LUKE nº 85

a a a

Otros

COMIC: Héroes de cristal

Ricardo Triviño

Watchmen, de Alan Moore. Lápices y tintas: David Gibbons. Color: John Higgins. Traducción: Raúl Sastre y Ana Calvillo. Rotulación: M. Muñoz. Ed. Planeta.

Watchmen

El vigésimo quinto Salón del Cómic de Barcelona abrió sus puertas el pasado mes de abril con una afluencia récord. Cada año son más los seguidores del bautizado "arte secuencial" de Eisner, cuyo Contrato con Dios, considerado la primera "novela gráfica" de la historia, ha sido reeditado junto a las dos obras que componían su Trilogía de la Avenida Dropsey. Del mismo modo, durante este Salón también ha vuelto a ver la luz el esperadísimo Watchmen de Alan Moore, en el mismo formato gigante de lujo en el que ya se presentó El retorno del caballero oscuro de Frank Miller.

Estas dos obras fueron cruciales en la década de los ochenta al darle una vuelta de tuerca más al género heroico, planteando qué sucedería si estos salvadores embutidos en mallas existieran en el mundo real, teniendo la idea continuación en trabajos posteriores como Marvels de Kurt Bussiek y Alex Ross o, más recientemente, Powers de Brian M. Bendis. Watchmen, sin embargo, podría calificarse de obra maestra única, una especie de Quijote de los superhéroes, pues donde Cervantes utilizó la figura de un caballero andante viejo, loco y debilucho para burlarse del género de caballerías, la literatura de consumo de la época, Moore creó una patrulla de héroes retirados para hacer lo propio con el cómic mainstream estadounidense. Los protagonistas parodian los prototipos del género, desde el Hombre-búho con su Búho-nave y su Búho-traje hasta el excombatiente de Vietnam, héroe de guerra fumador, bebedor, violador y homófobo, pasando por un típico detective enmascarado y misterioso de pensamiento cuadriculado o una Mujer Maravillas que, al igual que su hija, padece la rutina de una vida desoladora.

La misión del grupo no será otra que descubrir al asesino que los está exterminando, un criminal que acaba con ellos de manera trivial, tirándolos por una simple ventana, sin rayos ni explosiones, demostrando su extrema fragilidad. Con la cita de Juvenal que encabeza la obra, "¿Quién vigila a los vigilantes?", el cómic invita a reflexionar sobre qué seguridad o qué fiabilidad pueden ofrecer unos defensores con poderes especiales pero tan humanos como cualquier otro. Moore analizó así la sociedad de la Guerra Fría, poniendo en tela de juicio a los mandatarios de los estados que amenazaban la continuidad del mundo. Su visión fue y es más amplia y más rica que la de Miller, quien cayó en su coercitiva épica dando una respuesta tal vez desproporcionada. En Watchmen, en cambio, no hay batallas, sólo una tensión horrible y un análisis crudo de la psicología humana, de cómo, ratones del sistema que se supuso propio, esclavos del tiempo creado por ellos mismos, se ven desbordados por el rumbo de los acontecimientos.

Con una trama exacta y precisa como el mecanismo de un reloj, superior a la primeriza y germinal V de Vendetta, Moore vuelve a hacer uso de una composición tradicional y sobria de la página, generalmente de nueve viñetas rectangulares en una composición de tres por tres, pero añadiendo variaciones que subvierten la estructura a través de pequeños detalles o de leit-motifs que van tejiendo la arquitectura de la historia, conduciendo paulatinamente al lector a un desenlace espeluznante, terrorífico no en el sentido de una novela de terror gótico llena de seres sobrenaturales sino como una obra de terror actual llena de seres corrientes donde los noticieros televisivos, más que visualizados, son vividos y sufridos. Un clásico tan imprescindible y demoledor como 1984 de Orwell.