Música

Ese morbo dark

Inés Matute

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Juliette Lewis

La tipa me pone, tengo que confesarlo. No sé si será por su carita de after hour ibicenco, por los leggings a lo Mick Jagger o por un aspecto de pasadísima que oscila entre la mejor Blondie y el peor Iggy Pop pasando por una pacorra de barriada periférica. La princesa, que fue actriz antes de pasar por la "crisis de esencia" que comentaba yo el mes pasado y que en su caso la llevó a los micrófonos, fue víctima en "El cabo del miedo", verdugo en "Kalifornia" y taradita de segunda en filmes que no le dieron brillo de apellido pero que grabaron su bizqueo - so cool!- en el inconsciente colectivo. Juliette para nosotros y Snow Lake para su padre, se dedica ahora a cantar, y en algunos momentos, los más, a dar el cante. Con unos pantalones segunda piel, unas rodilleras excesivas y una camiseta glitter capaz de eclipsar el brillo de tres soles, la muchacha se pasea por el mundo con los Licks (nombre de su banda) dispuesta a morir matando, o, lo que es casi lo mismo, en plena berrea. El asunto del look, energizante pero aparentemente casual, no puede estar más estudiado. Según leo en las revistas, la mujer sexy del momento debe tener aspecto de "mujer a la deriva", es decir, cara de estar de vuelta de una noche antológica: rimel corrido, labios pasados por la prueba del besuqueo y un buen moratón al cuello, no vaya a pensarse que a una no la magrean lo suficiente. Con esto del look a la deriva servidora discrepa bastante, aunque admite que Juliette inventó el concepto y la chica tiene su morbo. Según ella, las actrices sólo sirven para vender cositas, y sino, ahí está la Kidman vendiéndonos perfumes y la Theron arrastrándonos al Corte Inglés como quien no quiere la cosa. Juliette Lewis escribe sus propias canciones, se desgañita micrófono en mano, brinca como una cabra y se dedica a ser ella misma en localitos de islas inventadas para el desmadre o en salas como la "Bikini" de Barcelona. Una vez vista en carne y hueso (su directo, inexplicablemente, funciona) ya no la olvidas. ¿Por qué? Porque su voz es profunda y enigmática, su aspecto andrógino e inquietante, y sus letras, despiadadas. Metida en harina, sus melodías tienen algo de Talking heads, de la legendaria Patti Smith, de los Pretenders y los Sex Pistols en su sexto chute, pero parece ser que a cada persona le dispara un resorte distinto. Tal vez eso sea el morbo: no dar todas las pistas, insinuar el aroma del sexo pendiente, ser una y ser todas siendo, o no siendo, ninguna.