LUKE nº 86

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Literatura

El corazón de las estatuas

Entrevista a Magdalena Tirado

Inés Matute

Magdalena Tirado

Segunda novela, segundo éxito y la confirmación de Magdalena Tirado como una novelista de raza, algo que ya nos anticipaba Ángel Zapata tras la publicación de "Los que lloran solos", su primera novela. ¿De qué trata el corazón de las estatuas?

El protagonista, Gregorio, es un funcionario de cuarenta y siete años que vive con su madre y al cuestionarse sobre su vida reconoce que ha vivido pendiente de los deseos de los otros y ha olvidado los suyos. Esto le lleva a sentir el desencanto y el vacío, pero también a plantearse la posibilidad de atreverse con otra vida más propia, más auténtica.

El microcosmos familiar como fuente de frustración y sufrimiento oculto. La madre castrante, el hijo sumiso que acaba renunciando a sus deseos; la rebeldía y quizá también la esperanza. Una vez más, te adentras en la peculiar relación entre una madre y su hijo, un tema que ya trataste, desde una óptica muy distinta, en tu primera novela. ¿Qué te atrae tanto de este vínculo? ¿Estás, quizá, ajustándole cuentas a la vida?

Pues es cierto que en "Los que lloran solos" la protagonista era una madre con hijo y en "El corazón de las estatuas" el protagonista es un hijo con madre. Parece que ésta relación de madre-hijo, me da juego, sí, quizá porque promete conflicto seguro y en las más variadas combinaciones. Aunque, como tú bien dices, el papel de hijo es muy diferente en ambas novelas; en la primera el hijo de Dorotea es secundario, mientras que Gregorio, en "El corazón de las estatuas", es el personaje masculino que lleva el peso de toda la narración. ¿Ajustar cuentas a la vida? Pues no tenía yo la impresión de estar ajustando cuentas a nada ni a nadie al escribir sobre afectos y desafectos familiares en las dos historias, la verdad.

El personaje del hijo, ¿está basado en alguien en particular? ¿Conoces a muchos "Gregorios"?

Hay muchas madres que ponen un Gregorio en su vida, no es algo extraño. Lo mismo que hay Gregorios que ponen una madre en la suya. Esta historia no parte de nadie en concreto, pero más de una vez me he cruzado con una pareja de madre con hijo en el mercado de abastos que hay cerca de mi casa a los que el papel les quedaría estupendamente. Ver a esa madre, agarrada a la chaqueta de su hijo con los nudillos blancos mientras caminaba entre los puestos de fruta, es cierto que no me dejaba indiferente. Tampoco la estampa del hijo, con su madre colgada de un brazo y la bolsa de la compra de la que casi siempre sobresalían acelgas en el otro. Y no te cuento los días de lluvia: madre, paraguas y bolsa con acelgas. ¿Hay quién dé más? Luego hay otros Gregorios que esto del conflicto familiar lo resuelven de la noche a la mañana. Se acuestan Gregorios y, después de un sueño intranquilo, se encuentran sobre la cama convertidos en un monstruoso insecto, pero esa es otra historia.

El monólogo como fórmula narrativa, la primera persona, la voz sin eco y sin posibilidad de réplica. Parece ser que te gusta mucho este recurso...

La primera persona me resulta cercana para la intimidad y como mis personajes suelen andar metidos en vericuetos existenciales, hacerles hablar en primera persona y de manera subjetiva, hace que se conviertan en una voz, yo no diría exactamente sin eco, sino más bien con eco interior, que es algo que les conviene a su zozobra. Me gusta que a través de esta voz los personajes se vayan construyendo a medida que hablan; que se afirmen y se nieguen; que se digan y se desdigan y todo, al mismo tiempo.

El desencanto existencial es una de las constantes en todo lo que te he leído, no sólo en textos largos, sino también en tus cuentos...

Pues no en todos mis escritos está el desencanto existencial. La protagonista de mi anterior novela es una mujer vitalista, luchadora, imaginativa y también inocente, que a pesar de no haber tenido una vida fácil se vale del poder profundo de su inocencia para ver con toda claridad lo que sucede a su alrededor y arreglarlo. Tiene deseos claros y emprende acciones para conseguirlos. Gregorio coincide con ella en que también es un minucioso observador de la existencia, sobre todo de la que no se ha atrevido a vivir, y cuando ve que su felicidad se vuelve oscura y la esperanza se le desdibuja viendo pasar las tardes sentado en el sofá de su salón, trata de cambiarlo. Sale a la calle e intenta transformar el tedio de sus tardes sin sentido en ilusiones mínimas que le renueven el impulso. El tedio es una conciencia de desaliento que asfixia y Gregorio trata de vencerlo para atravesar el vacío que le lleve otra vez a desear. Un personaje, como la escritura misma, sirve también para mostrar el sentimiento de la nada y al mismo tiempo negarlo. De esta manera también se mantiene la ilusión, la voluntad de existir por encima de todo.

El libro se estructura en pequeños párrafos que, a modo de pincelada, recogen las impresiones del día a día de Gregorio, alternando el presente con recuerdos de su infancia. Tiendo a pensar que a pesar de la aparente simplicidad del texto hay un invisible aunque muy sólido trabajo de fondo. ¿Cómo has escrito "El corazón de las estatuas", cómo le has ido dando forma? ¿Se te iban ocurriendo los fragmentos sobre la marcha o trabajabas sobre un guión previo?

No, no trabajo sobre guión previo, pero si parto de una decisión rotunda aunque el camino no esté marcado de principio a fin con todas las coordenadas. Me gusta la incertidumbre de no saber a donde me lleva la escritura. Supongamos que "El corazón de las estatuas" parte de la pregunta ¿Qué hace un hijo de cuarenta y siete años viviendo con su madre? Lo que hago es tomar aquello que pueda configurar un universo significativo respecto a esta pregunta y la voy representando en la existencia de los personajes. Trato de construir con pequeñas cosas cotidianas los afectos, los impulsos, los deseos... que viven madre e hijo hasta que, si hay suerte, se configure la vida de ambos. Claro que debajo de ello se esconde un hilo que todo lo une y da sentido a lo representado.

Uno de los grandes valores de tu escritura es la limpieza de tu prosa. ¿Escribes así de manera espontánea o tus historias van pasando por distintos tamices?

Me gusta escribir despacio y cuidando las frases desde el principio, pero el resultado final no surge de manera espontánea de esta primera escritura por mucho cuidado que ponga, sino de un trabajo posterior. Más que nada, porque escribir es reescribir, poner, quitar, cambiar, elegir, en definitiva, marear y marearse con el lenguaje hasta que se aproxime lo máximo a lo que pretendo decir. Lo cierto es que he aprendido a disfrutar de este proceso tanto como del primer impulso, y me gusta. No llego al extremo de Flaubert que se pasaba la tarde entera buscando un adjetivo, pero sí que insisto, sí.

Cambiemos de tercio. Como profesora en dos archifamosos talleres de escritura, ¿por qué crees que la gente siente esa necesidad de expresarse por escrito, qué tipo de persona acude a tus clases y qué espera obtener de ellas?

Puede que la necesidad de expresarnos por escrito surja para decirnos y, a la vez, para participar algo a otros en lo que ambos podamos encontrarnos. Narrar historias es algo bello. En el gesto de la escritura coges el bolígrafo con la intención de contar cómo un personaje saca brillo a la plata porque el novio de su hija viene a casa por primera vez, y al avanzar por las líneas te encuentras compartiendo con un lector que está al otro lado, el miedo a la soledad, la incertidumbre... A éste encuentro me refiero, al que sucede cuando se parte de un hecho concreto e individual que es capaz de unir a escritor y lector en lo abstracto y lo general. Es bonito conseguir esto. Las personas que se acercan a las clases son, como sus propias historias, de una variedad increíble: estudiantes de bellas artes, creativos de publicidad, jubilados, camareros, arquitectos, cocineras, amos de casa, ejecutivas...una riqueza de puntos de vista fascinante, desde luego. Yo no suelo preguntar qué buscan cuando llegan al taller; aunque no tarda mucho en revelarse. Me limito a mostrarles la técnica y a acompañarles mientras dure su deseo. Son ellos mismos los que tienen que cuestionarse que significa la escritura en su vida, y la respuesta sólo pueden encontrarla escribiendo.

Háblanos del proyecto editorial de Gens Ediciones, el grupo con el que estás publicando y que seguramente no es demasiado conocido entre nuestros lectores.

Es una editorial de nueva creación y sobre el proyecto narrativo la propia editorial se pronuncia así:

"La colección Guermantes surgida en 2004 pretende publicar literatura de calidad, tanto española como extranjera, en la que confluyan el respeto (como deuda) a la tradición literaria y la apuesta radical por encontrar nuevas formas expresivas. Los originales, desprovistos del nombre del autor y del título de la obra serán sometidos a una "cata" con objeto de discernir si el texto se ajusta a las colecciones de la editorial". Me parece muy interesante la propuesta de eliminar la identidad del autor y el título de la obra al comité de lectura, de esta manera, el único que puede defenderse es el texto mismo, que es el objetivo claro de esta editorial.

Los viajes, las entrevistas, la crítica no siempre amable... ¿Te sientes cómoda durante la promoción de tus obras o eres de esos escritores que "pagarían" por que alguien se ocupase de los engorros promocionales?

Lo que depende de mí es escribir y dar las clases. Con esto tendría bastante; aunque si surge algún viaje, entrevistas, críticas... pues trato de apoyar en lo que puedo el proceso, pero permitiéndome descansar cuando tengo que recuperar energía. Además, para una promoción hace falta dinero y la editorial tiene más entusiasmo y buen criterio que dinero. Eso sí, admite padrinos literarios. Si conoces algún mecenas, ya sabes...