Literatura

De peces y hombres

Isidro Cabello Hernandorena

Los peces negros

Los peces negros.
Bassarai Narrativa.
Luisa Etxenike.
Vitoria-Gazteiz, 2005

Ochenta años después de que dictaminase Ortega que el espejo de la belleza se había roto en mil pedazos, advirtiese Ramón de lo absurdo de reaccionar contra lo fragmentario y asegurase Eliot que sólo conocemos un montón de imágenes rotas, Los peces negros, una novela muy dos mil cinco, presenta un montaje a retazos - narrativos, dialogados, descriptivos o reflexivos-, como vía de expresar, literariamente, su concepción de la realidad.

Entre sensualidad subyacente, se recrean vivencias de amor y deseo, de espera y desesperanza, de memoria y olvido, de exaltación del presente ("Hoy es hoy") y descuido del futuro. Si la caza de amor es de altanería, la pesca lo es de bajura y, así, pescadores y pescados, los personajes -esperando sin saber qué esperan- boquean en un mundo de encanto aparente y crueldad de fondo. Las relaciones entre ellos son humanas, es decir, de amor y desamor, de abuso y entrega, de engaño y autoengaño, de planificación consciente y evasión de responsabilidades, de libertad y determinismo.

Como novela corta, su trama no se pierde en complejidad pero sí se empeña en la intensidad: recuperación de vivencias e imágenes de la infancia, que se proyectan sobre el presente de la edad adulta y se canalizan a través de las diez canciones de un disco. Su construcción se fundamenta en emparejamientos constantes: narrador uno y narrador dos; amigos y amantes; abuelo y nieto; víctima y verdugo; varón y, quizá, mujer; peces y hombres; pescador y pescado. Con frecuencia, estas parejas se entremezclan y, a partir de unos indicios caracterizadores, el lector atento debe deducir, cuando no adivinar, de qué o de quién se está tratando.

La ciudad (San Sebastián: calles, mar, monte, río) y Europa (tantas ciudades) son un mosaico de múltiples teselas engarzadas por enumeraciones, lógicas o caóticas, siempre con sentido. La imagen del mosaico se hace omnipresente, reflejada en la multiplicidad de breves secuencias y enumeraciones, reiteraciones, leit motivs, imágenes recurrentes, y también en los narradores y personas narrativas entreverados -no se sabe si por mor del perspectivismo o por ceremonia de la confusión- en una trama con continuas analepsis y prolepsis, como fluir de la conciencia.

Por estilo y creatividad verbal, por acumulación de imágenes y florilegio de recursos, el relato ronda los lindes de la novela poemática, con personajes señeros, muestra de la difícil representación del mundo y ritmo desigual de marea y versículo. Se trata de un texto despojado de hojarasca, en un ejercicio en que señorea la elipsis, narrativa y sintáctica, y en el que cada palabra pesa. Un experimentalismo contenido conforma, pues, este texto, que, pese a todo, guarda la coherencia, cohesión y adecuación debidas.

La obra combina la teoría y la práctica de la atomización y el fragmentarismo. Metafóricamente, abundantes pasajes -siempre breves- abordan la concepción de la literatura, aunque hablen de otra cosa, en un trabajo metaliterario. Se preconizan los "materiales distintos, capaces de juntarse sin mezcla", de forma que la mirada "rompe la casa, la disgrega y la convierte en una lista, un inventario", pero con el convencimiento siempre de que "sólo unida y quieta puede revelar su sentido". La estructura compositiva de la realidad se refleja, pues, en la literaria.

El aparente desorden de elementos no procede de la espontaneidad, pues todo está ponderadamente cuidado: combinación simbólica -signos, imágenes, metáforas, comparaciones- y combinación temática -ambigüedad de la personalidad y las apariencias, intensidad erótica y promiscuidad, soledad y relación intergeneracional, indefiniciones personales y ambigüedades familiares (niño-pez pescado por abuelo-pescador). En definitiva, un lector ocioso se perdería en esta maraña de piezas a veces inconexas y, en cambio, un catador de buena literatura, que fuera llenando creativamente los huecos nacidos de la elipsis, disfrutaría del placer de un texto bien concebido, bien elaborado, bien construido: una depurada obra de ingeniería artístico-literaria llena de vida y sugerencia.