Opinión

Con el tiempo en brazos

Sin noticias de la luz

ana marquez

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Qué absurda esta tarea de hacer pactos con el invierno. ¿Cómo convencer al Viejo General para que deje de rozar su despellejado mal humor contra mi fachada? Carraspea su faringe, con su perenne catarro, y escupe en mi umbral un salivazo de escarcha mientras me advierte, credenciales en mano, que es suyo el Tiempo de la Espera. Pero no le voy a permitir más atropellos de los necesarios al Viejo prepotente. Las amenazas de ese viento ojeroso que le baila el agua y la nieve, se pudrirán ahí fuera, encerradas en la libertad de la calle, maldiciendo la frontera de mi ventana.

Dicen que, sin embargo, el humus prepara ya su parto único y repetido. Dicen que, afinando el oído, se percibe ya un bostezar de raíces elementales que retan al poder de la muerte y la ceniza. Dicen que el silencio de los campos disfraza en Carnaval un íntimo concierto de estallidos subterráneos, que cada milímetro de tierra late como un homenaje al trabajo oculto y a la paciencia.... Dicen.

Pero yo nunca la tuve. ¿Paciencia? Siempre he creído que sólo existe el bien que ahora retengo entre mis manos. El mañana es también un salivazo de escarcha y confiarlo todo al porvenir puede costar carísimo. Por eso prefiero no esperar jamás nada del día que aún no ha estrenado su aurora. Así lo que me llegue, será siempre por añadidura.

Sin noticias de la luz, soporto, pues, a pelo, las amenazas que el viento va tatuando en mis cristales y ocupo el espacio que dejó la esperanza en la absurda tarea de hacer pactos, absurdos también, con el invierno.