LUKE nº 87

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Opinión

Epicuro y la tercera vía

El Golem

exhaustas

En este inicio del tercer milenio, nos encontramos en los países desarrollados ante la paradoja de la tercera vía del filósofo. Según él, hay tres tipos de deseos: los naturales y necesarios (ej. la sed), los naturales y no necesarios (ej. los sexuales o una comida exquisita) y los ni naturales ni necesarios (ej. un paseo espacial). En el primer mundo, los dos primeros están al alcance de la mayoría de un modo casi diario, aunque sea de modo virtual, por lo que su satisfacción, por frecuente, va dejando de ser una fuente de goce. Sólo nos queda la tercera vía, lo que acaba siendo un contrasentido. La fruición de un modo continuado de las apetencias, acaba con el placer. Perversamente hemos sido transformados en buscadores de deseos para poder alcanzar nuevas delectaciones, en una espiral en cuyo extremo no está la felicidad, sino el hastío y el hartazgo más vacuo. Parafraseando al griego: "Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco". La mayoría de los jóvenes y adolescentes son el paradigma de esta circunstancia. El deleite les dura lo que su anhelo de conseguirlo. Una vez obtenido, desaparece el placer que comporta a velocidad lumínica. Siendo el momento histórico en que la humanidad se halla más próxima a la asunción de los fundamentos epicúreos, es probablemente cuando más alejada está de ella. Para el gargetense, la filosofía es el medio para lograr la felicidad, objetivo de todo ser humano y, según el, ésta se basada la tranquilidad del ánimo -ataraxia- y en la autonomía -autarkeia-. El Golem opina que hemos perdido el rumbo. Desde el siglo XX gobiernos, sectas y sociedad civil, nos hemos obsesionado con lograr la satisfacción universal de los deseos para elevar al Olimpo la obtención de los placeres, olvidándonos que ambos eran instrumentos y no fines en si mismos. El fin es algo tan inaprensible como la felicidad. A diferencia de los deseos -especialmente los naturales- que son genéricos, la felicidad pertenece a la cuarta dimensión. Su concreción, no sólo es diferente para cada individuo, sino que también lo es para cada uno en cada momento de su vida. No nos centremos en deseos y placeres, sino en felicidades. Deberíamos reflexionar sobre la tranquilidad del ánimo y la autonomía. Pienso que es la gran pérdida arrojada en la ribera del camino. La publicidad nos intenta, y poco a poco lo va consiguiendo, confundir durante medio siglo y ha logrado convertir la tercera vía (los no naturales ni necesarios) en naturales y necesarios. Ese logro técnico ha hecho que la tranquilidad de ánimo y la autonomía hayan sido ocultados bajo la gruesa alfombra de lo falsario. La belleza, fuente de éxtasis espiritual en el pasado, se ha convertido en una obligación. Tras esclavizar a las mujeres, está logrando que también los hombres remen cual galeotes en la galera de las falsas necesidades creadas por los imperios económicos. Reivindico lo diferente y por ende, lo feo y lo deforme, como medio para alcanzar la felicidad. Pretender que todos seamos eternamente bellos por la cirugía y la química nos convertirá en repulsivos seres idénticos. A este respecto estoy tranquila; viendo torsos, pechos, piernas y paquetes repantigados en nuestras playas, dudo que nuestra generación de mileuristas alcance los medios económicos imprescindibles para transformarnos a todos/as en Clooneys y Kidmans. Hagamos un duro ejercicio mental y decidamos quienes somos y qué queremos: deseo, placer, felicidad o alienante uniformidad. Cuando lo sepamos estaremos entrando en la vereda de nuestro unívoco camino para alcanzarlo.