Opinión

Cruce de caminos

Motivos

maría luisa balda

"Sentía una gran felicidad. La música que más me gusta sonaba en esos momentos con una fuerza que me hacía bailar y bailar. Todos estaban felices a mi alrededor y yo sentía una gran seguridad en mí". Esta descripción la cuenta quien ha consumido estimulantes, quien ha sentido esa energía que prestan las drogas aunque -para que te la den- apuestes sin saberlo la salud mental y física en muchos momentos.

Hace unos meses, una mujer bellísima y con experiencia en esos territorios del alma y del cuerpo, me decía: "Todo lo que te dan las drogas cuando las tomas, te lo quitan en tu vida sin ellas; toda la seguridad que te hacen sentir se convierte en inseguridad cuando no consumes". Porque además, me comentaba, esa alegría fugaz que te provocan, cuando desaparece, te deja en un estado que nada tiene que ver con el equilibrio sino con el desánimo.

En aquel momento, le dije que sería interesante que, desde su perspectiva, me contara qué aspectos debería conocer cualquiera -joven o menos joven- que estuviera tentado de consumir drogas estimulantes. Su contestación me emocionó: "Voy a pensar a fondo sobre ello y te lo diré. Quiero que lo sepas para que puedas ayudar a otros a que no caigan donde yo caí".

Al cabo de los días vino a verme, y me contó sus conclusiones de forma ordenada y referidas a diferentes planos de esa realidad.

En primer lugar, me dijo, toda la energía que las drogas prestan -mientras las consumes en unos días concretos-, la cobran con altos intereses durante los días siguientes: la fuerza que sentiste la pagas con gran cansancio, con sueño, con falta de ánimo y de fuerza para cualquier cosa. Además, mientras se consume, no se siente la necesidad de comer, pero durante los días siguientes -y esto ocurre de una manera progresiva y cada vez más evidente- aparecen los desarreglos alimentarios. El peligro de estas fuertes alteraciones, me dijo, es que se terminan padeciendo crisis que tienen que ver con la anorexia y con la bulimia.

Pasando a otros terrenos, que no tienen que ver con el cuerpo sino con los sentimientos o la familia, me explicó que la droga se apodera de todos esos espacios emocionales: el consumo, más o menos continuado, hace que te olvides de amigos, de padres, de hermanos: "mientras consumes, la confianza se deposita exclusivamente en personas que comparten el mismo ambiente. Y así, poco a poco, esas personas se crecen y parece como si fueran lo más importante de tu vida. Pero los desengaños y la soledad llegan luego".

Por último, abordó todas las cuestiones que tienen que ver con la salud psíquica y con el desarrollo de la persona como tal. Me dijo que es como si el tiempo no corriese, como si no se viviese: "es un modo de estar en el mundo que no te deja madurar", comentó, "como si te quedases anclado en edades anteriores". Además, me dijo, lo que se nota es que -si por ejemplo consumes durante el fin de semana- la mente no se ordena hasta, por lo menos, el miércoles ("en palabras vulgares se dice que no te vuelve la cabeza", añadió).

Finalmente, quiso que yo supiera que ella conocía suficientes ejemplos de amigos que han sufrido fuertes ataques de ansiedad y alucinaciones auditivas y visuales. Porque, me dijo, esas drogas no sólo amenazan transitoriamente el equilibrio psíquico de quien las toma, sino que -en algunos casos- su consumo puede llegar a provocar importantes alteraciones de conducta porque "es fácil ser agresivo mientras te duran los efectos y se nota que hay algo que te incita a la violencia".

Hace unos días volví a encontrarla y hablamos de todo esto. La vi fuerte, activa, admitiendo que no podrá recuperar ya el tiempo perdido, pero valorando el bienestar que nota desde que han desaparecido los efectos de las drogas, y sintiendo unas fuertes ganas de vivir todos los años que le quedan; y de hacerlo consciente de sí misma y de quienes quiere.

Le pedí permiso para contar públicamente sus conclusiones. No sólo me dio su permiso: dijo que la consolaría pensar que alguien, aunque fuera una sola persona, pudiera aprender algo a través de lo que ella ha vivido.