Literatura

Nocilla Dream

Tomás Graves

Nocilla Dream

Me quedé fascinado por la manera de escribir de Agustín Fernández Mallo hace ya unos años cuando era vecino mío en el pueblo mallorquín de Deià. Me entregó para la revista local que yo edito un artículo delirante pero a la vez claramente argumentado y muy bien escrito. Ya conocía su curiosa doble condición de físico de las radiaciones nucleares y bateria punki pero no su faceta de escritor. Aquel verano yo estaba inmerso en el libro El Enigma de Fermat, de Simon Singh. En aquel momento la crítica británica en general estaba de acuerdo en que la literatura más innovadora lo venía de la mano de los científicos. No tenía noticia de un movimiento similar en las letras españolas pero está claro que Fernández Mallo está abriendo camino en este sentido.

En una blogosfera que genera cada vez más material para leer y cada vez menos tiempo para leerlo, se agradece una mirada limpia y clara, unas descripciones concisas y precisas en vez de la verborrea autoindulgente, que deja espacio para lo realmente interesante. Igual que con su poesía, Fernández Mallo da al humor y el ingenio una estructura compleja pero no complicada donde poder jugar. Me gusta comparar el humor con el efecto moiré que resulta al sobreponer dos telas mosquiteras, y este libro está lleno de carcajadas porque contrapone la aplastante lógica de nuestra vida contemporánea a la aplastante arbitrariedad de los acontecimientos. Y cuenta con un reparto de personajes que rodean el globo como si fueran una ristra de diagramas de Venn sutilmente intersectadas.

Mi padre, Robert, uno de los decanos de la poesía británica, sostenía que los matemáticos puros trabajan en la misma dimensión que los poetas; puede que los físicos nucleares manejen la misma materia o antimateria que los grandes autores. Sólo sé que esta primera entrega del Proyecto Nocilla me resultó deliciosa, nutritiva y nada empalagosa. Me quedé con las ganas de saber si las ratas realmente sirven para desactivar minas antipersona pero dudo que las sucesivas entregas de la saga me lo aclaren. No importa. Las ratas seguirán con su trabajo en un universo paralelo bajo mi responsabilidad como lector y Fernández Mallo seguirá con su mirada cristalina señalando los lazos invisibles que unen todo clase de dimensiones: al chicle con el arte conceptual, la música industrial con el 11 de setiembre, un árbol de navidad clavado en pleno desierto con las Catástrofes de Segunda Especie.

Y al relamer con los dedos el fondo de este tarro de Nocilla he encontrado tantos guiones de película -cortos, videoclips, largometrajes, road-movies, documentales-como capítulos hay en el libro, 113 para ser exactos. Y es que con Agustín Fernández Mallo conviene ser exacto. Lo que hizo para el rock Mark Knopfler al rescatar el sonido limpio de la guitarra Stratocaster y dotarlo de una riqueza lírica, lo está haciendo para la novela española este batería con gafas gallego desde un departamento de Radiofísica un hospital público balear.