LUKE nº 87

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Literatura

Memoricidio

Juan Luis Calbarro

Fernando BÁEZ, Historia universal de la destrucción de libros. De las tablillas sumerias a la guerra de Irak, Barcelona: Destino, 2004. 390 pp.

Historia universal de la destrucción de libros

Gabriel Zaid asevera que, si leyéramos un libro al día, nuestra incultura crecería cada día diez mil veces más que nuestra cultura. La explicación: diariamente se publican diez mil libros en el mundo. La boutade del mexicano, que no pretende desprestigiar la lectura, sino animar a la contención editorial, adquiere otro interés tras la revelación del venezolano Fernando Báez (San Félix de Guayana, 1963): los libros de que hoy disponemos son sólo una pequeña parte de los que alguna vez existieron. Así, podríamos aprovechar el esquema paradójico de Zaid y afirmar que, si fuésemos capaces de leer en una vida todos los libros de la tierra, nuestra incultura seguiría siendo, con todo, infinitamente mayor que nuestra cultura.

Báez se crió en una biblioteca a orillas del Orinoco que desapareció durante una crecida del gran río. "Creo que toda mi vida se ha regido por el deseo de justificar ese episodio, que por eso me convertí en un experto en la materia", ha declarado en alguna ocasión. La búsqueda de esa justificación lo ha llevado a ser considerado hoy uno de los mayores expertos del mundo en bibliotecas. Entre sus obras se encuentran, además de la reseñada, Historia de la antigua biblioteca de Alejandría (2003) y La destrucción cultural de Iraq (2004).

Haciendo un exhaustivo repaso, en su Historia universal de la destrucción de libros (ya un clásico sólo tres años después de su aparición) Báez se detiene en los resultados de las guerras, de la prohibición o caída en desgracia de determinados autores, de las plagas de xilófagos, de la represión política o religiosa o del descuido. Desde Platón a Goebbels, todos los biblioclastas aparecen en las páginas de un libro que ha sido calificado por Noam Chomsky como "el mejor libro sobre este tema en mucho tiempo". El autor visitó Irak en 2003 en calidad de miembro de una comisión que investigaba la destrucción de las bibliotecas, museos y yacimientos arqueológicos iraquíes durante la guerra y la posguerra. En la Biblioteca Nacional de Bagdad se habían quemado un millón de libros, entre ellos primeros ejemplares de Averroes, Avicena o Las mil y una noches. También habían desaparecido las bibliotecas de la Universidad de Basora, el Museo de Mosul, Kirkuk, la vieja Nínive... La cuna de la cultura occidental ha sido y está siendo objeto de un terrible genocidio cultural, o memoricidio, como dice el ensayista, que nada tiene que envidiar a los días de las quemas de libros por los nazis. Asiria, Egipto, Grecia, Israel, China, Roma, el mundo cristiano, el mundo árabe, la América de la conquista, los anabaptistas, la Inquisición, las revoluciones, la guerra civil española, el bibliocausto nazi, las grandes dictaduras del siglo XX, los Balcanes e Irak no son sino tristes avatares del miedo del hombre a la palabra. Como recuerda un Fernando Báez agorero, "cuando usted lee estas líneas, al menos un libro está desapareciendo para siempre".