echa en falta alguna de sus obras más comerciales, no tiene más que darse un pequeño paseo por las tiendas de souvenirs que acogotan el Museo Teatro como el nudo de una corbata. Allí podrá completar, de modo gratuito, el paseo por el universo del genial catalán.

Para conocer a Dalí en profundidad, El Golem os recomienda la lectura de sus libros “Diario de un genio” y “La vida secreta de Salvador Dalí”, que os harán disfrutar aún más de su inimitable forma de crear un personaje de sí mismo. ¿Genio? ¿Demente? ¿Maestro del marketing? Como él mismo decía: “El que quiere interesar a los demás tiene que provocarlos”.

Literatura

El Golem

Dalí

Recorriendo las distintas salas del museo, la contemplaremos muchas veces como figura central de las obras, como en “Galarina” o en la “Metamorfosis paranoica del rostro de Gala”, en “Leda atómica”, en “Gala desnuda mirando el mar”y en “Galatea de las esferas” (...)