LUKE nº 85

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Literatura

"Arde Shanghai": la metáfora del fuego

Isabel Martínez Robledo

Arde Shanghai

Arde Shanghai. Con esta metáfora, que da título a la obra y que hace referencia al hipotético fuego originado por el sol sobre los resplandecientes cristales de los rascacielos de dicha ciudad asiática, comienza Javier Martín Ríos el hilo de la narración. Es una afirmación rotunda, clara, concisa. El gran coloso, la inmensa mole de cemento y cristal construida por el hombre, en conjunción con el astro rey de la naturaleza, crea al atardecer un incendio ficticio provocado por rayos de gamas ocres y anaranjadas reflejados sobre los espejos del gigante de acero.

"Arde Shanghai" es una obra de gran belleza que conjuga tres elementos fundamentales. En primer lugar, el diario narrativo de un viajero occidental con profundos conocimientos de la cultura y de la historia chinas. El autor, que se denomina a sí mismo "el paseante" o "el viajero", con una mirada a la vez cómplice y sorprendida, va descubriendo en sus largos paseos los parajes recónditos de la vieja ciudad y los nuevos rincones construidos a raíz de la expansión urbanística y la constante modernización, producto del avance tecnológico y la evolución sociocultural del país. El autor transmite, de forma personal y única, el cúmulo de sentimientos que va experimentando en cada nueva visita e incluso, en determinados pasajes, hace partícipe al lector de sus vivencias más íntimas de modo que éste se siente a su vez parte de la historia, arrastrado por los estados de ánimo del autor y sumergido en un torbellino de sensaciones de un mundo novedoso, que implica una revolución en la estructuración del pensamiento tradicional.

"Ha caído la noche sobre Shanghai. Tú, en un pequeño pabellón de madera del parque de Xujiahui, has buscado refugio junto a Ella. A vuestro lado, arropada por la cómplice oscuridad, otra pareja de enamorados se abraza sin que les importe nada vuestra presencia."

En segundo lugar, el cuento breve, que transporta al lector a la concepción idealizada del mágico Oriente, mediante una perfecta mezcla del presente y del pasado. El autor intercala la descripción de lugares y paisajes con episodios cruciales, como la época colonial, el sueño francés, la Guerra del Opio o la visita de Pablo Neruda en 1928. La evocación de mitos como el de Nala o la joven actriz Ruan Lingyu, fallecida en tristes circunstancias en plena juventud, son ejemplos claros de la gran sensibilidad del autor.

"La última noche de tu vida la luna derramó lágrimas negras sobre Shanghai. Apenas tenías veintiséis años, Ruan Lingyu, toda una vida por delante que vivir, pero decidiste dejar aquel falso mundo que no comprendía la tristeza de tu corazón."

En tercer lugar, el poema en prosa. El autor logra plasmar la realidad cotidiana y embellecerla con un toque melancólico, romántico y nostálgico propio de la mente utópica de un poeta. Mediante el uso de metáforas y recursos poéticos, el autor, al igual que un pintor que da vida a un lienzo en blanco con pinceladas de color, logra crear una atmósfera propia, una prosa colorida en la que dota a la sobria realidad de sensibilidad e imaginación.

"A veces el paseante deja pasar las horas sumergido en ese pequeño jardín atrapado en el denso bosque de rascacielos. Allí se siente inmerso en plena soledad, abstraído en la contemplación de las cosas. La quietud se expande a su alrededor y él se siente en perfecta armonía con el universo. Allí, entre los muros del jardín, la vida del hombre se disuelve en el aire. Afuera, Shanghai se mueve con latidos de corazón mecánico y prisas en las aceras."

En esta obra, además de la descripción detallada de lugares físicos, el autor aporta datos históricos y culturales imprescindibles para lograr el acercamiento del lector a una sociedad casi desconocida para la mentalidad occidental. Mientras visita los últimos vestigios de personajes célebres que aún permanecen en las calles de Shanghai, como casas-museo y monumentos públicos, el autor aprovecha la ocasión para rendir homenaje y ensalzar a los escritores y poetas chinos de la primera mitad del siglo XX, como Ba Jin, Wen Yiduo, Dai Wangshu o Lu Xun, una generación de intelectuales cuyas obras cambiaron el pensamiento chino tradicional mediante la apertura a Occidente, la importación de la literatura extranjera y la reivindicación de la libertad.

La sección principal, al igual que los capítulos, tiene una clara estructura cíclica. En el caso del contenido global, el libro sigue el recorrido circular del ciclo anual chino: comienza con la llegada del Nuevo Año, evoluciona con el paso de cada nueva estación y concluye con la venida de otro nuevo año, justo en el punto de partida, en una época cercana a la primavera. En el caso de los capítulos, cada descripción parte de una afirmación inicial, experimenta un desarrollo argumental y finaliza con una conclusión que, generalmente remarca la idea principal.

En Hangzhou, el Lago del Oeste representa el lugar idílico para el autor, el paraíso soñado, la metáfora del Edén bíblico, el lugar en el que el alma está predestinada a habitar eternamente y al que siempre regresa aunque esté a miles de kilómetros de distancia. El Lago del Oeste es el paisaje místico que extasia el espíritu con su sola contemplación, un lugar de belleza, paz y espiritualidad absoluta.

"El Lago del Oeste dormita bajo los rayos del mediodía del sol del invierno. Desde la pagoda Leifeng contemplas el paisaje y una inefable calma se ha apoderado de tu cuerpo. El gélido viento sopla fuerte contra tu rostro, pero no importa, la naturaleza palpita ante tus ojos y tú te sientes parte de ella. Cada vez que regresas al Lago del Oeste piensas que en realidad siempre estuviste aquí, como las montañas, el agua, los puentes de piedra, los sauces, las gaviotas, las barcas y las esbeltas pagodas soñando desde las raíces de la tierra con los confines del universo. Tú siempre estarás aquí, aunque te encuentres muy lejos, en el otro extremo del mundo, en el lejano Occidente; sí, tú siempre estarás aquí, a la orilla del lago, confundido en el interior de su paisaje, fundido en la armonía de la naturaleza."

"Arde Shanghai" es un libro ameno y de rápida lectura que, mediante un lenguaje poético y una visión intimista e idealizada, en cada nuevo capítulo, invita a seguir adentrándose en el universo de una ciudad, a la vez histórica y desconocida, que evoluciona a pasos agigantados hacia un futuro prometedor en pleno siglo XXI.

Javier Martín Ríos (Granada, 1970). Es escritor, traductor y simólogo. Ha escrito la novela Nala (2001) y los ensayos dedicados a la cultura y literatura chinas El impacto de Occidente en el pensamiento chino moderno (2003) y El silencio de la luna (2003). Además, ha traducido al español la poesía de los poetas chinos Wen Yiduo (2006) y Dai Wangshu (2006). Actualmente es profesor de lengua y cultura chinas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada.