LITERATURA: La quinta columna - "Menosprecio de corte -marcial- y alabanza de aldea –marital" luis arturo hernández

(Reseña de La transformación, de Kvêta Legátová. Ediciones Siruela, Madrid, 2005.)

Eli_ka, médico y miembro de la resistencia antinazi en una ciudad de Moravia durante el Protectorado Alemán, se ve obligada por razones tácticas a casarse con un campesino y ocultarse en su aldea, en la frontera de la República filonazi de Eslovaquia, en un viaje de re-iniciación a la vida primigenia del mundo rural tras un “rompimiento de gloria”.
El descubrimiento del profundo amor que le profesa su marido “de conveniencia” se verá truncado, tras varios años de vida conyugal, por el repentino fin de la guerra –“La Historia con H mayúscula, gloriosa sobre todo allí donde huele a muerto”- y por la violencia de unas tropas soviéticas que, en el desfogue de la Liberación –“¡Los rusos, por fin! Todos ellos son rusos, incluso los de ojos rasgados. Sucios, demacrados; nuestros”-, arrasarán a sangre y fuego la aldea, violando a las mujeres y asesinando a los varones en una orgía de sangre.

LA CAÍDA DE EL TELÓN

Y es que La transformación es el testimonio, en primera persona, de la metamorfosis –“La diferencia fundamental radicaba en que allí sería feliz como triunfadora, aquí como una perdedora”- en lo personal y lo social de una mujer que cambia la relación erótica con su seductor compañero de hospital Richard por el tierno sentimiento primitivo de Joza, el paciente carpintero de _elary, y el rechazo militante del Nazismo por la activa resistencia frente al Estalinismo responsable de la muerte de ese buen hombre de pueblo que le permitió descubrir la autenticidad de la Naturaleza y la condición tragicómica del ser humano, desvelando la esencia elemental de las cosas en noches de insomnio–“Elegí el velo”-, dejando caer el telón -de la mirada convencional-, por decirlo con el título de esa tercera aproximación de Kundera -coetáneo y coterráneo de la autora- al carácter exclusivo de la novela.
Ese telón –de acero aterciopelado o de acerado terciopelo- es el que rasgará, como con un escalpelo, la médico que ha de iniciar una nueva vida en la aldea de _enary y renacer en una torpe e inexperta relación conyugal con el auxilio del cura y la curandera, junto a los lugareños de una comarca mítica alejada del mundo urbano de la capital Brno, en las proximidades de Eslovaquia, en “un país lejano del que poco sabemos”–como dice del suyo Kundera-.
Y así, en _elary –“un pueblo de borrachos, camorristas y contrabandistas”, Eli_ka irá mudando las sucesivas pieles de su identidad –las camisas estacionales de la serpiente del conocimiento-, pasando por su nueva identidad de Hana –y equivalente a la propia de Vera Hofmanová bajo el pseudónimo de Kv_ta Legátová- y Hanulka –hipocorístico familiar y afectivo- a su integración definitiva merced al mote genérico y popular de “La muchacha”.

UNA RENOVADA TRAGICOMEDIA GROTESCA

No es casual la idea de mutación, de cambio permanente de la naturaleza humana, ya en el mismo título de La transformación, en una novela que, como en la Naturaleza de las cosas, revela la confusa continuidad de fertilidad y crueldad –“un agotador combate contra la felicidad en la que siempre intuí el germen de la muerte”-, de vida agusanada y/o muerte preñada –por decirlo con palabras de Bajtin-, la transmutación sin solución de continuidad de lo ridículo en patético en la relación matrimonial con “el hazmerreír” Joza, afectado por un golpe en la cabeza y convertido en el ingenuo forzudo del pueblo
-que encarna la figura del tonto/loco del carnaval eslavo que diseccionara Mijail Bajtin-. Igual que de filiación tan carnavalesca como bajtiniana es la curandera Lucka, guía de un viaje iniciático al origen del ser, en cuanto a ambivalente anciana joven y muchacha anciana –“Contaba con más de setenta años, pero caminaba como una jovenzuela”-, y en quien se da la superación de la risa y el llanto propia de la estética de lo Grotesco –“Sólo que su enfado era impersonal (y amenazador) como algo ajeno a ella. (...) y en lo profundo de su alma seguramente se tronchaba con su fastidiosa risa”-. “La risa como prólogo a la tragedia”, sentenciará la narradora, antes de su inmersión en la tradición: “Adiviné que aquello era el principio de una bufonada”, con “la insoportable compañía de unos borrachos gritones en la taberna de _elary”, en el más puro grotesco popular.

DEL GULASCH AL GULAG

Y, de este modo, el humor negro de mujeres al borde la muerte –“De igual modo que en los cuarteles, también aquí se contaban chistes vulgares”-, el humor de horca checo
–“Si quieres morir estrangulado, estrangúlate solo. Pero ten en cuenta que te meteré un balazo por ello”- o la exaltación escatológica –“(...) abren el estómago del cadáver qué había cenado. Encontraron gulasch y se pusieron a comérselo con deleite. Todavía estaba calentito”- anticipan, de forma festiva y carnavalaria, la confusión de contrarios
de la visión grotesca del mundo –“Se hace difícil que un joven atractivo sea un bruto y una graciosa belleza una bestia”-, al tiempo que presagian, sin tintes particularmente dramáticos –al igual que en otros autores moravos de su generación: Hrabal o Kundera-, la orgía de sangre de los vencedores –violencia totalitaria del grotesco deshumanizador de Kayser, en este caso, en los liberadores/ dominadores bolcheviques del Ejército Rojo, rubricada por la grotesca paradoja de haber confundido a los resistentes con alemanes-.
Carnaval de identidades, pues, La transformación, en que lo grotesco festivo se trueca deshumanización del nuevo invasor; el humor negro, inhumación y el gulasch, Gulag.
Con estilo tajante, de sintaxis cortante y con precisión de escalpelo, la narradora va iluminando su reencuentro del equilibrio interior con los destellos de un pasado ingrato que irá quedando en la cuneta como lastre que aligera su viaje, así como con el de esas instantáneas de sus nuevos vecinos que jalonan su desaprendizaje junto al buen salvaje, en una sabia narración que confirma el “sentido de la novela” en su octogenaria autora.
Y que, acabada la guerra y su “ascenso”a la Moravia profunda, tras su vuelta a Brno Eli_ka se case con su antiguo amante no constituirá, a estas alturas, sino “una vieja piel para la nueva ceremonia”.




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