LUKE nº 83

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Arte

Maternidad

Geles Mit (fotografía) / Juan Luis Calbarro (poema)

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Diana atrapada por una de sus flechas

MATERNIDAD Juan Luis Calbarro

(las manos de Eva)

No hay madres perfectas.
Rescatamos los signos que nos miden,
las frases que nos hablan;
se van quedando atrás
la leche, los deberes,
las luchas enconadas de nuestra adolescencia.
Nada compensa ya los desencuentros,
no hay posible perdón de las injurias.
Quedan algún refrán,
la forma de los ojos, el carácter.

Convivimos.

Pero esta puta tarde
ella llega aterida,
los fríos hematomas de la ira
(la espina, el puño, el hielo)
todavía calientes.
Aquí encuentra una cama desolada,
cuya sola existencia
desvela los horrores.
Y revive el ahogo,
la rabia,
la vergüenza.

Y ante el fervor callado
de una bolsa de agua caliente entre las sábanas
imagina unas manos.

Rememora
unas manchas de tinta,
el brillo de las uñas,
hermosas cicatrices del metal.

Esas manos dejaron el pincel.
Podrían amasar el pan o el sexo
o escribir una carta.
Son manos que han pintado continentes,
que han dado voz al miedo,
que han sangrado.
Mas hoy no han elegido algún poemario,
ni el rumor nutritivo del taller,
ni el frescor de la huerta,
sino el agua caliente,
el lienzo,
el almidón.
Postergaron el mundo,
pues hay un mundo en ellas,
para poner al fuego un cazo de agua
y, sin palabra o gesto innecesario,
hacer de aquellas sábanas un seno.

Y ahora, cuando aparta
aquel trasto que ya no recordaba
para ocupar
despacio
el hueco
que ha dejado
como un útero vago y matizable

(huellas de manos, oro, sal del mar,
los aromas de la caligrafía,
disolventes, tisanas orientales,
el aliento, el sudor, la cal, la lluvia,
el tacto de la infancia),

sin palabra ni gesto innecesario
recibe la caricia.

Y, por primera vez en muchos días,
en los últimos años o en minutos,
adquiere la certeza
de haber tornado a casa.