LUKE nº 82

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Opinión

¡Ay Carmela!

Inés Matute

Carmela

Carmela mintió en el asuntillo ese de la edad, porque, de haber confesado sus casi setenta años, le habrían denegado el capricho. Carmela se mintió a sí misma al pensar que los cuidados que requiere un recién nacido no difieren de la atención que reclama un canario: agua, alpiste y una jaula al abrigo de corrientes. Se mintió Carmela cuando echó cuentas y constató que, cuando ella soplase ochenta velas, sus hijos aún irían a primaria, suponiendo que, en el peor de los supuestos, para guía en su adolescencia sobrarían voluntarios. Para bien o para mal, y tras elegir un óvulo joven y una dosis del mejor esperma- dicen que compró el material por catálogo- llegaron los niños. Los niños, sí, que la naturaleza también miente y a veces se pone gamberra. Llegaron los niños y llegó el caos, acompañado de nuevos dolores, nuevas estrías, nuevos cansancios. Y una cicatriz baja, la cesárea que ella misma exigió, por aquello de seguir calzando bikini; "que a mí la maternidad no me cambia". Mal vamos, Carmela, mal vamos, que esa falta de realismo es el mal que te consume. Veinte años hacía ya de los primeros síntomas de menopausia; nada en comparación con lo que ahora habrá de llegarte. Noches insomnes y días de carreras y llantos, la vida desajustada en una edad que no perdona. A la mala vista, el mal oído y la dudosa disposición a apechugar con lo que viniese - ¡ nunca pensaste que te vendría tanto!- le sumas tú un nuevo reclamo: necesito un hombre joven que me ayude en estos trabajos, un Sansón que me los mantenga a corto plazo. Tranquila, Carmela. Sólo tienes que mentir un poco más y poner un anuncio atractivo. Puedes decir que tienes 30 años, mal llevados, y que los niños son fruto de una noche de tómbola y cerveza. Puedes prometer veranos en Marina D'or, una herencia suntuosa (bastará con que comercies con tus miserias) y retorcidos placeres de alcoba. Para mí me tengo que acabarás convirtiendo los dientes de quita y pon en erótica ventaja. Por prometer que no quede. Pero a ver qué les prometes a los niños cuando constaten que, más que hechuras de madre, tienes tontunas de abuela.