LUKE nº 88

a a a

Literatura

Palabras en el alféizar.

Literatura en la Era Virtual

Javier Martín Ríos

Sin más palabras

Hoy día es impensable hablar de que estamos en el periodo final del libro publicado en soporte de papel, como desde hace más de un lustro vienen apuntando muchos escritores y profesionales de la literatura. El número de libros editados cada año nos hace pensar que aún estamos muy lejos de entrar en la era de la edición virtual, aunque en Internet ya existen editoriales que están experimentando y arriesgando con una vía cultural que tarde o temprano se podría imponer. En la actualidad, estos intentos de buscar un nuevo mercado alternativo en la Red no tiene el peso suficiente para cambiar el estatus establecido en torno al mundo del libro, sobre todo en lo que concierne a la creación literaria. Para el noventa y nueve por ciento de los lectores el acto de la lectura es inseparable con la acción de tener un libro entre las manos. Pero ahora no me atrevo a imaginar cómo será el mundo de la edición dentro de veinticinco años. Sin duda alguna nos encontramos en una etapa de transición y las nuevas generaciones de lectores se están educando en un sistema sociocultural que hace treinta años era inimaginable. Para todos los lectores que hemos nacido a partir de los setenta Internet es una herramienta de trabajo indispensable, de uso tan natural como ver la televisión o escuchar la radio un rato cada día. Y creo que también los lectores nacidos antes de la década de los setenta están bastante familiarizados con el uso de la nueva tecnología, que realmente ya no es tan nueva. Por lo tanto, y en contra de los que hablan de un choque educativo de generaciones difícil de conciliar, podemos afirmar que casi todos los lectores de este principio del siglo XXI ya estamos sumidos en la era virtual. El futuro ya se nos ha echado encima y es inútil aferrarse al pasado.

Con respecto a la literatura, cualquiera puede pasarse horas y horas leyendo páginas en sitios de Internet sin necesidad de pasarse por una librería. Por ejemplo, casi todos los periódicos, incluidos sus suplementos literarios, y numerosas revistas literarias se pueden consultar en línea sin pagar un solo euro de nuestros bolsillos. En este mismo momento, cualquier lector en cualquier parte del mundo que pueda entender y leer la lengua en la que he escrito este artículo está haciendo un acto de lectura. En el espacio virtual no existen las fronteras físicas y las puertas del conocimiento están abiertas de par en par para todo aquella persona que tenga interés o curiosidad por lo que uno escriba. En el alféizar vacío de Internet el lector navega y se detiene en esa infinidad de islas formadas por palabras con la mayor libertad que jamás haya conocido la historia de la humanidad en su larga andadura.

Considero que serán las revistas literarias virtuales las que van a marcar las pautas de edición de la literatura en Internet. Los dos grandes dilemas a la que se enfrenta una empresa cultural de este tipo radican en el control de calidad de lo que se publica y el coste económico que se quiera obtener por el uso del lector de los contenidos de la publicación. Si se cobra por leer, sin duda alguna el número de lectores será mínimo, por no decir inexistente. Si no hay un consejo de redacción que controle las colaboraciones de los escritores, la revista podrá ser una más del montón en este océano virtual sin orillas y no logrará esa calidad de edición que también se exige en la revistas que se editan en papel. Personalmente creo que la publicación de revistas literarias (y no literarias) en formato papel tiene los años contados y se tendrá que dar el salto, tarde o temprano, al espacio virtual. Quizás se mantengan las publicaciones con una larga tradición cultural en cada país (en su mayoría sufragadas con subvención pública), pero todo nuevo intento de fundación de una revista literaria tiene todas las posibilidades de no durar mucho tiempo en las librerías con una sólida tradición literaria, porque sólo éstas son las únicas que apuestan regularmente por colocarlas en sus anaqueles. De tener cientos de posibles lectores en el formato tradicional se podría pasar a tener varios miles mensualmente en el espacio virtual. ¿Por qué no adaptarse a los tiempos en que vivimos? Aunque a uno no le gustan las prisas y aprecia el paso de la vida con tranquilidad y sin muchas estridencias, en el caso de las revistas literarias creo que el futuro se nos está echando encima.

La calidad de una revista literaria en la era virtual debe basarse en la revista tradicional, con los mismos criterios de selección y de línea editorial que toda publicación debe salvaguardar para garantizar el nivel de colaboración. Dotada de un ISNN, que debe proteger la autoría del escritor, la revista virtual cumple el mismo papel que una revista tradicional. Quizás se echa en falta en la revistas virtuales "la paginación de los textos" de los colaboradores para que éstos puedan ser admitidos como contribuciones artísticas, académicas o científicas en el sistema curricular estandarizado por las administraciones públicas. Este aspecto, que apenas se tiene en cuenta por los editores y creadores cibernautas, sería decisivo para que de una vez por todas las revistas virtuales tuvieran la misma aceptación que las revistas tradicionales en formato de papel. Los lectores que se dediquen a la enseñanza en la universidad o en otras instituciones públicas y privadas, sólo por poner un ejemplo, sabrán perfectamente de lo que estoy hablando. Cuando llega la hora de cumplimentar un currículo, muchos artículos quedan fuera por no poder cumplir ciertos requisitos, algunos de ellos realmente nimios.

No sé qué pasará con la edición del libro en un futuro próximo, pero sí podemos aseverar que la era virtual ya está transformando de lleno la edición de las revistas literarias. Los nuevos tiempos apuntan que la edición de revistas en formato de papel está llegando a su fin y los escritores deben ser conscientes de los nuevos espacios que se abren en la Red. Quizás dentro de veinticinco años las revistas que ahora leemos sólo sean un vestigio en los estantes de las frías hemerotecas y todo lo que se edite se hará en Internet. Y no pasará nada, no será una catástrofe cultural. La palabra, como el agua -valiosa la metáfora taoísta-, vencerá y se adaptará siempre al medio por el que pasa y su misterio seguirá tan vivo como en aquellos tiempos antiguos en los que las primeras formas de escritura surgieron en los albores de las grandes civilizaciones.