Opinión

Esperando a Godot

Enrique Gutiérrez Ordorika

En el centenario del natalicio
de Samuel Beckett.

Samuel Beckett

Según una apreciación del poeta inglés Robert Browning -que  comparto, aunque no sea más que  porque las cosas que siguen alcanzando a mi comprensión son bastante escasas- "las aspiraciones de un hombre deberían exceder a su comprensión". En este sentido, el director de la compañía teatral "La pajarita de papel", Roberto Cortizo, decía, apenas hace una semana en Vitoria, en la presentación de 'Voces Femeninas', un montaje compuesto por cuatro obras independientes: 'Pasos', 'Nana', 'Ir y venir' y 'Yo no' que constituye una más de las muchas puestas en escena en homenaje a su.autor, Samuel Beckett, a las que ha animado la reciente conmemoración  del centenario de su natalicio, en este sentido decía, digo, Rober to Cortizo hablando de cosas que exceden a nuestra comprensión que «Cuando se estrenó 'Esperando a Godot', en 1953 en París, los actores no sabían muy bien qué estaban haciendo, pero sí tenían claro que se trataba de la obra de un genio». El propio Cortizo aprovechaba la ocasión para recordar que  el autor irlandés ha sido el más influyente del teatro contemporáneo, a la vez que para lamentar que las obras de Beckett hayan sido catalogadas en numerosas ocasiones de "aburridas" o éste sea considerado injustamente como un autor "para minorías". Respecto a esto último quizás cabría preguntarse si en los tiempos que corren existe algún teatro de mayorías, pero, más allá de disgresiones y opiniones más o menos discutibles, lo cierto es que una obra como Esperando a Godot, que ha inmortalizado a Samuel Beckett como el padre del Teatro del Absurdo, es desde hace décadas la obra teatral más representada en el mundo, por encima de los dramas de Brecht o las mismísimas tragedias de S! hakespeare. Si en cualquier obra literaria que merezca la pena las palabras trazan siempre algunos significados ocultos que ni siquiera es capaz de presentir su autor, en una obra como la de Beckett en la que la concisión más abstracta está al servicio de la desasosegante estética del fracaso y el propósito de partida se basa en una obsesión tan improbable como la de tratar de nombrar lo indecible, cualquier lectura que se haga parece abocada a dejarnos la sensación de quien sin desprenderse del lastre de sus ojos se ve obligado a palpar a tientas un universo desconocido en la oscuridad. Esperando a Godot pasa por ser uno de los títulos más enigmáticos de la literatura. Beckett, a pesar de ser un hombre parco en palabras al que no le gustaba nada hablar de su obra, siempre corrigió a quienes querían ver en él una metáfora de Dios (God); pero nunca desmintió la teoría que asegura que un día, en el Tour de Francia, se detuvo ante un grupo de aficionados que aguardaba en la cuneta bastante tiempo después de que hubiera pasado el pelotón. Al preguntar Beckett qué hacían allí, obtuvo esta respuesta: "En attendant Godot". El tal Godot, al parecer, era el má! s viejo y lento de los corredores. Los críticos, en su afán de explicarlo todo, ven en esta obra una reflexión sobre las carencias y la inutilidad de la vida moderna, un aportación en forma de paradigma teatral del absurdo a las temáticas apreciadas por el existencialismo, tras la hecatombe de la II Guerra Mundial. Durante mucho tiempo Esperando a Godot ha sido considerada una especie de metáfora de la defunción de la esperanza y ha costado ! varias décadas que algunos espectadores advirtieran también que sus personajes nunca se dan por vencidos a pesar de que saben que su final está cerca y de que nada pueden hacer por evitarlo. Beckett, al que le gustaba dar paseos nocturnos por París y vagabundear por sus calles conversando con noctámbulos y marginales, fue apuñalado en uno de eso vagabundeos por un desconocido y un tiempo después transcribió esta anécdota con este apunte: "¿Por qué me apuñaló? [pausa] a lo que el desconocido, "sinceramente", contesta:Y yo que sé". Nosotros tampoco sabemos nunca quién es ni cuán importante es ni tampoco por qué nunca llega Godot. Escribir es escribir para nada; vivir es preguntarnos ¿vamos?, respondernos vamos y permanecer en el mismo sitio, vivir es una experiencia íntima que a menudo se escapa a nuestra comprensión.