LUKE nº 91

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Opinión

Teníamos un antiguo abrazo pendiente

Francisco Martinez Romero

Hombre en banco

Junto al cauce del río nos encontramos, traíamos los dos un antiguo abrazo pendiente y debió ser suficiente. Yo no tuve que preguntarte -eso tienes- me contaste los últimos trazos de tu vida bien abiertos, cómo vives esa transitoriedad de la que hablaste, que todos tenemos, que es la vida. Traías como siempre hago yo en estas líneas, palabras ajenas que te eran suficientes, que explicaban por la devoción que pusiste al contarlas esos libros para que los buscara, cómo vives, cómo vivimos en aquella "casa cárcel" que recuerdas tan bien, donde allí, allí mismo estuve contigo.

Viniste con un porte elegante, el que tienes, y esa gabardina azul que no necesita tintes al final te la quitaste, yo la recordaba muy bien porque muchas veces hay prendas que parecen ser de profesión corporales. Yo quería escuchar con un índice desordenado tus últimas vivencias, lo que habías enseñado, lo que llevas enseñando hace ya cuarenta años a quienes son tus alumnos. Yo te dije tan solo que me gustaría poder escucharte, cómo puede ese chico aprobar el selectivo con el inglés que le enseñas unas tardes. Me lo explicabas, me decías muchas palabras en inglés, se te escapaban, luego me las traducías. N hubiera hecho falta, tú inglés tiene un sonido suficiente.

También nos sirvió vernos -fíjate como si no lo supiéramos- para calibrar cada uno cómo fue cada uno, qué tenemos a cambio de esos genes, qué nos queda, tú dices que a ti casi todo de Romero y en cambio aseguras que yo llevo al papá hasta en las arterias. Nos hemos reído de cómo recibía a los enfermos, de su primera y más hostil expresión ante la cita que empezaba el día, pasadas ya las diez como un señor que puede llegar tarde, afilando antes sus hojas de afeitarse para salir a ver a su paciente, aseado, desayunado y con el periódico ya leído mientras el paciente esperaba. Sin embargo detrás de esa personalidad ambos hemos coincidido que había detrás la sabiduría de un gran médico.

Han venido recuerdos y hemos olvidado los que nunca debimos de considerar como recuerdos. Otra cosa hemos hecho: ninguno de los dos nos hemos hecho viejos porque los dos hemos traído y ahí los tenemos, cimientos de cultura, géneros diferentes en las lecturas y sobre todo, me has contado, asombrado cómo perfeccionas tu lenguaje: terminas cada libro en la lengua de su autor naturalmente, ya te sabes su contexto, pero te falta todo el rigor de ese lenguaje, para ello lo comienzas de nuevo.

Eres dueño absoluto en todos sus aspectos de la vida que has elegido: te has mudado de sitio, bien pequeño, te has llevado tan solo unos pocos enseres, seis u ocho libros y todos los demás más de tres mil, ya no están, ya no los tienes, los fuiste bajando a mano a dónde tirarlos. Yo los sigo conservando en una casa grande porque forman mi piel, son mi vida, algunos con la antigüedad puesta, con hojas por cortar como se editaba antes.

Vives como quieres y por eso ese antiguo abrazo que teníamos pendiente también me ha enseñado. Has ilustrado esta mañana tu palabra, el giro que le dabas, el tono, la manera de hablar que tienes, admirable, convincente, sugerente, incansable como de todas las partes de tu cuerpo, has estado conmigo y yo lo he notado cuando volvía hacia casa seguro de haberte comprendido.