Literatura

Cartas del Norte

Entrevista a: Antonio Colinas

José Luis García

Antonio Colinas

Poeta, narrador, traductor, periodista..., no hay genero que se le resiste a Antonio Colinas, aunque como él mismo reconoce es en la poesía, genero del cual fue Premio Nacional, donde se encuentra como pez en el agua. Ahora regresa con el libro de relatos Leyendo en las piedras, libro que recuerda los periplos de los protagonista de Celama o de Comala. Y es que la literatura, la buena literatura, suele hacer que nada nos resulte ajeno.

Luis García.- Antonio Colinas, Premio de la Critica, Nacional de Literatura, Nacional de traducción.... Leones del año 2005.... ¿qué premio se le resiste y le gustaría tener?

Antonio Colinas.-

Los premios que he tenido me han ido llegando sin esperarlos, con naturalidad. En estos momentos no aspiro a ningún premio. Lo importante -yo siempre se lo recuerdo a los jóvenes- es esa soledad primera del escritor frente a la página en blanco. Lo demás se nos dará por añadidura. Pero es obvio que un premio, sobre todo al inicio de una carrera literaria, supone un gran estímulo. Luego, sabemos que hay otros premios que por más eco, dinero o relumbrón que tengan no suponen absolutamente nada.

L.G.- Es usted leonés, aunque no participe del llamado "círculo leonés" de Mateo Díez, Merino, Aparicio.... ¿qué le une a ellos, salvedad hecha de su referente biográfico?

A.C.-

Allá donde vamos, a la hora de los coloquios en los actos, siempre hay una pregunta que nos hacen: "¿Por qué la importancia de los escritores de León?" En estos momentos quizá haya no menos de 15 ó 20 escritores leoneses importantes. Si este fenómeno se diera en Cataluña, en el País Vasco o en Madrid, sería un tema de Estado, pero como sucede en una provincia "de segunda" el asombro es obvio, y se repite la pregunta: "¿Por qué?" Luego sucede que los escritores leoneses nos llevamos bastante bien, convivimos con cordialidad y esto en un mundo literario que tiende a la tensión y a las disputas, no es lo usual. Así que es amistad lo que me une a esos nombres.

L.G.- ¿Y que le desune, si le desune algo?

A.C.-

Creo que nada. Yo, en particular, no estoy en guerra con nadie. Hay también otro factor positivo en este fenómeno de la literatura leonesa actual: creo que la memoria de la infancia vivida en el medio natural del campo es una clave común a todos nosotros. De ella puede ser, por cierto, un buen ejemplo Leyendo en las piedras, el libro de relatos que ahora acabo de publicar.

L.G.- Poeta, narrador, periodista, ensayista..... ¿en qué terreno se encuentra mejor Antonio Colinas?

A.C.-

Me encuentro cómodo escribiendo en cualquier género y lo hago con naturalidad. Sin embargo, la poesía es el género que prefiero, acaso porque ella es como el substrato fértil que se encuentra en todos mis libros. Concibo la escritura, ante todo, como un gesto de libertad creadora. Ya dije también, cuando publiqué mis dos novelas, que yo no era un poeta que tenía pretensiones de novelista sino que simplemente reclamaba la libertad de escribir.

L.G.- Y a pesar de ser un poeta reconocido nacional e internacionalmente, no acaba de ser ese autor de mayorías que todos desean ser.... ¿Por qué?

A.C.-

Acaso porque creo en lo que Juan Ramón Jiménez reconocía como "la inmensa minoría", en un tipo de lector fiel, selectivo, influyente. Nunca he tenido deseos de ser un escritor de leer y tirar, como pasa ahora con cierta literatura que se nos impone machaconamente, pero que no permanece. He procurado siempre que la literatura fuera para mí un fruto y no un producto, algo que se lanza a los cuatro vientos y luego se olvida.

L.G.- Háblenos de su libro de relatos Leyendo las piedras.... ¿cómo nació?. ¿Cuál fue su génesis?

A.C.-

La génesis se encuentra en el primero de los relatos del libro, el titulado "Los espacios de la memoria". El protagonista llega a la casa abandonada de sus antepasados, la rehabilita y, al hacerlo, se "rehabilita" a sí mismo. Comienza a vagar por el valle sin saber muy bien por qué, suceden cosas extrañas y la soledad le obliga a leer en la naturaleza, a leer símbolos. El más llamativo de ellos es el que va en el título, las piedras, que no significan lo muerto, lo caduco sino esa "energía indestructible" de que hablaba Jung. Hay también una gran presencia de ese otro símbolo que son las "ruinas fértiles", la presencia de la arqueología, de una pasado legendario y real a la vez.

L.G.- ¿Será Leyendo las piedras un libro extraño al estilo de La simiente enterrada. Un viaje a China, tal y como le decía algún critico?

A.C.-

Creo que ambos libros son radicalmente diferentes, en la medida en que el libro de relatos universaliza lo local y mi libro sobre China es expresión de un espíritu claramente universal. Pero puede ser también que ambos libros se asemejen en una cosa: en que son libros de libros. Leyendo en las piedras -como La simiente enterrada- puede leerse como una sucesión de relatos, pero también como una novela corta, o incluso como un Diario, o un libro de viajes. En cualquier caso, el libro sobre China cae más en la órbita del ensayo, de lo que yo llamo el ensayo inspirado. Ambos libros son expresión del sentido arraigado y abierto que posee mi literatura.

L.G.- ¿Es como usted ha dicho en alguna ocasión un regreso a sus orígenes, al tiempo de su infancia?

A.C.-

Así es. En Leyendo en las piedras el autor y el protagonista del libro -que son y que no son la misma persona- cierran un círculo en su vida, se cierran al mundo y buscan en su interior y en su paisaje inmediato. El libro supone también un rescate de la infancia como tiempo de la plenitud, aunque es un rescate engañoso. La mejor prueba de ello es el pueblo en ruinas o la soledad del protagonista. Luego, al fondo, está esa figura inalcanzable de mujer, la representación "eterno femenino", que es un tema recurrente en mi obra: la mujer no sólo como expresión de la pasión, sino también de lo telúrico. Ella participa también de ese misterio que envuelve a todo el libro. Memoria y misterio son las coordenadas de esta obra.

L.G.- A La Bañeza, que usted menciona con frecuencia, su ciudad natal. Localidad que ahora acoge al ultimo ganador del Premio Azorín, Javier Pérez. Volviendo a lo que antes le mencionaba del circulo leonés.... ¿a qué cree debido la proliferación de escritores en su región?

A.C.-

No sabría explicarlo con certeza. Acaso somos un fruto más de esa tierra. Pero, en cualquier caso, apuntaría hacia algo que ya he dicho antes: hay una confluencia común hacia la memoria, hacia la infancia vivida en el medio natural, hacia la fidelidad a la tierra, hacia la tradición de los relatos orales y legendarios.

L.G.- ¿Cómo ve la poesía española, alguien que acostumbra a no participar de los cenáculos literarios ni de capillita alguna?

A.C.-

Desde hace 3 ó 4 años observo un cambio de rumbo en la poesía de los más jóvenes. Están dejando atrás cierta poesía plana y vacía, algo parecida a fotografías en blanco y negro, y veo un regreso a la cultura viva, a lo metafísico, a un lenguaje más exigente y menos perezoso. Es un proceso lógico porque los gustos o generaciones no son inmutables y la escritura evoluciona o se muere.

L.G.- ¿Es una vocación la poesía, o es "una obligación" para consigo mismo?

A.C.-

Sí, quizá sea las dos cosas. Una vocación, porque no tengo otra, y una obligación porque concibo la literatura como algo entrañablemente fundido con la vida. Para mí la experiencia de vivir y la experiencia de escribir es un mismo proceso; escribimos para buscar la plenitud, para realizarnos, para ser conscientes. Luego, para bien y para mal, me ha tocado ser un escritor de vocación y de profesión.

L.G.- Un amigo poeta siempre va acompañado de un bolígrafo "cargado" de poemas.... ¿Tiene Antonio Colinas aún muchos bolígrafos "cargados" de poemas?

A.C.-

¡Ya quisiera yo tener en mi bolígrafo los poemas que debo o quiero escribir...! Alguien dijo que el primer verso nos lo dictan, nos lo regala alguien. Yo para escribir lo que necesito es un estado de ánimo especial, de plenitud. No puedo escribir desde el desequilibrio o el desasosiego, aunque éstos pueden ser factores que a veces lleven a esa plenitud.

L.G.- ¿De quien se siente deudor Antonio Colinas? (Literariamente)

A.C.- En mi adolescencia hay dos poetas que me marcaron mucho: Juan Ramón y Antonio Machado. Luego, vinieron los autores de la Generación del 27, el magisterio concreto de Vicente Aleixandre, con el que mantuve una buena amistad desde que llegué a Madrid a los 18 años hasta que él murió. Pablo Neruda es otro gran poeta de nuestra lengua. Luego, en el campo del pensamiento le debo mucho al pensamiento primitivo oriental, a la mística de orientación universal, o a nombres como el de María Zambrano, otra de mis maestras.

L.G.- ¿Y que poeta actual joven sigue con especial interés?.

A.C.-

Le daría varios nombres, pero porque ayer mismo acabé de leer su libro señalaré el nombre de Ben Clark, un poeta ibicenco, hijo de padres ingleses, que acaba de recibir el premio Hiperión por su libro Los hijos de los hijos de la ira.

L.G.- ¿En que está trabajando ahora Antonio Colinas?

A.C.-

Llevo ya avanzado un nuevo libro de poemas. Estoy viendo que algunos de los poemas que he escrito este verano no son ajenos a los dos viajes que hice en primavera a Israel. También reviso las pruebas de dos libros: mi traducción de las Iluminaciones de Rimbaud, que tenía guardada en un cajón desde hace años y que ahora publicará Devenir. También reviso una monografía sobre el conjunto de mi obra, debida a Susana Agustín, que publicará el Instituto de la lengua de Castilla y León.