LUKE nº 86

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Opinión

Apunte para una arqueología literaria

Enrique Gutiérrez Ordorika

Racional, adj. Que no sufre de ningún tipo de engaño excepto el de la observación, la experiencia y la reflexión.
Ambrose Bierce, Diccionario del Diablo

lupa

Como no iniciado, es decir, como no perteneciente a ninguna organización secreta, salvo que sea tan secreta que hasta desconozco mi pertenencia a ella, o dicho de otro modo, como absoluto ignorante de los métodos y las técnicas de la prodigiosa ciencia de la arqueología, nunca he dejado de sorprenderme por la asombrosa capacidad de deducción de esos predecesores de todos los émulos que hay por el mundo de los protagonistas de ese puñado de exitosas series televisivas que bajo un genérico título de C.S.I. - da lo mismo que sea en Las Vegas, Miami o New York- resuelven toda clase de crímenes partiendo de un mínimo cabello o una ínfima mota de polvo. Me refiero a los arqueólogos, esos perspicaces "sherlock holmes" de la Historia que con una prodigiosa capacidad para las proyecciones deductivas, apoyándose en el hallazgo de un puñado de extraños abalorios y varios trozos de algunas vasijas encontrados entre unas desorganizadas piedras de unas miserables ruinas, son capaces de reconstruir unas termas etruscas o la vida en la corte de un faraón. Lo mismo puede decirse de esos audaces paleontólogos que de un simple fósil extrapolan los arrumacos del cortejo nupcial de un cruel tyranosaurio rex o la particular forma de patear a sus presas de un emplumado velociraptor. Pero el motivo que ha encendido la mecha de este artículo sin pólvora sólo tiene que ver, de un modo figurado, con estas disciplinas que, en lo que a mí se refieren, están emparentadas con la magia, tanto da la de un chamán de la estepa, como la de un alquimista que convierte en oro el plomo o con uno de esos trucos imposibles que con una baraja de cartas efectúa el mismísimo Tamarit. El motivo de este artículo, digo, aunque me temo que con esta estrafalaria introducción ya no lo parezca, es una cita de Norhrop Frye, un influyente teórico y crítico de origen canadiense, usada por Martin Amis en un artículo para el Independent on Sunday dedicado al autor de Bajo el Volcan, Malcolm Lowry. La mencionada cita sostiene que la única prueba que tenemos de la existencia de Shakespeare, aparte de su obra literaria, es el retrato de un hombre con pinta de tontaina". Y a mí lo primero que se me ocurre es que semejante afirmación es equivalente a nada o a decir algo así como que aparte de las pirámides no tenemos ninguna firma en un papiro que certifique la existencia de su constructor. De una afirmación tan subjetiva como esa, que atribuye al retrato de un hombre una pinta de tontaina, quizás pueda deducirse la existencia de Norhrop Frye o quizás no, o quizás sólo pueda deducirse algo superfluo que no merece la pena recordar. En un quizás cabe lo mismo el todo que la nada. Pero al igual que las pirámides de Keops o Kefrén no precisan de la exhibición de un título de arquitectura para probar su existencia, Hamlet, Macbecht o el rey Lear presuponen a Shakespeare como la Ilidia y la Odisea a Homero. Si el dinosaurio vive, el fósil se convierte en simple piedra; si la literatura pervive da lo mismo que no sepamos nada del escritor.