Literatura

Cartas del Norte

Entrevista a Alfredo Conde

josé luis garcía

Afredo Conde

Tras Memorias de soldado, a mi juicio una de las mejores novelas que se hayan podido escribir sobre la guerra civil, sobre cualquier guerra civil, Alfredo Conde, Premio Nacional de Narrativa y Premio de la Critica 1986 con El Grifón, regresa con Lukumí, una historia amena e irónica, escrita con sabiduría, humanidad y ternura.

Luis García.- Alfredo Conde, nueva novela y nueva Editorial.... ¿Qué le hace mas ilusión de las dos cosas?

Alfredo Conde.- Quizá la segunda. Una vez le comenté a mi padre, siendo yo pequeño, los tormentos del infierno que acababan de explicarme en el colegio. Mi padre no creía en él, pero tampoco quería crearme conflictos. Por eso se limitó a hacer psh!, cada vez que yo insistía, y a sonreír. Hasta que ante mi terquedad: "¡Papá, pero siempre ardiendo, siempre ardiendo...!" le llevó a posarme su mano enorme en mi cabeza, revolverme el pelo y consolarme: "Mira, hijo, no te preocupes que uno acaba por acostumbrase a todo". Pues lo mismo. Novelas ya llevo escritas unas cuantas y ya estoy acostumbrado al infierno de las presentaciones y al purgatorio de las críticas. Editorial es la primera que inauguro. Es muy grato que alguien confié en una obra tuya para abrir de nuevo una editorial como Bruguera pues implica el tácito reconocimiento de algo por lo que todos los escritores suspiramos.

L.G.- Porque no es una Editorial cualquiera.... nada menos que ha inaugurado la nueva andadura de Bruguera y con unos compañeros (Alberto Manguel y P.D. James) de auténtico lujo....

A.C.- No, efectivamente Bruguera no es un sello editorial cualquiera y el que vuelva a abrir no sus puertas, sino sus compuertas es un hecho que, dentro del mundo que gentes como usted y como yo habitamos, se me antoja caudal y vivificante, auroral, en la misma medida que lo es el espíritu que la anima y que se ejemplifica en los nombres que usted cita. Manguel es un argentino que escribió su novela en inglés y ahora la ve en español, P.D.James es una británica de renombre mundial que escribe en su lengua, yo soy un señor que no renuncia a ninguna de las dos de las que disfruta en plenitud, el gallego y el castellano, que se siente orgulloso de ambas y no piensa renegar de ninguna de ellas, reservándose el derecho a utilizar la que le dé la real gana en cada ocasión en la que lo estime oportuno y, al mismo tiempo, está prevista la continuidad con la edición de novelas de autores gallegos, catalanes y vascos, escritas en sus lenguas, y, al tiempo, la de otros españoles escritas en la común, amén de las traducidas de otras literaturas de todo el mundo...en fin, que abrir el camino que se anuncia es hacerlo al cosmopolitismo y a la libertad, a la cultura en su mejor acepción y compresión, a la universalidad y con en ello al humanismo que nunca ha dejado de ser imprescindible. Una novela mía no es nada, no debe alegrar más que cualquiera otra de las mías, pero esto que comento es insólito, excepcional y ponderable. Un lujo cultural y humano, ciertamente.

L.G.- ¿Y que es Lukumí, cual es su génesis?

A.C.- Lukumí es la historia de un ser a caballo de dos culturas, de dos razas, de dos realidades y dos mundos pues su protagonista es hijo de una negra lukumí que baila en el Tropicana, en el cabaret de La Habana, y de un gallego, rubio como el centeno, que va a Cuba a hacer la revolución y el Caribe se la hace a él. La peripecia vital del mulato resultante, de Esteban González, permite la descripción de la sociedad en la que se produce, la castrista, más tarde la de la soviética, a la que es enviado para ser formado en la universidad Lumumba de Moscú, y, ya al final, la de la capitalista cuando su abuelo paterno lo reclama, lo trae a Galicia y la puede constatar en su realidad más cabal. Las moralejas posibles quedan a la consideración de cada lector que seguro que es lo necesariamente inteligente como para deducir cualquiera de las posibles. Yo soy un novelista, no un adoctrinador.

L.G.- Galicia no deja de ser una mezcla de culturas, como la caribeña.... ¿qué nos quiere contar en Lukumí?.

A.C.- No sé si quiero contar algo más que lo que he dicho, pero de quererlo sería la convicción de que la salvación está en el hombre, no en este o aquel sistema de ideas en las que cada uno de nosotros se sustente, pues las ideologías pasan y el hombre queda, sus sentimientos permanecen, también sus angustias y sus esperanzas. La lectura de obras literarias de todos los tiempos así nos lo confirma. Sentimos, amamos, sufrimos, nos angustiamos o nos elevamos por encima de nuestra propia condición igual que lo hicieron los habitantes de la Grecia clásica o lo mismo que se describe en los Vedas y fíjese que han pasado y periclitado sistemas de ideas, tras sistemas de ideas, ideologías, necesarias, pero sujetas a la contingencia. Lo mismo sucederá a las actuales y por eso no deben significar verdades de fe, dogmas, sino tan solo apoyos circunstanciales y necesarios, pero imperfectos que debemos aceptar siempre desde la insumisión y la crítica, siempre desde la libertad de pensamiento y el tamiz del criterio propio.

LG.- ¿Pretende saldar alguna deuda con la obra?

A.C.- Siempre, a buen pagador que intentes ser, pretenderás saldar deudas. Yo también. No sometí gratuitamente a desguace la religión que me dieron para no poder lo mismo con las ideologías sucesivas que mi tiempo de vida me ha ido aportando. Ellas han intentado someterme y yo siempre he intentado liberarme. Hay un verso de César Vallejo que me resulta iluminador: "Y amanecer, poeta, nómada, al durísimo día de ser hombre", dice, y me gusta casarlo con aquella afirmación de Sartre acerca de que el hombre es libre y está condenado a serlo. Esa condena implica el saldo continuo de todas las deudas contraídas, el ejercicio de la libertad de pensamiento, a riesgo de cualquier excomunión o decreto de anatema.

L.G.- Porque es posible que no sea entendida eso de sacar a la luz las miserias de un régimen como el castrista....

A.C.- No, claro. Pero en el Tomo VII del Teatro Crítico Universal, en el párrafo 35 del Discurso XIII, el Padre Feijoo, que era de Allariz y hermano de un pentabuelo mío, médico y también escritor, y poeta en gallego, dice "así yo, ciudadano libre de la república literaria, ni esclavo de Aristóteles, ni aliado de sus enemigos, escucharé siempre, con preferencia a toda autoridad privada, lo que me dictaren la experiencia y la razón" ...y sigue, pero no quiero hacer onerosa la cita y quien quiera puede continuar leyéndola. Claro que puede no ser entendido e incluso condenado, pero ese, esencialmente, no es mi problema.

L.G.- Con su anterior novela, Memoria de soldado, se introdujo de lleno en una contienda civil, posiblemente la española.... ¿No mantiene algún paralelismo con Lukumí? Narrada en primera persona también nos habla de un regreso un tanto.... trágico o difícil....de un personaje arrancado de sus raíces....

A.C.- En la página 10 de Lukumí se dice "Siempre me moví entre esos dos olores, el de los blancos y el de los negros; ácido, aquel; e hiriente; agridulce éste; acogedor y cálido. Siempre entre esos dos olores. Unas veces soy un blanco negro, otra un negro blanco. Nunca podré ser un negro-negro, nunca un blanco-blanco. Y siempre estaré entre esas dos historias. Historias de blancos e historias de negros. Las dos me pertenecen, pues soy un hombre. Los dos ánimos me mueven, pues soy un hombre. El ánimo es la condición del hombre. Acaso yo lo sea más que nadie. Tal es la condición del mestizaje"· Pues bien, yo soy un mestizo. Mi padre fue un represaliado del franquismo y la familia de mi madre era franquista. Oí de todo, siendo niño, y siempre supe que quienes se salvaban eran los individuos, que lo que contaba era cada muerto y que, a última hora, en nombre de cualquier sistema de ideas, a cuenta de cualquier ideología, se cometen barbaridades, siempre. Claro que era la guerra civil española la que allí se narraba. Pero no quise tomar partido más que en contra de la barbarie, pues esta es condenable no importa de dónde proceda o en que credo religioso o político se ampare. De ahí los nombre extraños de las ciudades y de los bandos. Pensé en ponerle Oateoroa en vez del que le puse, pero Oateoroa es un nombre precioso, con el que mis amigos maories llaman a su isla, es decir El País de la Larga y Blanca Nube y nosotros conocemos por Nueva Zelanda y no quise contaminarlo. En medio de ese paisaje, el protagonista, un homosexual de ochenta años, recuerda los horrores de la guerra y su propia erradicación. Si puede haber un cierto paralelismo, una cierta similitud, pues es una novela de esas que yo llamo de-arrancarle-vida-a-la-muerte y que me han permitido ser desde homosexual o negro, hasta profesora de lengua u hombre-lobo; es decir., asesino en serie porque ya llevo muchas novelas, mucha vida encima...

L.G.- Recuerdo que en su día no tuvo mucho eco....(Memoria de soldado). ¿No fue entendida, a su juicio?

A.C.- Si, fue entendida. Muy bien entendida. Por los que la leyeron. Año y medio después de su publicación seguían saliendo críticas elogiosas. La crítica fue unánime y elogiosa. Lo ha sido en mis últimas cuatro novelas. Otra historia es que mis novelas no hayan sido un gran éxito de ventas, excepto en Rusia, en donde vendo muchos, muchos libros. A lo mejor lo que sucede aquí es que el que no es muy entendido soy yo.

L.G.- ¿Se considera antes escritor gallego que castellano?

A.C.- Yo no soy un escritor castellano. Soy un escritor español, pero porque soy un escritor gallego. Ser gallego es mi manera de ser español. Nunca me llamaría escritor español de no poder ser y llamarme escritor gallego. Soy gallego de nación, español por historia y europeo por vocación. No reniego de ninguna de mis tres condiciones, en las tres me identifico y afirmo. Y ya dije que no renuncio a ninguna de mis dos lenguas. Eso implica que el sistema literario gallego no me acepte a entera satisfacción y tienda a repelerme y que lo mismo suceda con el español, ni blanco-blanco, ni negro-negro, tal es mi ánimo, tal mi condición, tal mi mestizaje, pues soy un hombre. Un librepensador o si se quiere un hombre libre. Y la libertad tiene precio y hay que pagarlo, siempre. Y tan a gusto.

L.G.- El papel de los intelectuales en política.... ¿le parece que debería ser más comprometido? Usted fue Consejero de Cultura en su Galicia natal....

A.C.- ¡Ah, pero es comprometido? Creí que eso se había pasado. Hace años que no veo excesivos pronunciamientos, menos individuales. En primer lugar. ¿Vio usted muchos acerca de las barbaridades de ETA, muchos a propósito de las barbaridades del terrorismo integrista islámico, muchos acerca de las atrocidades de toda índole que se observan a diario, muchos acerca de las reivindicaciones estatutarias o de las barbaridades de índole cultural o medioambiental que se perpetran a diario? Yo no. Y menos individuales. A título colectivo todavía algunos. Pero con una única firma al pie, bastantes menos. Estamos de un políticamente-correcto que da náuseas. Quizá sea el sistema de subvenciones que genera silencios cómplices desde hace demasiados años. En todo caso, ya he juzgado bastante y cada vez me cuesta más trabajo hacerlo. Así que mejor prefiero dejar pasar esta pregunta sin demasiada respuesta En segundo lugar. Si. Es cierto que fui consejero de Cultura en Galicia, hace veinte años, y es cierto que salí de la consejería para escribir un artículo diario en la prensa y vivir de ello...y que en ello sigo. Trabajé dos años en política y lo hice como un condenado a trabajos forzados. Estoy orgulloso del realizado por el equipo que dirigí. Eso es todo

L.G.- ¿Le condicionó a la hora de escribir aceptar y adoptar dicho papel?

A.C.- No publiqué ninguna obra de creación durante ese periodo. No me pareció ético. Visto lo sucedido en otros casos, lamento confesar que me equivoqué. Lo único que acepté publicar fue un libro de conversaciones con Fidel Castro, pero porque había intereses superiores relacionados con esa publicación, desde la política del Quinto Centenario que cambió de eslóganes a partir de él, hasta los intereses de la penetración de la industria hostelera española en Cuba para los que parece ser que fue determinante. También me equivoqué. Pero esas son otras historias y requieren otros espacios.

L.G.- Hábleme del conjunto de su obra.... ¿está satisfecho con la misma, ahora que ya puede verla con cierta perspectiva? Me refiero al efecto mediático que supuso ser Premio Nacional con El Grifón, candidato al Nóbel, Premio Nadal.....

A.C.- La profesora Sofia Kaus que enseña en Texas Tech University, me decía hace un par de años que había muy pocos escritores en el mundo que fuesen autores de diez novelas defendibles...y que yo era uno de esos pocos. Si eso fuese cierto, ya me podría sentir satisfecho. En cierta medida así es, si he de ser sincero. Ahora bien, ¿a que hecho mediático nos referimos? El Premio Nacional fue ciertamente un aldabonazo, se agotó la primera edición de El Grifon en dos semanas...y se tardó seis meses y medio en sacar la segunda, coincidiendo con la nueva adjudicación de los nuevos Premios Nacionales de Narrativa, Poesía y Ensayo que vinieron a sustituir al de Literatura seis meses antes de lo previsto. El Nadal supuso un encarnizamiento cruel. En Galicia fui acusado de traidor y en Madrid tuve que meter al ABC en el juzgado, imagínese que me acuso de haber comprado al jurado con dinero público como ya había hecho, siendo consejero con el italiano Grinzane Cavour a la mejor novela extranjera, nada menos que ciento sesenta y nueve miembros que votaban ante notario, de uno en uno y por separado, todos estudiantes jóvenes, completados hasta doscientos con críticos literarios de periódicos y de universidad. Así que yo efecto mediático, en España, poco y negativo. Ahora parece que sí, pero por reflejo de lo que sucede en Rusia y en Australia, de lo que sucedió en Italia, de que por ahí adelante haya gente que piense que debo llevar el Nóbel y me proponga año tras año. Pero yo vivo muy tranquilo y ajeno a toda esa algarabía. El Nóbel consiste para mí en que haya gente que piense así, ni siquiera en la posibilidad de llevarlo, que no valoro pues se me antoja ilusoria y utópica. Así que es preferible pasar sobre esto de puntillas y no hablar ni poco ni mucho de ello. Nada, mejor no hablar nada.

L.G.- ¿Qué esta preparando actualmente Alfredo Conde?

A.C.- Tengo en la cabeza más historias para ser noveladas que tiempo de vida del que dispondré, muy a disgusto mío, para escribirlas. Ahora mismo tengo a punto de terminar una novela sobre María Pita, la Agustina de Aragón gallega, si quiere usted que la llamemos así, y muy decidido el comienzo de unas memorias con una estructura que me permitirá redactarlas a saltos, intermitentemente, según me apetezca o la memoria me lo reclame. Serán divertidas. Ya verá como algunos se van a descojonar de risa.

L.G.- Preguntarle por sus referentes sería una estupidez, ya que usted es precisamente referente para muchos autores y lectores.... Pero ¿Cuándo va a volver Alfredo Conde a la poesía, que ya cultivó en su momento?

A.C.- Le agradezco mucho que me diga eso, me deja el ego lo necesariamente almidonado para ir tirado un par de años y ya sabe usted cómo es de necesario tenerlo así, tener la autoestima satisfecha, para poder seguir escribiendo. No necesito volver a la poesía, siempre seguí y sigo escribiendo poesía, otra cosa es que la publique. Soy un poeta mediocre y resignado, consciente de sus limitaciones y nada más lejos de mi intención que profanar con mis esporádicas incursiones territorio tan sagrado como ese. Así que tranquilos y que no cunda el pánico.