Opinión

Los poemas que debemos celebrar

Enrique Gutiérrez Ordorika

Donald Hall

"Morir es fácil... lo peor es la separación"
Jane Kenyon

El poeta norteamericano Donald Hall en un artículo dedicado a la figura de Dylan Thomas afirmaba que: "El poeta que sobrevive es el poeta que debemos celebrar". Donald Hall empleaba para ello, entre otros, argumentos como estos: "El ser humano que se enfrenta a la oscuridad y la derrota es el más admirable de todos [...] Hay ejemplos como Frost y Eliot, como Yeats y Emily Dickinson y Henry James, que prueban lo que sostengo, pues todos ellos sufrieron pero decidieron sobrevivir [...] En nuestra cultura la autodestrucción de un artista es vista como algo admirable, digno de ser elogiado, una garantía de su sinceridad [...] Pero esta creencia sólo expresa el odio de la cultura que la clase media siente por sí misma. La muerte y la destrucción son enemigos del arte [...] el gas y los somníferos matan a los poetas; el alcohol y las drogas matan a los poetas más lentamente, pero mientras están matando a los poetas, matan a los poemas".

Donald Hall estuvo casado con la también poeta norteamericana Jane Kenyon, fallecida a la edad de 48 años tras más de un año de difícil lucha con una leucemia que la obligó a someterse a una agresiva quimioterapia que consumía todas sus fuerzas. Quizás Donald Hall escribió ese artículo pensando en su esposa enferma. Jane Kenyon es sin duda una poeta que se debe celebrar, pero no tanto por su lucha contra el sufrimiento como porque es una extraordinaria autora de versos conmovedores, plasmados con una inigualable y sugerente sencillez. Versos que, a través de los materiales de lo cotidiano, nos sumergen, sin retóricas artificiosas, en ese inmenso universo en el que lo humano se enfrenta humildemente a esos eternos interrogantes de la existencia tras los que se esconden los indescifrables enigmas de lo trascendente. "No es el Dios del espacio curvo,/ el Dios seco quien va a ayudarnos, sino el hijo/ cuya sangre salpicó/ el dobladillo del vestido de la madre.", o "Cuánto mejor es/ echar leña al fuego/ que lamentarse sobre la vida./ Cuánto mejor es/ tirar la basura/ en el estiércol o prender la sábana/ limpia en la cuerda/ con unas viejas pinzas de madera."

Sí, Jane Kenyon es sin duda una poeta a celebrar aunque lamentablemente es una autora cuyos poemas hoy siguen siendo prácticamente inencontrables en castellano.

Pero volviendo a la afirmación de Donald Hall sobre que "el poeta que sobrevive es el poeta que debemos celebrar", la muerte y la vida no dejan de ser dos caras de la misma moneda, y tan inútil es lamentarse por los poemas que nunca se han escrito como por los años de vida que no se han vivido. Jane Kenyon, desgraciadamente, tampoco era inmortal y un traicionero e impiadoso cáncer tristemente se valió de su frágil cuerpo para demostrarlo.

Tan absurdo es preguntarse ahora por los poemas que podría haber escrito de seguir viviendo, como afirmar que es menos muerte morir luchando contra "la oscuridad y la derrota" que sucumbiendo a la desesperación.  O dicho de otra manera, el que en una madrugada de un 11 de febrero de 1963 Sylvia Plath muriera con su cabeza metida en el horno, o que la noche de un 4 de octubre de 1974 Anne Sexton muriera en su garaje con un vaso de vodka en la mano inhalando el monóxido de carbono de su coche, no impide que sus poemas, por dolorosos y tristes que resuenen a veces, sean poemas que debemos celebrar. Y es que contrariamente a lo que sostiene Donald Hall, cómo se enfrenta a la vida, a la muerte o a la derrota un hombre o una mujer que escriben versos no los convierte en poetas a celebrar.

 Los únicos poetas a celebrar son aquellos que escriben poemas que los trascienden y conversan de tú a tú con nuestra verdad independientemente de lo triste o alegre que fuera su vida o lo sombría que fuera su oscuridad.