LUKE nº 89

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Opinion

Domadores de lolitas

Inés Matute

Modelos

A Lolita le han cortado el pelo, se lo han peroxidado, le han despertado a gritos, un día más, para inmortalizarla. Su domadora - imposible creer que sea profesora, estilista o incluso que sea humana- agita el látigo frente a la cámara y mete luego el dedo en la llaga. La llaga se llama belleza pero no se apellida autoestima. De eso aquí no hay, no se valora. Respirando por la herida, Lolita se encarama al trapecio y sonríe o llora, según guión, para una sesión de fotos de altura. En esta escuela televisiva no se promociona la moda, pero sí se machaca una carne cada día más sumisa. Carne joven y pura, que es la que más cotiza. Luego vendrán los pinceles, las pelucas, los corsés y los tacones que convertirán a la virgen en puta. Los sentimientos deben parecer reales; la pose, confundirse con una prolongación del alma. Pero sólo la angustia es real, el rictus esquinado de quien trabaja en ayunas. Ser modelo es una profesión; ser bella o fotogénica es una suerte, pero ser una malparida maltratadora de ninfas no es de recibo. Y en mitad de este baile de histerias, la de los fotógrafos, la de los estilistas y la de las niñas, una llamada a casa, qué alivio. Por desgracia mamá también es idiota, y te dice que aguantes, que el que algo quiere algo le cuesta, y que el valor más rentable - a la larga- es la capacidad de sacrificio. Mamá pierde el norte y se olvida de que la niña, que además de guapa estudia medicina, es mucho más que barro moldeable en manos de un bobo con pajarita. Y la anima a seguir, a posar y cerrar el pico. Al pesado y al medido. Al control de calorías. A la sobreactuación llorona. El show sigue ante mi estupefacta mirada, sumando adolescentes que, semana tras semana, contemplan fascinadas esta doma de potrillas. ¿Sacrificio? ¿En qué casting naufragó el hada madrina? Si Gamoneda dijo que "la belleza no es un lugar donde van a parar los cobardes", yo me atrevo a añadir que la televisión es el lugar donde van a parar los cretinos. A Lolita, si aguanta, si sobrevive, la llamarán "la bienpagá", y su madre, orgullosísima, olvidará que la niña quería bata y microscopio, que se conformaba con ser mona, con ser lista, con asomarse al vértigo de los primeros tacones. Ligarse al profesor de anatomía o emular a la patóloga de CSI: esas eran las aspiraciones de Lolita. Pero papá quería liquidar la hipoteca y mamá hacerse unos bolos por los platós de Tele Cinco. Sí a todo: Sin tiempo para moralejas.