LUKE nº 90

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Opinión

Prostitución de altura

El Golem

Uno puede intentarlo. Mantener apagados el televisor y la radio sistemáticamente. No leer la prensa ni las revistas. Pero es inútil. En los bares, aeropuertos, esperas en la peluquería... Lo queramos o no, estamos condenados a conocer vida y milagros de famosos, famosillos y demás casposerío del colorín. Aunque generalizar siempre resulta arriesgado, tengo la impresión de que el público objetivo de todo ese bombardeo mediático es el femenino. En el caso de las mujeres, este ejercicio de voyeurismo de sobremesa es comparable al atractivo que para los hombres tienen las peleas y los efectos especiales made in hollywood: evadirnos de la monotonía a través de la transferencia emocional.

Lo dicho no pasaría de anecdótico sino fuera porque intenta, en cierto modo, ser una vía de transmisión de valores. Al respecto, hay un esquema que se reproduce con una reiteración pasmosa y que, visto con la perspectiva de quien engulle dichos reportajes y con la distancia del escepticismo, provoca casi la alarma social. Sí, alarma social. Esa que permite a los jueces ser manifiestamente injustos en algunas de sus decisiones. No daré nombres por ahorrarle pleitos a Luke, pero el más eremita de nosotros puede citar varios de ellos sin despeinar neuronas. Por simplicidad narrativa y justificación estadística, permitidme el uso de géneros tal y como lo paso a presentar. El esquema es el siguiente: los medios nos informan de que una hermosa joven entabla relación amorosa con maduro varón con cuenta bancaria abultadísima y preferiblemente título nobiliario o notoriedad social. Como soy un descreído, de entrada dudo de la sinceridad de dicho afecto, aunque algo hay de cierto en la erótica del dinero y/o poder. Tras un breve período de tiempo, las más afortunadas -el "encoñamiento" no dura eternamente y conviene rentabilizarlo cuanto antes- contraen matrimonio con el inflamado macho; buscan el embarazo a velocidad de plusmarquista y, al poco, se divorcian, recibiendo unas pensiones alimenticias que sonrojan a los mileuristas, por no hablar de las millonarias compensaciones por el "traumático tiempo invertido en la relación", a pesar de que, en el ínterin, se haya pasado del estado de "perfecta desconocida" al de "personaje socialmente relevante". Las hay que incluso repiten varias veces la jugada, convirtiéndolo en un provechoso modo de vida. Una vida de la cual nos informan, periódicamente, a través de revistas y programas de la víscera, generando una nada desdeñable fuente de ingresos paralela. Otras, en cambio, jamás encuentran a un hombre a la altura de sus pretensiones, pero se lo pasan bien "tanteando". Pues bien; yo proclamo y grito que eso es pura prostitución. Lo más indignante es que se intenta, si es que no se ha logrado ya, convertir dicha práctica en un modelo a imitar. Está muy bien despenalizar y legislar la prostitución -¿para cuándo el final de la hipocresía?- y convertir el comercio carnal en un trabajo tan digno como el de médico o informático. Está muy bien que desaparezca su opacidad fiscal. Pero de ahí a vender a nuestras hijas que convertirse en meretriz de los poderos es triunfar en la vida, es volver a esquemas sociales donde la injusticia imperaba de modo irrevocable. Siempre me ha repugnado la doble moral, el hipócrita tratamiento que nuestra sociedad otorga a los asuntos de bragueta. Y más, si la bragueta es noble, monta a caballo o tiene apellido de escudería. Nos guste o no, este es el mensaje que se nos repite hasta la saciedad: Si tu cliente es un mindundi que paga treinta o cincuenta euros por un servicio, tú eres una fulana explotada y él, la escoria social que te margina. Pero si tu "cliente" es millonario y poderoso, si consigues tener un hijo con él - lo cual te permitirá exprimirle durante el resto de tu vida-, y el muy cándido se conforma con tu cuerpo y tu fingida carita de enamorada, eres una mujer de tu tiempo libre e independiente, y tu "cliente", un sincero amante de la juventud y la belleza. Puro meretricio disfrazado de amor, ¿o no?.

("El dinero nunca te defrauda; las personas, sí" Bienvenida Pérez)