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Batallas por librar

pedro r. tellería
Loquillo

Confieso que soy fan de Loquillo y Trogloditas. Confieso que el pasado noviembre acudí con un amigo y su novia al BEC para ver su concierto en directo. Confieso, finalmente, que a primeros de marzo fui corriendo a comprar su último disco (presentado en edición de lujo: dos CD y dos DVD) en cuanto supe, a través de la página web del artista, que se ponía a la venta.

Por tanto, esta crítica tiene todos los visos de no ser imparcial. Recuerdo que vi a los Troglos por primera vez en 1989, en el Polideportivo de Mendizorroza. Tenía... muy pocos años, y aquel espectáculo me pareció arrollador. La banda de entonces estaba en plena gira del A por ellos..., disco que supuso el banderín de enganche para el público masivo. Rock crujiente, vertiginoso y atronador que se paseaba por todas las salas, plazas de toros y polideportivos en una época dorada que, para bien o para mal, no volverá.

Los años pasaron. Compré viejos discos del grupo, grabé otros a compañeros de colegio en cintas de casette que todavía conservo. De una manera extraña que aún no alcanzo del todo a comprender, sentí entonces que aquella música salvaje y poco evolucionada (yo tenía ya mis nociones de armonía) me acompañaría durante el resto de mi vida. Fue una corazonada. Y funcionó.

El Loco y los Troglos -aunque sólo queda un miembro original, el sobrio bajista Simón Ramírez- han titulado su último trabajo Hermanos de sangre. En el making-off del DVD se pregunta a varios músicos por su explicación sobre ese título. "Hermanos de sangre es algo más que amistad, es compromiso duradero y sincero", dice Guille. "Un amigo de sangre es alguien por el que matarías y por el que morirías; pero, sobre todo, alguien por el que vivirías", define Igor. "El código de los caballeros. Valor y entrega. Dar sin pensar en recibir", apostilla el Loco. Y cuando uno ve los dos conciertos, especialmente el segundo, piensa que, una de dos, o esos tipos son unos consumados impostores o, ahí, sencillamente, hay algo que no se explica fácilmente.

Pero vayamos por partes. El primer DVD recoge el concierto de gran formato celebrado en el BEC de Baracaldo (5 de noviembre); días antes (21 y 22 de octubre), la banda ofrecía dos conciertos más íntimos en la sala La Rulot de Barcelona, que aparecen recogidos en el segundo DVD. Los CD recogen las mismas actuaciones en audio, con algún tema de menos.

El Loco sabe que un concierto de rock masivo es, ante todo, una obra de teatro con música original. El Loco también sabe, como demuestra en el texto que acompaña a la edición (citando a Carlos Zanón), que rock y romanticismo comparten muchas claves. El concierto del BEC deslumbra por la dramaturgia que envuelve la actuación. El vídeo se ve como si músicos y cantante no sólo tocaran música, sino que además interpretaran su obra sobre un escenario. El lenguaje corporal del Loco, ese cuidado vestuario diseñado para la ocasión por María Araujo, una severa escenografía, aquellas luces de Bucho Cariñena, el montaje y hasta el sofá de cuero construyen un documento artístico en sí mismo donde el rock queda retratado en su versión más épica. Las dimensiones del escenario facilitan las correrías de Igor y Guille, las patadas al aire del Loco... El concierto apabulla por su intensidad y -al mismo tiempo- por su honradez.

El equipo de grabación del concierto de La Rulot, con Víctor Carrey al frente, me han demostrado que el rock tiene otra versión menos conocida. Esa música americana también puede ser rodada en blanco y negro a través de primeros planos, contrapicados y planos americanos. Es una visión más íntima del rock (qué grande la fotografía de Alberto Borque). En sus canciones -y en alguna entrevista-, el Loco ha reconocido su devoción por el cine francés, inglés o americano de los años sesenta y setenta. Pienso en el vídeo de Jonnie et Silvie, en sus referencias a Truffaut y a la novelle vague, pero también en el free cinema inglés o en Cassavettes (véase Arte y ensayo).

Pues bien, sin ser (ni de lejos) un experto en la materia, algo de eso veo en el excelente reportaje de ese concierto. El espectador descubre guiños, diálogos, gestos, anillos en dedos que afinan cuerdas, pies que siguen -sincronizadamente- el ritmo de la canción sobre la tarima del escenario, manos que se aferran a la barra del micro o acarician el borde de una banqueta... Es un lujo de inmediatez y cercanía, un fogonazo de calor y suavidad, justo lo que buscaba la banda con los dos conciertos barceloneses. Fundirse con el público y, además, celebrar juntos la complicidad que dan los años.

El repertorio de este concierto está en consonancia con su espíritu. Temas más relajados en lo musical, aunque con más carga emocional y poética en las letras. Precisamente varias canciones actualizan al detalle esa semántica de la lealtad, que lleva años presente en el repertorio de los Trogloditas (pienso, por ejemplo, en Compañero de viaje, del LP Tiempos asesinos). Lo hace la canción Antes de la lluvia, donde se superpone el tema de la guerra, pero sobre todo en el tema que da título al disco, y cuyo estribillo formula ese compromiso al que aludía Guille: "En el fragor de la batalla / En lo más crudo del duro invierno. / Yo seré tu hermano de sangre / y tu refugio en el infierno".

¿Romanticismo? ¿Autenticidad? Para ese momento, el concierto ha desgranado los temas que componen todo un decálogo de actuación. Brillar y brillar sienta las bases: "He peleado tan duro / que aprendí a resucitar. / Les gustaría que fuese / fácil de domesticar. Pero un corazón salvaje / no se rinde jamás. Mira al cielo y verás mi estrella / brillar y brillar". ¿Es el vaquero legendario que con su pasado a cuestas ha regresado y en el crepúsculo cansado...? Puede ser. Salvador coloca al sujeto en el tiempo histórico. "El año que mataron a Salvador / yo tenía trece años. Hijo del silencio acumulado / por un ejército de hombres derrotados". Por amor ha explícito el motor de la acción del personaje, y El hombre de negro (versión de Johnny Cash) une al sujeto con los demás. Antes de la lluvia dibuja con una elegante metáfora el momento justo antes de la batalla, y reivindicación y alegoría se dan la mano para componer un texto poético y cinematográfico a la vez. La lluvia puede leerse como la guerra, pero también como la vida cuando llama al compromiso. El manager hace explícito el mundo del rock y sus entretelas más oscuras, y Tatuados coloca de nuevo la imagen de la lealtad en el centro del escenario, esta vez por medio de un tatuaje que entrelaza dos corazones. Canción del valor, festiva y caliente, sin duda la más vacilona y cadenciosa del repertorio, describe con palabras sencillas toda una forma de vida: "Porque nadie tiene lo que debe / porque nadie busca lo que quiere" [...] / Porque nadie quiere lo que tiene / porque nadie hace lo que debe.

El relax llega con Johnny et Silvie, que me traslada a un París en blanco y negro, a las musas francesas de los sesenta, a añoradas actrices como Nicole Berger o Claude Jade, para desembocar en la ya aludida Hermanos de sangre. La lealtad se explica entonces como una consecuencia natural de todas las canciones anteriores: del pasado del sujeto, de su propia reflexión sobre los otros y de la ética que destila el rock entendido como un viaje de toda una vida. El personaje, para entonces, se acepta por su discurso, en sí mismo, sin fisuras. De nuevo música y dramaturgia, realidad y ficción, vida y arte, se dan la mano para plasmar en música, letra e imagen las visiones del artista.

Sólo restan escuchar dos brillantes colofones: Soltando lastre, retrato del camino andado por el hombre curtido al que la vida le ha enseñado a no esperar, a continuar en solitario si es preciso, y Rock n' Roll actitud, que ubica al personaje en el contexto de la forma musical que eligió (o que lo eligió) para expresarse: "No olvides, no traiciones / lo que siempre te ha hecho vivir. / No olvides, no traiciones / lo que llevas muy dentro de ti. Porque no muere jamás / tu rock n' roll actitud".

Creo que el Loco y sus amigos han alcanzado la madurez. El rock clásico -no lo olvidemos- es música de género, un estilo más que asentado tras cuatro décadas de vida. Hay, por supuesto, lugares para la experimentación, pero no es el camino elegido por la banda, más allá de la elegante producción con que han sabido arropar Jaime Stinus y sus capas de sonido algunos temas de los últimos trabajos (pienso, por ejemplo, en La edad de oro o Arte y ensayo, apabullante en su versión en directo). Por eso, donde parece que el Loco ha decidido ampliar el mensaje es, fundamentalmente, en la poesía que puede acompañar a esa música nacida de los suburbios capitalistas. Salvando las distancias que se quieran ver, es lo que también están haciendo gente como Josele Santiago, José Ignacio Lapido o Nacho Vegas.

En los años noventa pocos comprendieron (ni siquiera algún poeta versioneado) el giro del Loco con aquellos dos hermosos discos de poemas (La vida por delante y Con elegancia). Aquella vuelta de tuerca no fue valorada en su justa medida. Casi diez años después, el músico del Clot parece haber empezado a cerrar el círculo de una manera más natural: literaturizar las letras para que en su género musical penetren la poesía y la dramaturgia para elevar el resultado a la categoría de obra cinematográfica. La madurez biográfica puede ser el mejor impulso para continuar una carrera que, quizá por haber alcanzado el éxito demasiado pronto (aquellos dichosos años ochenta), se vio forzada como una frágil y hermosa doncella.

Como he dicho, sólo queda en la banda -aparte del Loco- un Troglodita originario. Los seguidores hemos ido conociendo idas y venidas, encuentros y desencuentros, asuntos de vida privada que, a veces, se han hecho públicos. La formación actual cuenta como guitarristas con la veteranía alucinada de Guille Martín y la fuerza inteligente del asturiano Igor Pascual, ex Babilon Chat. El concierto del BEC tuvo un momento emocionante, sustancial: la aparición sobre el escenario de Sabino Méndez, autor de muchas de las piezas que se grabaron en aquel mítico A por ellos... Tocó la guitarra en Rock'n Roll Star y Cadillac solitario.

La vida une y desune. La juventud es visceral. Yo, que he leído Corre rocker -las memorias de Sabino sobre aquellos años-, contemplé con emoción el abrazo que ambos se dieron en público. Sólo el tiempo dirá si aquello fue el principio de una nueva amistad. De cualquier modo, si el talento literario de Sabino (sin olvidar a compañeros de viaje como Gabriel Sopeña) se pone de nuevo al servicio del arte intepretativo del larguirucho del Clot (y viceversa), podríamos estar ante el umbral de un gran episodio en el rock hecho en España. Si el talento se une a la madurez, y el valor continúa intacto, el resultado sólo puede ser la música que aquel chico de quince años deslumbrado por el rock suave de Mendizorroza soñó que escucharía cuando se hiciera mayor.

Loquillo y Trogloditas han publicado Hermanos de sangre (2006) en DRO Atlantic.

El autor ha trascrito y puntuado para este artículo las letras de Loquillo y Trogloditas que se citan. Cualquier error u omisión son de su exclusiva responsabilidad.

José Ignacio Lapido ha publicado En otro tiempo, en otro lugar (2005) en la discográfica Pentatonia Records (pentatonia@wanadoo.es).