Arte

Entrevista a Rafael Reig

Román Piña

Rafael Reig

Entrevista de Román Piña a Rafael Reig tras la presentación de la novela "Manual de Literatura para caníbales"

¿Qué es su libro: una novela o un manual?

Ambas cosas y la más importante: es literatura en estado puro. Sirve para aprender, para disfrutar, para reírse a carcajadas y para quedarse pensativo.

Ha escrito una parodia muy iconoclasta. ¿Cree que se la va a cargar?

No lo creo. He escrito un libro con el que se puede no estar de acuerdo. Esto tal vez es insólito, un escándalo, en estos tristes tiempos de unanimidad pueril, cuando sólo se dicen cosas con las que es imposible estar en desacuerdo (que la guerra es mala, que es bueno ayudarse, que la democracia es positiva, que la dictadura fue dura, que las civilizaciones deben aliarse, etc) este tipo de cosas no son más que indigencia intelectual.

Por ejemplo, ¿qué dice usted en su libro de Lorca?

Que era un tipo tan presumido que, si no era el centro de atención, se iba enfadado de cualquier sitio.

¿Y de Cela?

Introdujo el espíritu legionario en la literatura española: con los amigos, con razón o sin ella. Y digo lo que sabe todo el mundo: que vivió en Mallorca y quiso trabajar para la dictadura como delator, espía, chivato, lo que fuera.

¿Y de Javier Marías?

Nada grave: que me aburren sus novelas. Supongo que es una opinión legítima, por muy extravagante e insensata que sea.

A algunos autores muertos usted los machaca. ¿Alguno de los vivos se le puede querellar?

No creo, el libro no es ningún ajuste de cuentas. Por encima de todo, mi libro es una declaración de amor (correspondido) a la Literatura.

A los románticos los llama ornitorrincos. ¿Por qué?

El descubrimiento del ornitorrinco trajo de cabeza a los naturalistas: contradecía todo el Sistema Natural de Linneo: tenía pico de pato y dientes, era una extravagancia casi irritante. Los románticos impugnaron de forma parecida el Sistema Literario de la preceptiva neoclásica.

Explique eso de que leer a Dan Brown es como votar a Hamas.

Se dice que la gente no lee. Es mentira: lo que pasa es que no leen lo que los mandarines quisieran que leyeran. Sucede lo mismo, la democracia es buena para otros países, claro que sí, pero siempre que a los muy tozudos no se les ocurra votar a Hamas, por ejemplo. Si no, se hace como en Argelia, hay que anular las elecciones y repetirlas hasta que voten lo que nos dé la gana. Pero la gente, en su puerilidad obstinada, se empecina en leer a Dan Brown y votar a Hamas, son incorregibles.

Así que no cree en las estadísticas que dicen que se lee poco...

¿Comparado con qué? No hace ni cien años el analfabetismo era casi generalizado. Se lee muchísimo más, es evidente. Que no se lea a Sergio Pitol, por ejemplo, a mí no me intranquiliza lo más mínimo: es indicio de buena salud.

¿Es este libro el desahogo de un profesor de literatura?

Más que el desahogo es el resultado en parte de veinte años de clases, intentando transmitir entusiasmo a los estudiantes, intentando comprender la historia de la literatura.

>Se aventura a predecir un futuro literario de guerras. ¿Con muertos?

No tengo ningún gabinete de videncia. Como en todas las épocas, ahora también hay falsos prestigios, enormes dinosaurios que dominan el panorama literario y se extinguirán sin dejar más rastro que un par de huesos fósiles. Es muy fácil saber quiénes son esos, no hacen más que recibir condecoraciones, lo difícil es darse cuenta de quienes son los Flaubert o Baudelaire de nuestros días, los que perdurarán cuando desaparezcan los dinosaurios, los que están trabajando en silencio, con paciencia y el resplandor de la Literatura.

Usted, en el libro, se reconoce capitán de un equipo de insultadores. ¿Nos ofrece un ramillete?

Es una broma, yo insulto muy poco, lo más que puedo decir de alguien es que es un menguado. Antes me gustaba como insulto "legañoso", pero ya casi no insulto.

Dicen que ha escrito "El mundo de Sofía" de la literatura española...

Sí, pero un mundo de Sofía con siete whiskies encima, no tan ñoño como la novela esa, que es puro almíbar, muy empalagosa y aburrida.

¿Con qué autor se queda?

Con Rubén Darío, con César Vallejo, con Claudio Rodríguez, con muchos. Tengo una gran capacidad admirativa. En realidad, en mi libro, me ocupo más de los autores que aprecio que de los escritores que no me interesan.