Literatura

Paseos desde Praga

elena buixaderas

Peluches y Flores

Al pasar por delante me crucé con la sombra de Federico.
Allí había un hueco, un hueco en el universo, el hueco que dejan las muertes imprevisibles, impensables, imparables y, sobretodo, injustas.
Allí junto al paso de peatones, frente al monasterio me abofeteó el recuerdo de Federico.
Di algo. ¿Por qué callas? Poeta en Praga y estás muda. Un poeta no puede quedarse callado.
No puede, no. Así que hablo.

"Niño atropellado en un paso de cebra (Brevnov)". Sería un buen título. O "Nocturno del hueco". O "Paisaje con tumba y monasterio". Pero cómo hablar de la motocicleta, de la velocidad vertiginosa, de la madre con dos niños

Para ver que todo se ha ido dame tu mudo hueco

del golpe, del cuerpo frágil sobrevolando el asfalto

...que no desemboca

de la caída , de las entrañas reventadas como las de una gata que tuve hace años y murió de la misma forma, a manos de los automovilistas desalmados

...que no desemboca

de lo que queda luego, del hueco, sí, del hueco, ese hueco taladrado con violencia, que duele, que sangra, que grita

...que no desemboca

junto a la acera, marioneta deshojada e inmóvil que ya no siente.

Aquí no está Federico. Han pasado setenta años desde que dejó su mudo hueco. Y yo estoy aquí, en Brevnov. Poeta en Praga. Poeta en Brevnov, como Seifert. Y no tengo tu talento, Federico, para decir al mundo lo que aquí ha ocurrido. Lo que ocurre en cada esquina, lo que ocurre en el mundo constantemente. Ese gotear de huecos que ocurre inevitablemente. Injustamente.

Toda la luz del mundo cabe en un ojo

y yo quiero cerrarlo. Qué esfuerzo. Qué esfuerzo del caballo por ser perro. Que esfuerzo del vivo por entender al muerto. Pero hago lo que puedo, Federico.