Literatura

Bestiario

josé morella

Si el poema no sirve para volver a quien lo lee un fanático que el poeta entonces se calle

António Ramos Rosa

António Ramos Rosa Fanático: persona inspirada, exaltada o frenética cuando habla de algo en lo que cree. Originalmente, el término se refiere a los proto-hooligans que se entregaban a violentas manifestaciones religiosas en favor de diosas como Cibeles, por ejemplo. Sacerdotes enloquecidos que usaban su furor extremo, siempre magnético, mesmérico, para atraer gente al templo. De hecho, la palabra procede del latín fanum, "templo", y significa "servidor del templo". Ese es António Ramos Rosa, un servidor del templo ubicuo e informe de la poesía. Este poeta, que ha escrito más de setenta volúmenes a lo largo de su vida, a una velocidad de hasta cinco poemarios en un año, parece haber abandonado toda forma de vida que no tenga que ver con escribir, leer y pensar la poesía. Es probablemente el poeta vivo más importante de Portugal. Su búsqueda poética se basa en una obsesiva reducción de la manipulación del lenguaje, en una re-asimilación de las palabras que nos devuelva su carácter órfico, su autenticidad reveladora del universo. Su léxico puede parecer pobre: las palabras de siempre, palabras atemporales, piedra, agua, viento, cuerpo. Pero con ellas construye poemas sorprendentes, edificios insólitos que nos conducen a aquello que una vez supimos (la realidad casi física del lenguaje, el modo en que nos sirve de hogar) y que la vida nos obliga, en su galope inevitable, a ir olvidando. Es un trabajo de proporciones fantásticas que, leyendo los poemas, elegantes y precisos como guijarros que dibujan ondas en el descenso de un río, imponderables, con su aire necesario y natural, parece que no sea trabajo alguno, como por ejemplo en estos versos:

El sabor del pan y de la tierra es un guante de rocío en la mano ligera.

O estos otros

Yo no fabrico el agua. Estos árboles existen. Estas manos se extienden. Mis pasos se conjugan entre árboles, calles, mucha gente.

Se trata, parece, de conseguir hablar una lengua nueva, la lengua pura de la poesía, hecha de la lengua vieja. Siguiendo con el símil del fanático, podemos decir que Ramos Rosa es un fanático silencioso, muy diferente de los fanáticos de siempre, puesto que el dominio de la poesía alcanza una libertad a la que la religión no llega, de modo que le permite ser fanático en silencio, un imposible fanático-ermitaño que grita su silencio desde la cima de una montaña, en soledad. A Maurice Blanchot le encantaría este proselitista que hace su tarea desapareciendo, sumiéndose en el magma de la poesía, ofreciéndonos una obra que lo anula. Este paradójico exaltado, a fuerza de trabajar, de inscribir su fanatismo en la hoja de papel y en su propio cuerpo sentado, apoyado sobre el trabajo sin pausa alguna, acaba por casi delirar, por caer en el éxtasis de la glosolalia. La palabra glosolalia (en griego, glossa, 'lengua'; lalein, 'hablar'), designa la práctica de hablar en un estado de éxtasis o trance y, en consecuencia, con un lenguaje distinto al normal, a veces con lenguas que la persona en trance no conoce en absoluto. En el Nuevo Testamento aparecen varias referencias a estos casos. Según era de creer, Dios hablaba por boca de personas para difundir el Evangelio y ser entendido por todos los hombres, de todas las procedencias. Del mismo modo, Ramos Rosa parece querer alcanzar un idioma que, de tan desnudo, nos obligue a volver a mirar nuestra propia voz, a descubrirla de nuevo a base de mostrárnosla normal y limpia del uso de los días:

Soy un trabajador pobre que escribe palabras pobres casi nulas a veces solo en busca de una piedra una palabra violenta y fresca (...)

Qué tengo yo que decir más que esto siempre esto de este o de otro modo qué procuro sino hablar de esta vana búsqueda de un espacio en que respira la boca de mil bocas del cuerpo único en el abismo blanco

En pleno trance, con una voz a la vez nueva y conocida, nos escupe el mensaje de la poesía más pura y nos vuelve, a los lectores, admirados y algo asustados por el espectáculo, unos fanáticos, unos locos cazadores de lenguaje entregados al precipicio blanco de las páginas.