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CINE: Sueños en la caverna

Pereza

alex oviedo

La vida secreta de las palabras Llevo unas semanas sin ir al cine, escuchando en todos los informativos la cantidad de novedades que nos prometen sensaciones fuertes o experiencias cinematográficas sin fin. Pero no, me da pereza adentrarme en una sala para salir como había entrado; o peor aún, con esa sensación de que he malgastado seis euros en dos horas de sopor o de artificio. Ni siquiera Woody Allen ha sido capaz de emocionarme en su último Match point. Quizás sea la edad o que uno necesita de vez en cuando de un pequeño parón para poder continuar más tarde con más ganas. Pero no sé, no me llaman la atención ni la historia "homosexual" de dos vaqueros (pese a que Ang Lee sea un director capaz de llenar de sensibilidad incluso la peor de sus cintas); ni la venganza israelí ante el crimen de unos deportistas de elite (todos conocemos cómo funcionan en Israel; no creo que a nadie sorprenda que Spielberg haya decidido plantear por fin que el ojo por ojo no sirve para nada); ni el biopic de un cantante de éxito sumido en la trascendencia de su propia personalidad; y menos aún una historia japonesa rodada por americanos: una historia que los orientales habrían sabido realizar con mejor pulso y delicadeza. Sí en cambio espero con impaciencia escuchar la frase Good night and good luck, pero sólo para satisfacer mi certeza de que Estados Unidos sigue siendo uno de los países menos democráticos del mundo (aunque nos quieran hacer creer que son lo contrario).

Veía el pasado fin de semana la ceremonia de los Goya. Y me quedó una sensación de malestar. Intentamos hacer las cosas como los americanos, en horario de máxima audiencia, con un centenar de estrellas del cine local paseándose por la pasarela. Pero nos falta la capacidad de Hollywood para seducir o para autopublicitarse. El resultado: una ceremonia aburrida, larga, carente de guión, en la que los presentadores parecían querer escapar rápidamente para no caer en la vergüenza de lo que estaban diciendo. Y al final, pues eso, La vida secreta de las palabras, una película de Isabel Coixet rodada en inglés y con actores internacionales. A más de uno se le tuvieron que caer los anillos al comprobar que el cine patrio se decantaba por un texto tan poco español. Y más aún al percatarse de que Obaba, esa película de Montxo Armendariz impulsada para los Oscars se quedaba sin galardones (y finalmente sin nominación para esos premios mundiales made in USA). Para acabar, una pregunta: ¿por qué la Academia del cine español se empeña en nominar a los mismos directores para los Oscars? ¿Tiene Garci muchas más cosas que contar? ¿No es necesario impulsar savia nueva? Quizás entonces encontremos nuevas formas de narrar...