Opinión

Entre la palabra y la omisión

Enrique Gutiérrez Ordorika

"me han recordado que dije
y es verdad
que CREAR ES QUITAR"
Jorge Oteiza, Itziar  elegía y otros poemas.

Robert Louis Stevenson

Robert Louis Stevenson, ese narrador de relatos cautivadores escritos en un estilo invisible en los que escasea lo superfluo, estaba convencido de que un escritor que supiera cómo omitir sería capaz de convertir un periódico en una Iliada: "Sólo hay un arte: ¡omitir! Si supiera como omitir, no pediría otro conocimiento".

El húngaro Péter Esterházy, en una conferencia plagada de una ácida y descreída ironía, con motivo de un encuentro internacional  para debatir sobre la actual novela europea, comenzaba su intervención con una cita de otro escritor magiar llamado Géza Ottlik del que es probable que nunca llegue un libro suyo hasta nosotros. "La novela -dice Géza Ottlik- no nace del hilo del hablar sino del tejido del callar".

En los tiempos de Stevenson la ejecución de un libro, de una escultura o de una sonata aún se podía emprender con la insensata  buena fe  y el espíritu incansable de un niño que juega. La vida aún tenía el asidero de los hechos y  podía permitirse reservar un espacio lúdico para el ejercicio de la imaginación.

En los tiempos de Esterházy -los nuestros- ya no se puede distinguir con solvencia entre ficción y no-ficción. Usando palabras del propio Esterházy, hoy ya no hay diferencia entre el telediario y la subsiguiente película sangrienta de la sobremesa. "Todo se ha vuelto ficción, lo que casi quiere decir que ha muerto la fantasía".

Para el autor de la Isla del Tesoro y Las aventuras de David Balfour, aunque la elección también supone "algo casi más negativo que positivo. Se abraza una causa; pero se abandonan mil"; si bien los relatos ya no eran fieles a lo que los hombres ven;  todavía eran fieles a lo que los lectores sueñan.

Para el autor de Armonía Celestial (2000) y Versión Corregida (2002)  aunque todo parece posible, "¡Díganme algo que no pueda hacerse!" -también omitir hasta dejar de escribir- las condiciones se han vuelto escandalosas y no tenemos reflejos para ese escándalo, no tenemos gestos o palabras ni para la guerra permanente que llamamos paz, ni para la miseria permanente que llamamos problemas del tercer mundo. 

Oteiza terminó esculpiendo el vacío. Malevich termina pintando el lienzo de blanco, los dodecaphonistas si no hacen sinfonías con el silencio las hacen con el ruido. Dado que crear es quitar, y a pesar de que es probable que cada juicio que emitimos se vuelva contra nosotros, en el futuro ante el reto del papel en blanco quizás cobre peso el desconcertante y terco No que encierra la insobornable consigna del "Preferiría no hacerlo" de Barttleby, el escribiente. Quizás -como decía Pessoa-, en el futuro, el único misterio sea que alguien siga pensando en el misterio.